La invasión de barrios cerrados y countries obliga a Tafí Viejo a reacomodarse

La invasión de barrios cerrados y countries obliga a Tafí Viejo a reacomodarse

La llegada de nuevas familias rejuvenece la población. Hay más de 20 urbanizaciones, algunas listas y otras en proyecto. Los desafíos.

“NOS QUEDAMOS ACÁ”. Diego y Eugenia están felices con el cambio. LA GACETA / FOTO DE DIEGO ARÁOZ. “NOS QUEDAMOS ACÁ”. Diego y Eugenia están felices con el cambio. LA GACETA / FOTO DE DIEGO ARÁOZ.
El camino es de ripio, angosto y serpenteante. A los costados hay árboles y más árboles. Cada tanto se ve una casa. No se observa nada que, a primera vista, haga creer que alguien es capaz de cambiar la ciudad para instalarse allí. Luego aparece un paredón de piedras, una cabina de seguridad y detrás lo que Jorge Guibert llama el paraíso.

El paisaje: las montañas, las plantaciones de citrus. Ver el cielo y la tierra hasta donde lleguen los ojos. Eso fue lo que les fascinó a los Guibert cuando estaban buscando un terreno. La tranquilidad de la zona, el aire más fresco y la seguridad le ganaron la pulseada a la mala accesibilidad que hay para llegar al lugar, cuentan. Como cada tarde, la familia se sienta en el sillón, en un salón luminoso. Los separa de la naturaleza un gigantesco vidrio. Es una casa modesta. Pero muy elegante. Está en un country, al pie del cerro Taficillo y a muy pocos minutos del centro de Tafí Viejo.

“Aquí aprendí que la calidad de vida es importante. Además, nada como ver a los chicos jugando tranquilos en la calle, igual que en mi infancia”, expresa Jorge. Está casado con Carina, de 27 años. Tienen a Agostina, de 8 años, y a Milagros, de cuatro meses. Hace un año y medio se mudaron al country. Antes vivían en un barrio de la capital (“Sufríamos mucho la inseguridad; mi hija no podía salir ni a la puerta”).

Jorge y Carina decidieron enviar a su hija a un colegio de Tafí Viejo. “Trato de resolver todo por aquí, de otra manera sería un trastorno ir y venir al centro”, expresa la mamá. Una de las primeras cosas que tuvieron que hacer al mudarse fue comprar otro auto. “El transporte público de pasajeros no llega hasta este barrio. Incluso a la niñera la tenemos que buscar para que venga a trabajar”, añade.

La historia de los Guibert resume muy bien lo que está ocurriendo en la “Ciudad del Limón”: cada vez más familias están eligiendo vivir allí. Además de Lomas de Tafí (que en la última década sumó 5.000 viviendas a Tafí Viejo), hay más de 20 nuevos barrios cerrados. Algunos están en construcción y otros ya terminados.

Esta realidad ha generado un rejuvenecimiento de la población. El dato quedó expuesto en un trabajo realizado recientemente en la Cátedra de Demografía de la Facultad de Ciencias Económicas. Según esta investigación, dirigida por la demógrafa Nora Jarma, la población joven está abandonando la capital y se está yendo a vivir en zonas aledañas. Tafí Viejo es una de las localidades más elegidas.

El fenómeno planteó un dilema para la ciudad: ¿está preparado Tafí Viejo para recibir a las nuevas familias? ¿Quiere ser una ciudad dormitorio o piensa ofrecerles todo tipo de servicios y comodidades a las nuevas familias?

Sin dudas, la “Ciudad Limón” está obligada a reacomodarse, dicen los expertos. Y también lo admiten las autoridades.

“En las áreas geográficas donde se establece población joven, es un deber posibilitar la oportunidad demográfica que ello significa, atendiendo de manera prioritaria las demandas de salud, educación, empleo, infraestructura básica, transporte, etcétera; con todo lo que ello implica. De otro modo, la oportunidad de desarrollo territorial se habrá perdido. Es ahora; esta demanda de la población no se puede postergar para otros tiempos”, resalta la demógrafa Jarma.

Para agendar

“Me costó muchísimo adaptarme. El lugar es hermosísimo, pero yo estaba acostumbrada a vivir en pleno centro y Tafí me parece tan lejano. Igual me enamoré de la ciudad, de los almacenes, de la gente que es súper amable: te saludan sin conocerte”, cuenta Rosario Di Benedeto, que se mudó hace un año a un barrio cerrado. Tiene 38 años, es profesional y madre de dos hijos. “Cuando me salió un crédito para construir mi vivienda lo primero que busqué fue Yerba Buena, pero era inaccesible para mí. De ahí me ofrecieron esto y no dudé”, resalta.

Rosario reniega porque muchas veces el servicio del agua es malo y hay microbasurales en la vía pública. Sostiene que, en algún punto, la ciudad se muestra desbordada: “un claro ejemplo son los cajeros bancarios. Hay dos y siempre tienen larguísimas colas de gente”. Pero, por ahora, su queja mayor pasa por otro lado: “lo que le falta a Tafí Viejo, para mi gusto, son lugares de esparcimiento. Tiene una linda plaza y unos bares, pero nada más. Si querés salir un sábado a la tarde es una desolación”, remarca. “La impresión que tengo es que es una ciudad dejada, con mucho patrimonio arquitectónico e histórico, que tiene un fuerte potencial, que necesita de ideas. Creo que puede ser un punto turístico importante si se lo explota”, concluye.

Los Guibert también dieron su opinión. “Si sigue creciendo así la ciudad necesitará más servicios médicos y establecimientos escolares”, sostienen. Para los paseos familiares ellos eligen Yerba Buena. “Estaría bueno que haya algún centro comercial con cine y otras opciones para ir con chicos, que la ciudad se modernice”, remarcan.

Recien llegados

Otros que cambiaron el ruido y la contaminación de la ciudad por un barrio cerrado en Tafí Viejo son Eugenia Helguera (34) y Diego Campero (35). Se mudaron hace un mes. La idea de instalarse fuera de la vorágine urbana surgió cuando salieron sorteados por el programa Procrear, cuenta Diego, mientras tiene a upa a Felipe, un bebé de grandes ojos claros y sonrisa picarona. El dice que ya no cambiaría por nada ese lugar, ubicado a pocos metros de Lomas de Tafí.

“Estoy lejos del trabajo, pero tengo verde y mucha tranquilidad. Estuve cuatro años viviendo en pleno centro, así que para mí esto es el paraíso”, remarca el contador, que también es papá de Sofía, de tres años. Viaja todos los días en colectivo, unos 50 minutos según calcula. “Ahora el auto lo necesita más mi esposa”, explica. Todas las actividades (colegio de la nena, médicos, compras, etc) las siguen realizando en San Miguel de Tucumán. “Todavía no conocemos mucho Tafí Viejo. Nuestro barrio tiene varios accesos y está a mitad de camino entre la capital y el centro de Tafí, así que por ahora no haremos cambios de rutina”, cuentan.

Javier y Carina. Diego y Eugenia. Rosario. Y los más de 25.000 nuevos habitantes de la “Ciudad del Limón” le están empezando a cambiar el rostro al lugar. Llegan encantados por los paisajes. Tienen muchas expectativas. ¿Podrán cumplirlas?

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