El aliado contingente
El aliado contingente
Como ingeniero que es, Mauricio Macri suele planificar todo lo que realiza. Desde la gestión hasta el encordado político para sustentar su poder más allá de los cuatro años iniciales de gestión. Porque a él también lo desvela la continuidad; nada más que aún es demasiado temprano para hablar de reelecciones. Su Gobierno está en la etapa de las correcciones dolorosas que ya le han significado pérdida de simpatías.

En esa construcción de poder, el presidente de la Nación ha aplicado una suerte de estrategia de anillos. Así, por ejemplo, Macri sustenta su espacio en una coalición que lo ha llevado a la Casa Rosada. El círculo rojo es de difícil acceso. Es donde el PRO toma las decisiones de fondo, políticas e institucionales, y luego las comunica al gabinete. No son muchos los que acceden a ese lugar. El jefe de Gabinete, Marcos Peña, es quien coordina a los pocos hombres y mujeres que tienen voz y voto en ese sitio.

El segundo círculo, por definirlo de alguna manera, corresponde a los referentes de los acuerdos contingentes que ha hecho el Presidente para llegar adonde está. En ese ámbito sobresalen dos dirigentes de peso y respetando el orden de prioridades: Elisa Carrió y, eventualmente, Sergio Massa. A ellos los necesita para transitar institucionalmente sin grandes contratiempos y, cada uno desde su espacio, actúa como verdaderos escuderos. Tienen voz (a veces se asemejan al de la conciencia de Macri) y en muchos casos voto. Es la primera línea de defensa ante los embates opositores.

Finalmente, puede hablarse de un tercer círculo que, hasta ahora, visiblemente están siendo ocupados por dos referentes políticos del interior: el salteño Juan Manuel Urtubey y el santiagueño Gerardo Zamora. El gobernador salteño está cimentando su espacio desde esa ubicación, mientras que Zamora trata de pavimentarle la gestión a su esposa, la gobernadora Claudia Ledesma Abdala. Desde ayer, en ese sitio, caracterizado como una suerte de puerta giratoria desde donde se ingresa y se sale del despacho presidencial sin grandes anuncios, se ha instalado el tucumano Juan Manzur.

“Vos sabés que yo juego de frente”, le habría dicho el gobernador de la provincia al Presidente durante la cumbre de ayer en la Rosada. Fue la reunión esperada, distendida, “amena y cálida” como lo definieron casi en coro el propio Manzur y el vicegobernador Osvaldo Jaldo, quien se ha convertido casi en la sombra del mandatario.

“Nosotros vamos a poner nuestro granito de arena para que a la Argentina le vaya bien. Como sueles decir, al país lo debemos sacar adelante entre todos”, le dijo el ex ministro de Salud Pública de la Nación al jefe de Estado.

El tributo a Macri, por parte de Tucumán, está dado con el acompañamiento en la Cámara Alta del proyecto de ley, con el que el Gobierno nacional quiere cerrar el capítulo de los “holdouts”. Una mayor influencia del macrismo en el Congreso es el sueño de la Rosada. Y los gobernadores, en ese sentido, son un vehículo para enderezar voluntades. Además, no sólo contribuyen para garantizar la gobernabilidad del país, sino también para desactivar cualquier intento de acuerdo opositor férreo que ponga en jaque a la administración federal. Quienes conocen a Macri sostienen que esa estrategia es “una inversión en tiempo y en recursos políticos” porque, de esa manera, evita que el Presidente se enlode en disputas partidarias que, generalmente, minan su poder.

En la Casa de Gobierno tucumana interpretaron que la cumbre con el Presidente ha sido el mayor gesto político de Cambiemos para con la gestión local, más allá de las cuestiones institucionales. De hecho, tras el encuentro, el propio Jaldo deslizó la posibilidad de que en este año del Bicentenario, el mandatario nacional visite más de una vez la provincia, como una manera de demostrar que los lazos amistosos son firmes. Claro que nada es gratis en política. Manzur, directa o indirectamente, estará condicionado a sacar el pie del cuello a algunas Municipalidades que responden a la Casa Rosada: la Capital, Yerba Buena, Concepción o Bella Vista. Es la prueba de amor, de fidelidad.

Además del 9 de julio, Macri podría viajar a estas tierras para la inauguración o la clausura del Congreso Eucarístico Nacional. “El año del Bicentenario será largo y puede que se sucedan los viajes a Tucumán”, se esperanza el vicegobernador.

Manzur salió de Balcarce 50, corazón del poder en la Ciudad de Buenos Aires, con loas al Presidente. Durante la cumbre, le agradeció que le haya ubicado en un lugar cercano al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, durante la cena de bienvenida a la delegación foránea. De esa visita de Obama, Manzur cree que puede capitalizarse en inversiones a la provincia. Ya hay dos en marcha, como son el cambio de mano de ingenios azucareros a grandes capitales. Ese no es un dato menor: un giro de la industria hacia los capitales multinacionales o foráneos implicará un nuevo tablero de juego en la actividad azucarera. En la Casa de Gobierno creen que eso puede contribuir a sincerar a la actividad. “Se romperán los esquemas tradicionales con los nuevos jugadores”, advierten en 25 de Mayo y San Martín. También aguardan que algunas citrícolas y otras compañías maduren inversiones para ampliar la capacidad instalada. Manzur, en ese sentido, considera que puede potenciar la generación de empleos y afianzar el plan de Macri de un país con pobreza cero. Eso es lo que se habló ayer en la Rosada.

Sin embargo, los fantasmas siguen merodeando la provincia. El empleo en negro no se ha detenido y sigue cercano al 50% del total de asalariados del distrito. La desocupación ha cerrado 2015 en torno de un 7% en el área metropolitana. En bueno romance, eso quiere decir que hay todavía 21.000 personas que buscan y no hallan empleos. Y la pobreza...Esa es la gran deuda argentina: cuantificarla. Una vez que la gestión se anime a develar esa realidad podremos saber si está, o no, cerca el destino de un país con pobreza cero.

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