Distinto tiempo

Distinto tiempo

Macri se solaza hablando del pasado, Manzur se desespera por mirar hacia adelante. Las negociaciones en el país tienen como moneda de cambio los votos por el dinero. En la Justicia provincial el semáforo no da luz verde. Los 40 años de democracia y una adultez para cuidar.

Es tiempo de balance. Los 100 días del nuevo gobierno nacional son el justificativo. ¿Hasta cuando le durará a Mauricio Macri y su ballet el argumento de la herencia? Cada dos palabras se explica el presente sobre la base de las falencias del pasado. Es comprensible. La incógnita es a partir de qué -o de cuándo- el pasado empieza a ser propio y no del otro. El Presidente de la Nación disfruta de esta encrucijada que le ha puesto la vida. No le pasa lo mismo al gobernador de esta provincia.

Juan Manzur no puede hablar de la herencia, él es parte de ella. Exactamente lo mismo le ocurre a Osvaldo Jaldo, quien además carga el pecado original de haber jurado su cargo de diputado nacional por “el mejor gobernador de la historia de Tucumán” y se refería a José Alperovich. Ni Manzur ni Jaldo puede mirar para otro lado y decir “yo no tengo nada que ver con el escándalo de las valijas que pasean por Tucumán llenas de dinero que se reparte discrecionalmente entre los legisladores”. Ellos son parte de esto. Son arquitectos del escándalo.

A Macri le da asco y hartazgo la ruta del dinero K por la que seguro transitaba Lázaro Báez acompañado por distintos kirchneristas. Pero también el Presidente disfruta cuando hablan de semejante estrépito. Más aún: debe sentir alivio cuando ve a la Justicia subirse al auto para recorrer esos caminos.

En cambio, Manzur y Jaldo han dejado las huellas digitales en la gestión alperovichista. No podrán estar tranquilos si un fiscal se pusiera a husmear en los gastos sociales o indagara a fondo las valijas que trasladaron más dinero que Milagro Salas; y sin embargo el país se escandalizó con ella.

En la semana que acaba de terminar los camaristas Sergio Gandur y Ebe López Piossek emitieron una sentencia condenando a la provincia a que informe cómo se gastó para hacer el espejado edificio legislativo. Para Manzur es la gran obra de la gestión anterior. Se hizo con un cheque abierto que le dieron todos los legisladores al entonces vicegobernador de Alperovich. Bajo el justificativo de hacer rápido las cosas autorizaban a Manzur a que gaste como quiera sin licitación. Cuando la justicia pidió informes no aparecieron. Se salva de ello José Cano que no firmó ese cheque en blanco. Pero no podrá escapar de los gastos sociales o de los gastos de bloque.

La historia argentina ha enseñado que quien mejor se porta con el Presidente de la Nación es el mismo a quien mejor le va durante idéntico mandato. Por eso todo sigue igual. El macrismo juega con los gobernadores un toma y daca espantoso, que debería avergonzar a unos y a otros. “Yo te doy mi voto y vos me das más plata”. Esa es la síntesis. A eso vino este viernes el ministro del Interior Rogelio Frigerio. No hay una mejora institucional en ese aspecto. Por eso Manzur abrió su mansión para dos (Frigerio y Emilio Monzó) de las cuatro principales (se completaría con Alfonso Prat Gay y con Marcos Peña) figuras con que cuenta Macri.

En esta nueva gestión todo está justificado porque “no hay un peso”. Nadie puede discutir que durante la administración de José Alperovich se saldaron deudas provinciales, pero es una herencia muy triste que, a tan pocos meses de su partida, la caja se encuentre vacía. Frigerio se fue sonriente ya que se aseguró que Alperovich y Beatriz Mirkin apoyarán en el Senado las leyes que quiere el macrismo para salir del cerrojo. Mientras tanto, en el horizonte tucumano empiezan a proyectar una nueva ley de coparticipación municipal en la que no entraría la capital. De esta manera, la provincia empezará a negociar sus créditos por un lado; y los intendentes y delegados comunales, por otro. El legislador Juan Antonio Ruiz Olivares está abocado a esa tarea. La idea que da vueltas es volver a la vieja ley de coparticipación que autorizaba a los municipios a endeudarse por un 3,65% de los fondos que recibe de coparticipación. Paralelamente, como el “Gallego” no da puntada sin hilo ya hay una encuesta encargada para saber dónde está parado políticamente.

