Arco 2016

Arco 2016

Puntos sobresalientes de la feria que más impacta en el arte contemporáneo del mundo latino. La Argentina estuvo bien representada y tendrá una extraordinaria oportunidad para mostrar lo mejor de su producción: será la invitada de honor en la edición 2017

13 Marzo 2016

Por Marcelo Gioffré - Para LA GACETA - Madrid

El crítico y comisario peruano Gustavo Buntinx sostuvo alguna vez que “el arte debe ser un espacio donde lo que se hace es perder dinero, no ganarlo”. Los coleccionistas serían más bien, bajo esta perspectiva, mecenas que auspician a artistas jóvenes y no meros inversionistas que miran cuál será la pieza que en la menor cantidad de tiempo le rendirá la mayor cantidad de dinero ni, mucho menos, ricos recién llegados que quieren decorar sus casas para que sus contertulios los festejen. Esta reflexión viene a cuento porque la 35ª edición de la Feria Arco de Madrid, celebrada en la última semana de febrero, ha sido más cautelosa y medida que en años recientes. No ha habido estridencias ni histrionismos como en ediciones pasadas: ni Franco encerrado en una heladera vidriada ni el vaso de agua por el que la galería pide 10.000 euros. Esto es saludable. Pero tampoco ha habido muchas videoinstalaciones ni instalaciones, como si los galeristas, frunciendo el ceño y preocupados por recuperar el dinero del alquiler de los stands, se hubieran limitado a formatos tradicionales y artistas con trayectoria que les asegurasen ventas. Valdría la pena, sin embargo, poner en entredicho esa noción timorata tratándose de una feria de arte contemporáneo. Dos ejemplos parecen desmentir esa cautela antivanguardista. El español Daniel Canogar presentó él mismo (con su figura quijotesca) en el espacio de Max Estrella una videoinstalación muy innovadora (conectada a Internet iba armando y desarmando distintas formas estéticas, como un caleidoscopio, no bien el propio artista o el espectador, de modo interactivo, introducía una palabra llave, por ejemplo fútbol, que activaba las imágenes que encontraba en youtube) y vendió casi toda la serie en un abrir y cerrar de ojos. El segundo ejemplo llegó de la mano de la galería argentina Ruth Benzacar, que llevó sólo dos obras, una de Jorge Macchi (un reloj que se proyectaba sobre el diedro de las paredes del stand) y otra de Tomás Maglione (una videoinstalación filmada en Buenos Aires), y las vendió rápidamente, a punto tal que el sábado pujaban varios coleccionistas por el último ejemplar disponible de la obra de Macchi.

Notable presencia

Es muy importante destacar que este año la Argentina tuvo una participación destacada. Empezando por el hecho de que asistieron nueve galerías. Desde la conservadora Jorge Mara, que exhibía obras de Batlle Planas o Sarah Grillo; o Del Infinito, dedicada al gran artista Alberto Greco, el creador del Vivo-Dito (suerte de performances callejeras con la gente del pueblo) que se suicidó en España en 1965, mostrando las fotos de sus acciones en Piedralaves y un estupendo dibujo firmado por el propio Greco; pasando por la infatigable Rolf Art comandada por la cordobesa Florencia Giordana y especializada en fotografía, con una propuesta que incluía a Graciela Sacco y Marcelo Brodsky; el tenaz Ignacio Liprandi con Tomás Espina (pinturas con pólvora) y Claudia Fontes (esculturas blancas muy puntillosas); y llegando a la más vanguardista Barro (con sede en La Boca), con las inquietantes esculturas del artista treintañero Nicanor Aráoz, iluminadas por neón, tal vez expresionistas pero sin duda atravesadas por los fantasmas del tremendo drama familiar que viviera hace algunos años.

Otros artistas argentinos irrumpieron a través de galerías internacionales, como las obras históricas de Liliana Porter (que el año pasado el MOMA introdujo en una muestra importantísima) en la parisina Mor Charpentier, las de Leandro Erlich en la española Misterravalbuena, las de la performer y fotógrafa exiliada durante años en París Lea Lublín en la española Espaivisor, las de Tomás Saraceno en la alemana Esther Schipper, o una pieza enorme del noventista Fabián Marcacchio en la catalana Joan Prats.

De vuelta al mundo

Pero lo más llamativo de la participación argentina irrumpió el mediodía del viernes 26, con la llegada del Ministro de Cultura de la Nación, Pablo Avelluto, en la sala de la Fundación Arco. Allí estuvimos presentes junto a altas personalidades españolas, al subsecretario Iván Petrella, funcionarios del Consulado y la Embajada argentinos, la directora de ARTEBA, Julia Converti, la periodista especializada Alicia de Arteaga, el coleccionista mallorquín José María Lafuente (empresario hotelero con intereses en la Argentina) y por supuesto casi todos los galeristas y coleccionistas argentinos. Y se anunció que la Argentina será en 2017 el país invitado de honor a ARCO. Esta suerte de condecoración otorgada a nuestro país (en los últimos años la habían recibido Colombia, Finlandia y Polonia) tiene una doble importancia: por un lado una veintena de galerías argentinas podrán, bajo la condición de presentar propuestas atractivas, tener espacios para exponer a sus artistas en esta vidriera internacional con precios locativos mínimos y, por el otro, el país podrá realizar durante esos cuatro días una serie de actos e intervenciones urbanas de impacto y visibilidad altísimos en Madrid. Para la Argentina, cuyas artes visuales en las últimas dos décadas han estado bastante desenganchas del mundo (basta recordar que un buen artista brasileño vale diez veces más que su equivalente argentino), resulta una oportunidad. Y el comienzo es auspicioso dado que la curadora designada para el desembarco será Inés Katzesntein, quien resulta una garantía. No menos que las palabras de Avelluto en el acto, poniendo la vara bien alta: los argentinos miramos mucho tiempo el pasado, ahora estamos construyendo el futuro. En esta línea, el diario El País de Madrid, el sábado 27 tituló en página 34: Argentina proclama la vuelta al diálogo con el mundo tras el aislamiento de la era Kirchner.

© LA GACETA

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