11 Febrero 2016
VISITA ILUSTRE. Rafael Nadal estuvo con el presidente Mauricio Macri en Casa Rosada. El español debuta hoy en el torneo que tiene sede en Buenos Aires. presidencia de la nación
Son infinitas las veces que hemos escuchado lo difícil que es tener a Rafael Nadal jugando tenis en Argentina. Y, aunque la costumbre de ver al también español David Ferrer campeón en Buenos Aires nos confunda, también es importante que se sepa lo complicado que resulta arreglar los detalles que hacen a cada una de sus visitas.
La escenografía del jueves los mostrará debutando en la versión 2016 del ATP porteño, con claro favoritismo: Nadal, en la noche, contra su amigo Juan Mónaco; Ferrer, por la tarde, ante el joven rosarino Renzo Olivo.
Si en la mirada amplia hablamos del mejor cuadro del torneo en toda la historia del Abierto de Argentina, ¿qué se puede decir de la jornada de hoy?
¿Tendrá noción el público del lujo que significan ambos? ¿Sabremos transmitir nosotros desde las palabras el privilegio de verlos el mismo día?
¿Tenemos idea del profundo esfuerzo que también se hace en otros lugares del mundo sin conseguir tenerlos?
El hecho me lleva a una imagen, familiar para todos: cumpleaños de la abuela, que se acerca a los 90. Al costado de la mesa, inevitablemente, un par de nietos se dirán al oído, en tono de susurro: ¿y si es la última vez?
Nadal cumplirá 30 años en junio; a principios de abril Ferrer festejará sus 34. Los años pasan para todos, incluso para quienes, como ellos, con la vigencia de sus resultados como bandera, parecen rebelarse a la implacable tiranía de los calendarios.
Por sobradas razones tenísticas la lógica dice que ambos ganarán hoy. Y también mañana. Y agrega que son los más firmes candidatos a definir el título el domingo. Pero, ¿y si falla la lógica?
Seamos justos y honremos la tremenda oportunidad que se nos presenta. Cada uno desde nuestro lugar, vivamos sus partidos sin especular con el siguiente. Ya todos sabemos, tal vez lo hayamos aprendido con dolor: nunca se sabe cuándo es la última vez.
La escenografía del jueves los mostrará debutando en la versión 2016 del ATP porteño, con claro favoritismo: Nadal, en la noche, contra su amigo Juan Mónaco; Ferrer, por la tarde, ante el joven rosarino Renzo Olivo.
Si en la mirada amplia hablamos del mejor cuadro del torneo en toda la historia del Abierto de Argentina, ¿qué se puede decir de la jornada de hoy?
¿Tendrá noción el público del lujo que significan ambos? ¿Sabremos transmitir nosotros desde las palabras el privilegio de verlos el mismo día?
¿Tenemos idea del profundo esfuerzo que también se hace en otros lugares del mundo sin conseguir tenerlos?
El hecho me lleva a una imagen, familiar para todos: cumpleaños de la abuela, que se acerca a los 90. Al costado de la mesa, inevitablemente, un par de nietos se dirán al oído, en tono de susurro: ¿y si es la última vez?
Nadal cumplirá 30 años en junio; a principios de abril Ferrer festejará sus 34. Los años pasan para todos, incluso para quienes, como ellos, con la vigencia de sus resultados como bandera, parecen rebelarse a la implacable tiranía de los calendarios.
Por sobradas razones tenísticas la lógica dice que ambos ganarán hoy. Y también mañana. Y agrega que son los más firmes candidatos a definir el título el domingo. Pero, ¿y si falla la lógica?
Seamos justos y honremos la tremenda oportunidad que se nos presenta. Cada uno desde nuestro lugar, vivamos sus partidos sin especular con el siguiente. Ya todos sabemos, tal vez lo hayamos aprendido con dolor: nunca se sabe cuándo es la última vez.
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