Manzur, en tanto, tiene quien le consiga fondos en la banca privada. Perdió su oportunidad de decirlo en su mensaje. Hubiera sido una forma de reconocer cómo recibió la provincia. No lo hizo porque no quiere pelearse con Alperovich, pero en los hechos está la prueba de que algo no anda bien. Tanto Jaldo como Ruiz Olivares atraviesan encrucijadas parecidas. Las elecciones de 2017 no están tan lejos como parecen, por lo tanto no van a poder mirar para otro lado, como cuando pasan las valijas con efectivo legislativo. Para cualquiera que busque asomar la cabeza, el ex gobernador es un problema porque les muestra la foto del pasado reciente. Por eso más de uno aconseja al actual mandatario a desligarse de su padrastro político.

Haz lo que digo, no lo que hago

Una parte de la troupe macrista dejó la casa del gobernador después de comer asado y se fue a visitar al intendente de Yerba Buena, Mariano Campero. Entonces el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, escuchó y habló, a pesar de los gestos de “cortar rápido” y de “apurar” que hacía el dirigente Pablo Walter.

Monzó cargó en sus maletas la sensación de que el intendente de la capital, Germán Alfaro, se siente abandonado. Da la sensación de que espera otro trato desde la Nación. En cambio, el lord mayor de Concepción, Roberto Sánchez, se metió en un laberinto de números tratando de mostrar que su municipio es importante y recibe menos que otros. El tema abrió un debate que se extendió durante una hora y media. La búsqueda de los intendentes es que la Provincia les dé el mismo trato que le exige a la Nación. La falta de plata es un desvelo para todos. Pero para Monzó fue como escuchar música celestial. Explicó que los gobernadores -y especialmente Manzur- exigen un federalismo de la Nación que no ejercitan en sus provincias. Antes de despedirse, el secretario del Interior, Sebastián de Luca, pidió paciencia a los intendentes.

Frigerio, Monzó y De Luca regresaron a Buenos Aires conformes, pero uno de los más sonrientes fue el secretario de Vivienda de la Nación, Domingo Amaya. Aunque apenas van 100 días del nuevo gobierno, a nadie le escapa que la elección de 2017 es trascendental y todos tienen en el horizonte esa meta. Así como en la carpa oficialista ya aparecen figuras con la vista puesta en esos comicios, en la oposición macrista-radical-peronista tanto Alfaro, como Cano y Amaya también están atentos a ese juego. Ninguno de los tres habla mal del otro; y si hay sospechas, en el acto se muestran en público para no insinuar fisuras. Sin embargo, está claro que a medida que avanza el tiempo, la brújula de los tres tiene el mismo norte, donde sólo hay lugar para uno.

Sin salida

En la Justicia tucumana también se juega tiempo de descuento. Hay certezas de que la situación no da para más. El presidente de la Corte, Antonio Gandur, y el ministro fiscal, Edmundo Jiménez, no logran fumar la pipa de la paz ni encuentran canales para convivir. Esta semana, a Gandur lo sorprendió un pedido de juicio político en su contra, cuya autoría intelectual, en Tribunales, es atribuida a Jiménez.

Paralelamente, el ex súper ministro alperovichista Jorge Gassenbauer trató de buscar que Jiménez abriera algún diálogo con algunos vocales, pero este fue muy claro en su posición. Además, está convencido de que en una negociación el Ministerio Fiscal debería obtener la autarquía financiera. En teoría, la exigencia es acertada, pero jamás la Corte cedería ese poder al conocido “Pirincho”. El intento de acercamiento duró lo que un suspiro. Más de un experto en conflictos cree que el poder político debería tomar cartas en el asunto, pero Manzur está tan preocupado por la conseguir recursos que esta crisis no figura en la agenda inmediata. En Tribunales todos coinciden en que la situación está agotada, pero nadie ve la salida.

Décadas después

Así como Macri encuentra alivio al no tener que identificarse con su pasado reciente, y a Manzur le pasa exactamente lo contrario, a la sociedad argentina el pasado la sacude en una convicción irreductible. En los días que vienen se cumplen 40 años del peor golpe, un hecho que jamás debería volver a suceder porque cortar las arterias de la democracia es una sentencia de muerte para un país. Tan claro es esto -y el columnista Guillermo Monti lo describió este viernes en LA GACETA- que muchos de los problemas (económicos, productivos y de infraestructura) de aquel 1976 son preocupantemente similares a los de este 2016. Hoy llega el aniversario con dos alarmas: 1) se escucha a algunos sectores de la sociedad despotricando y hablando mal de la palabra político 2) muchos creen que la solución a los problemas son las intervenciones, que no es otra cosa que la hermana menor de la dictadura.

Cuarenta años ya exigen cierta madurez para un país donde la Justicia debe comprender que es independiente y que tanto el Poder Ejecutivo como el Legislativo son lo suficientemente grandes como para no cometer chiquilinadas.

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