Las pésimas veredas son una tradición de la ciudad

Las pésimas veredas son una tradición de la ciudad

A lo largo de los años, uno de los temas más trillados por este comentario, es la situación de las veredas de San Miguel de Tucumán. La permanencia del asunto en nuestras páginas, es obvia muestra de que se trata de uno de esos problemas que, implícitamente, han dejado de preocupar a las autoridades, como si les pareciera que su corrección es algo que se encuentra más allá de sus posiblidades. Así es como cada día la superficie que pisa el peatón se presenta más deteriorada y, por tanto, cada vez más insegura, aparte de antiestética.

Puede ocurrir que el embaldosado esté roto –como ocurre en varios puntos de la peatonal Muñecas- o que falte, generalmente en largos tramos. O que tenga piezas flojas, de esas que, al ser pisadas en los días de lluvia, lanzan un chorro de agua fangosa sobre las piernas y la ropa del caminante. O que el frentista haya decidido colocarlas de material resbaladizo, especialmente apto para la patinada y porrazo del desprevenido.

O que las baldosas hayan sido reemplazadas por una delgada capa de cemento extendida con descuido, y por tanto generalmente rota en varias partes, como es común a la entrada de las guarderías de automotores. La ausencia de vereda significa también, en la temporada de lluvias, obligar al peatón a caminar en medio del barro que llena esa superficie.

Es lo que ocurre también, por ejemplo, mientras se está construyendo el edificio frentista de una acera que, mientras tanto, es de tierra elemental.

No pueden dejar de mencionarse, además, las muchas ocasiones en que las tapas metálicas de las veredas faltan, o se tropieza con ellas porque están torcidas. Eso cuando no existe directamente una zanja que cruza, y dentro de la cual se divisan caños que van hacia la calzada.

Varias veces, en nuestro comentario crítico sobre este elemento del equipo urbano, hemos hecho notar que tales irregularidades en la superficie donde se asienta el pie, pueden ocasionar la consiguiente caída. Esta tiene riesgo cierto de fracturas que, en una persona mayor, pueden alcanzar muy graves derivaciones.

En síntesis, en materia de veredas, San Miguel de Tucumán deja mucho que desear. Como sabemos, se trata de un rubro cuya colocación y reparación corren a cuenta del propietario del edificio correspondiente; es decir que no representa gasto alguno para el organismo municipal. Lo único que este debe hacer, es multar a ese propietario cuando la vereda falte o no esté en condiciones, y emplazarlo para solucionar la deficiencia.

Pero pareciera que esto no se hace. Que la cantidad de aceras en deplorable condición sea tan numerosa, es un dato indicador de que los infractores de la ordenanza proceden así, porque están seguros de que no tendrán sanciones con consecuencias económicas.

Es hora, pensamos, de terminar definitivamente con este problema, que no existe en otras ciudades. En muchas de Europa y de los Estados Unidos, se ha eliminado el sistema de baldosas, para unificar todo con un grueso revestimiento de hormigón.

Es sobreabundante recordar que, con motivo del Bicentenario de la Independencia, la vía pública estará más cargada que nunca de transeúntes. Es preciso ofrecerles una mejor superficie para pisar.

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