En busca de estatura política
No hay un Valentino Rossi. Nadie que haya ganado títulos a puro talento y que pueda, por su magia, prescindir de un equipo. Ayer, el gobernador Juan Manzur se escapó unas horas para ver en persona al Maradona del Moto GP en Termas del Río Hondo. ¿Le servirá para aprender la lección? El ex ministro de Salud kirchnerista diseñó un gabinete sin estatura política. No se rodeó de los referentes oficialistas con más batallas encima que tenía a su alcance y, a cinco meses de su asunción, esa decisión le pasa facturas.

El trono de la política tucumana está vacante. Aquellos pocos conocedores de las preocupaciones oficiales admiten que Manzur es consciente de esa carencia. Pero poco parece importarle. A decir verdad, que en el gabinete no haya ni un solo peso pesado no es casual. El gobernador, que padece de un cuadro de anemia política crónico, sentía que no podía darse el lujo en los primeros meses de su débil mandato de poner alguien que le hiciera sombra. En este tiempo, incluso, intentó en varias ocasiones cortar alas a su vicegobernador, Osvaldo Jaldo. Como obtuvo el efecto contrario, en las últimas semanas lo ha adosado a su agenda diaria. Hasta le pide que lo acompañe a Buenos Aires, algo que tenía reservado sólo para sí. El tranqueño es quien pone los oídos a todos aquellos que van en queja contra los desaires y el destrato del número uno. De alguna manera, es el artífice de la tranquilidad de la que aún goza Manzur. Pero tampoco sirve esa estrategia para ocultar las carencias.

En el primer piso de la Casa de Gobierno lo que menos se respira es política, y al gobernador, cualquiera, le dice lo que se le ocurre públicamente porque sabe que nadie le responderá. José Alperovich, a lo largo de sus tres gestiones, siempre tuvo a Jaldo, a Edmundo Jiménez o a Sergio Mansilla a su lado. El secretario de Vivienda de la Nación, Domingo Amaya, también durante sus mandatos se había escudado en el ahora intendente Germán Alfaro. Manzur mira a los costados y no tiene a nadie con esas características. El secretario general de la Gobernación, Pablo Yedlin, se siente más cómodo con las actividades recreativas y deportivas que asumiendo el rol de “jefe de Gabinete”. Yedlin añora sus tiempos al frente del Ministerio de Salud, y hasta reniega, por ejemplo, de que no atiendan sus consejos para entablar las negociaciones paritarias con los siempre díscolos autoconvocados del Siprosa. El ministro de Gobierno, Seguridad y Justicia, Regino Amado, es un dirigente que cae bien a todos, pero que no tiene suficientes kilómetros recorridos. Esa inexperiencia quedó expuesta en la reciente firma del convenio salarial con los estatales. Ansioso y apurado por mostrar que lo había logrado, el ministro aceleró la firma del acuerdo, desoyó la advertencia de la secretaria de Gobierno, Carolina Vargas Aignasse, e hizo a un costado a UPCN, uno de los gremios con mayor presencia de trabajadores afiliados en las escuelas públicas. Así, la semana pasada el Gobierno debió lidiar con el enojo sindical en un área sensible del Estado y tuvo que ceder ante el pedido de reabrir las paritarias en septiembre. El antecedente es peligroso: cualquier gremio sabe de ahora en más que puede jugar con el apuro de Amado y lograr mayores réditos. El dato no es menor: aún resta cerrar con los sindicatos de la Salud y con la Policía, en medio de una feroz crisis de inseguridad.

En la última semana Manzur tomó dos decisiones. La primera, que sólo es cuestión de tiempo para que Paul Hofer deje el cargo de secretario de Seguridad. Y la segunda, mantener en el ministerio a Amado. Entre ellos no se hablan, pero Hofer ya no tiene el respaldo férreo de Alperovich y de Jorge Gassenbauer. Es más, el ex superministro del ahora senador nacional le hizo saber a Manzur que no tiene ningún pedido especial por su ex funcionario. Aún así, el titular del Poder Ejecutivo no reemplazará a Hofer hasta que no encuentre a alguien que conozca de Seguridad y que tenga espaldas para soportar las arremetidas diarias de esa función. “No voy a poner al lobo a cuidar las gallinas”, respondió a varios legisladores el mandatario. La búsqueda del nuevo funcionario, así, se orienta hacia fuera de la provincia.

El intendente Alfaro padece el mismo problema que Manzur. La desconfianza y su ansiedad por despegarse del amayismo que lo cobijó durante 12 años lo llevaron a conformar un gabinete inexperto y sin vuelo, sin nadie que pueda contener los embates del experimentado concejal Ricardo Bussi. Con cualquier bravuconería, el ex senador saca de quicio al jefe municipal, y en el Concejo ni los alperovichistas ni los alfaristas saben cómo replicarlo. Así, el intendente se ve obligado a responderle personalmente.

Las inseguridades que presentan Alfaro y Manzur son en definitiva las pruebas de que gobiernan en un contexto de fragmentación política y de que carecen aún de liderazgo. El intendente busca adosarse al radical José Cano, usufructuar el capital del funcionario macrista y relegar a Amaya para sustentar su crecimiento político. El gobernador, en tanto, sigue pendiente de los pasos de su antecesor y tiene en su gabinete a amigos y a alperovichistas heredados, sin más territorio transitado que los pocos metros cuadrados de la combi que trasladaba al ex mandatario. Ni uno ni otro, hasta aquí, han mostrado estar en condiciones de ganar una carrera por sí solos.

Temas Juan Manzur
Tamaño texto
Comentarios
Comentarios