Manzur es un hombre sin suerte
Juan Manzur es un hombre sin suerte. Sus primeros cuatro meses de gestión fueron un rosario de malas noticias. El triunfo de Mauricio Macri o su procesamiento judicial por presunta corrupción en la licitación de un plan materno infantil podrían resultar anecdóticos si su mandato fuera una usina constante de iniciativas. Pero no es así; el gobernador no tiene con qué tapar los recurrentes infortunios de los que termina siendo víctima.

Ni siquiera lo que planea le sale como quiere. En las últimas semanas había esbozado una mejoría de su cuadro de anemia política al plantarse en la negociación con la Nación por la distribución de la coparticipación, pero rápidamente tuvo una nueva recaída. Por primera vez, Manzur había intentado apelar a la política como herramienta de gestión. Así, juntó a los senadores José Alperovich y Beatriz Mirkin, y a los diputados Mabel Carrizo, Marcelo Santillán, Alicia Soraire, Miriam Gallardo y José Orellana para una foto que tenía por destinatario a la Casa Rosada. Él, a la cabecera, junto a los siete representantes tucumanos opositores a Macri en la víspera de la aprobación del acuerdo con los holdouts. Desde los kirchneristas hasta el zigzagueante “Mellizo” salieron de esa reunión avalando el griterío de Manzur por mayores ingresos coparticipables y advirtiendo que no votarían las leyes que urgen al macrismo si no había un trato equitativo para Tucumán. Esa fue, en rigor, la primera -y única- señal de fortaleza que pudo exhibir el mandatario a lo largo de este tiempo. Pero el efecto duró demasiado poco: no hubo siquiera una sola respuesta de la Nación ante el pataleo tucumano.

La semana pasada, horas antes de la reunión entre los gobernadores y el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, Manzur intentó una última jugada. Endureció su reclamo por fondos y envió a los cinco diputados peronistas a advertir que no darían quórum este martes en el Congreso. Lamentablemente para él, a esa altura el macrismo no necesitaba de los votos que él le podría ofrecer a cambio de recursos. Una planilla de Excel que circula por WhatsApp entre los legisladores nacionales del Frente para la Victoria muestra que, si la sesión fuese hoy, Cambiemos y sus aliados tienen el número suficiente para comenzar el debate y, en caso de que se respete la aprobación por mayoría simple, lograr la sanción de las normas de pago a los fondos buitre. Según ese esquema, de movida se sentarían todos los oficialistas (86), los que responden a los hermanos Rodríguez Saá (3), los del bloque de Darío Giustozzi (3), los massistas (23), los de José Manuel De la Sota (6), los tres del chubutense Mario Das Neves (3) y Margarita Stolbizer. Con ellos, el macrismo ya sienta 129 diputados para arrancar la sesión. Y para lograr una aprobación con mayoría simple (la mitad más uno de los 257 escaños), Cambiemos cuenta por lo menos con los 17 representantes del bloque Justicialista (ex kirchneristas), con el puntano Claudio Poggi, con la entrerriana Cristina Cremer de Busti y con el salteño Alfredo Olmedo. Se ve, demasiado alivio como para prestar atención al berrinche de última hora del contingente tucumano.

El veterano José Luis Gioja fue quien en los últimos días se encargó de alertar a los gobernadores peronistas que, con el quórum garantizado, el justicialismo debía asistir a la sesión. Aún más, fue después de una charla con el sanjuanino -que ejerce una fuerte influencia en Manzur- cuando el tucumano se percató de que la operación no había dado los resultados esperados. Así, los cuatro diputados locales del FpV y el disidente Orellana se sentarán en sus bancas; es seguro que el famaillense vote con el macrismo y también es probable que la alperovichista Gallardo de Dip lo acompañe. En tanto, es un hecho que Santillán, Soraire y Carrizo, los tres kirchneristas de paladar negro, votarán en contra por una cuestión de respeto al pasado reciente.

Aunque esta vez lo intentó, Manzur no ha logrado ponerse en una situación cómoda para negociar con el Gobierno nacional. Ofreció votos que, finalmente, la alianza gobernante no parece necesitar en esta ocasión. En el mejor de los casos, el tucumano recibirá lo mismo que el resto de sus pares respecto de la nueva distribución de la coparticipación, pero hasta aquí Mauricio Macri sólo le ha dado la espalda. El vicegobernador, Osvaldo Jaldo, lo dijo el jueves: desde que asumió esta gestión en el país, Tucumán no ha firmado ningún convenio para la realización de obras públicas. Cuatro meses sin un sólo anuncio es mucho tiempo para un gobernador que arrancó su gestión deslegitimado y débil. La situación, especialmente en el interior, comienza a ser desesperante: los desocupados se cuentan de a miles por la parálisis en la construcción pública y privada. Tampoco de la Casa de Gobierno llegan noticias alentadoras, porque un día se dice que no hay plata para cancelar la segunda cuota de un bono de fin de año y al otro se anuncia el pago. Eso significa, sencillamente, que la Provincia está viviendo al día y que las finanzas están al límite.

Manzur puede alegar que la preocupación por un país paralizado es común entre los gobernadores. Es cierto. Pero también es cierto que ya hubo transferencias de fondos de la Nación a algunas provincias y convenios por inicio de obras entre el Poder Ejecutivo Nacional y varios mandatarios; es el caso, por ejemplo, de Mendoza, de Córdoba y de Jujuy. La realidad es que lo que haga o deje de hacer el gobernador tucumano no es hoy, ni remotamente, una prioridad para el macrismo. Por lo que se vio en estos cuatro meses de gestión, definitivamente Manzur no es un hombre con suerte.

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