Pasión y salvajería

Pasión y salvajería

Los hinchas de los clubes de fútbol deben adecuarse a los nuevos tiempos

El actor Gustavo Garzón contó al diario Olé que un buen día decidió volver al fútbol. Argentinos Juniors salía campeón en cancha de Huracán y llevó a su hijo. Entre cacheos y filas sintió que lo trataban “como a un delincuente”. Ya en la popular, hubo “aluvión” cuando entró la barra. “Vámonos”, le dijo su hijo, asustado. Garzón volvió tiempo después, pero a platea. “El ‘Bicho’ ganó, pero los tipos puteaban al árbitro, al técnico”. La cronista de Olé le sugiere que ese mundo forma parte del fútbol. “Es que cuando veo a un hincha perseguir al línea y escupirlo durante todo el partido…”, responde Garzón. Y cuenta su enojo con los hinchas que siguen furiosos con la selección por la derrota contra Alemania en la final de Brasil. “No sólo por cómo juegan, sino porque es un grupo limpio, no protestan, no pegan, nada de alfileres ni bidones. ¿Y los putean porque salen segundos? Es demencial”.

Días atrás, cenando en una cantina de Parque Centenario, un colega español que había visto los Boca-River del verano me preguntaba por qué había tanta exasperación en el fútbol argentino. “Date vuelta”, le dije. La pantalla de TV mostraba en ese mismo instante a jugadores de Estudiantes y Gimnasia tirándose trompadas y patadas. “También es un amistoso de verano”, le dije. Otro colega me escribe desde Inglaterra casi fascinado con la escena del clásico platense. “Es que el fútbol –me dice el periodista inglés desde Londres- se ha vuelto aquí tan políticamente correcto que casi perdió toda pasión”. Esa exasperación, esa locura, esa “pasión”, como la define el colega inglés, parece ser lo que más entusiasma a muchos en el exterior del fútbol argentino. Puedo entender que afuera les atraiga ese espectáculo. No aquí, que la vivimos de modo cotidiano, y sabemos que, más que pasión, muchas veces se trata de salvajería. De salvajería naturalizada. Hoy, y no es amistoso, se juega el clásico rosarino. Novecientos policías. La intendenta Mónica Fein izó la bandera en el Monumento con presidentes y pibes de infantiles de Central y de Newell’s. “Un clásico en paz”, es el ruego de todos.

Dos meses atrás, hinchas de River consideraron natural insultar a Javier Mascherano porque el jugador de Barcelona no los saludó en Japón, en la final del Mundial de Clubes. Si en Wimbledon hay que saludar a la reina, en las canchas argentinas siempre hay que saludar a los muchachos. Lo hizo Boca en la noche vergonzosa del gas pimienta contra River en la Bombonera. Y lo hizo Estudiantes en Mar del Plata apenas después del escándalo contra Gimnasia. El gas pimienta ya fue amnistiado por la nueva dirigencia de la Conmebol. Y el Panadero autor del ataque, confía en volver pronto a la Bombonera. “Se le fue la mano, es cierto, pero estaba desesperado en su amor por Boca”. Estudiantes y Gimnasia aceptaron el bochorno de Mar del Plata. Y la AFA (acaso porque no estaban Boca ni River de por medio) esta vez sí fue severa y rápida. Ahora los clubes arman amistosos para zafar cuanto antes de las sanciones. Leía el otro día que en la NBA, el nuevo dueño de Los Angeles Clippers, Steve Ballmer, suspendió a Blake Griffith, su jugador estrella, por cuatro partidos y sin derecho a cobrar salario (más de 850.000 dólares). El equipo lo precisa como nunca porque se acercan los play offs, pero Griffth golpeó a un utilero del club y fue castigado por el propio club.

“Estamos cada vez más enfermos, hay una locura tremenda, se exagera todo, para bien o para mal. El fútbol argentino retrocede cada vez más”. Lo dijo Marcelo Gallardo, DT de River, el último viernes. Su análisis fue impecable cuando habló de la final de la Supercopa que San Lorenzo le ganó 4-0 a Boca. “Eran dos entrenadores cuestionados antes de empezar a jugar, uno que recién llega (Pablo Guede) y el otro que viene de ser campeón (Rodolfo Arruabarrena)”. “Boca -decían dos semanas atrás algunos supuestos especialistas- tiene hasta tres equipos titulares”. Hoy, acaso esos mismos especialistas, dicen poco menos que Boca no tiene equipo. También Juan Román Riquelme defendió a Arruabarrena. Y habló de lo que nadie habla. Habló de fútbol: Boca, dijo Román, debe resolver a qué quiere jugar cuando tiene la pelota”. A la inversa con Guede. Los especialistas advertían que su nuevo esquema era demasiado arriesgado para un equipo tan posicional como San Lorenzo. Ganó 4-0 y ahora son todas loas para él. ¿Cómo evitar subirse a esa locura? ¿Cómo hacerlo cuando se tienen canales de 24 horas que repiten una y otra vez polémicas inútiles? ¿Cómo mantenerse al margen si hasta las webs de los medios más “serios” reproducen al relator de turno que insulta a su propio equipo y exige “cabezas” tras la derrota?

Hay que ser justos. Gritos desaforados en la radio y en la tele y diarios que titulan “verdades” que duran apenas un día hubo, hay y habrá en Argentina y también en muchos otros países, inclusive del llamado Primer Mundo. Basta ver prensa italiana o española o los tabloides ingleses para darse cuenta. Y no hay modelo ideal. En Inglaterra, justamente, un fútbol de cuyos millones obscenos hemos hablado en esta columna el mes pasado, puede producirse hoy un boicot de hinchas nada menos que en el duelo entre el líder Leicester y el escolta Arsenal.

Los hinchas de Liverpool, de los más activos en la Premier League, iniciaron la protesta el fin de semana pasado. Diez mil de ellos abandonaron el estadio de Anfield en pleno partido ante Sunderland. Lo hicieron en el minuto 77 porque esa era la cantidad de libras que iban a costar de ahora en más los boletos para ver al equipo. El más modesto Leicester está en pleno sueño inédito de ganar por primera vez la Premier, pero su agrupación de hinchas, UNION FS, anunció que adherirá al boicot y entrará a la cancha cinco minutos después de comenzado el partido. Pidió adhesión a los hinchas rivales. Arsene Wenger, DT del Arsenal, confió en que sus hinchas no adhieran. “La vida no es fantástica y, a veces, es difícil para mucha gente, el fútbol –dijo Wenger- es un momento de felicidad y no hay que perderlo”.

Los olvidados

La Premier League no es el campeonato más exitoso y, tal vez, tampoco el más bonito. Pero sí es el más rico. Sus clubes en manos de jeques árabes y magnates asiáticos, rusos o estadounidenses son los más millonarios. Y comenzarán a recibir el contrato record de 6.900 millones de euros para las próximas tres temporadas. Es TV de pago, por supuesto, nada en abierto. Sus estadios, modernos, casi un teatro, tienen los boletos más caros, pero aún así están llenos en un 95 por ciento. Miles de hinchas ingleses se quedaron afuera desde que la Premier League elitizó a su público. Son reemplazados, en muchos casos, por turistas especialmente asiáticos que pagan lo que sea para ir a Old Trafford, Emirates o el estadio que toque. No saben cantos ni cultura. No animan al equipo como el hincha tradicional. No importa. Así es el negocio hoy. Los que ahora protestan son los hinchas que siguen yendo a los estadios. Dicen que ya “basta”. Que no son “consumidores” ni “clientes”. Que son hinchas y que están allí mucho antes de que llegara el magnate de turno. Entre este negocio inglés y la “pasión” argentina, el fútbol, seguro, tiene algunos caminos intermedios para recorrer. El campeonato argentino comenzó en estos días una nueva etapa. En julio habrá una licitación que amenaza con dar un giro radical a su televisación. Ojalá tengan en cuenta a los hinchas. No sólo a los consumidores del cable.

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