Vandalismo en estatuas de próceres tucumanos

Vandalismo en estatuas de próceres tucumanos

Dentro del equipamiento urbano, los monumentos erigidos en homenaje a los próceres revisten una importancia destacada. No puede ser de otra manera, si pensamos en lo que, en última instancia, significan. Ellos corporizan un tributo de justificado agradecimiento de la comunidad, hacia aquellas personalidades que lo merecen por la acción que, en su momento, supieron desarrollar en beneficio colectivo.

En el parque 9 de Julio, como es conocido, a lo largo de la avenida Soldati se erigieron, en 1977, un total de once estatuas de tucumanos ilustres. Obra de distintos escultores, las opiniones sobre su calidad artística fueron diversas. Pero no es nuestro propósito referirnos a ese aspecto. Allí están desde hace casi cuatro décadas y, por su cantidad y por su privilegiada ubicación frente al parque 9 de Julio, forman parte muy notoria del patrimonio escultórico de nuestra capital.

El año pasado, y muy acertadamente, la Municipalidad decidió mejorar el basamento de esas efigies. Tal mejora incluía la renovación de las letras metálicas que indicaban el nombre de cada prócer, y se fijaron nuevas leyendas confeccionadas con una elegante tipografía.

Lamentablemente, la Municipalidad no tuvo en cuenta cierta lacra de nuestra capital, consistente en ese feroz vandalismo que se ejerce contra cualquier instalación de la vía pública. Así es que, a los pocos días de puestas en su sitio, las letras comenzaron a ser arrancadas. Y sin duda en poco tiempo más desaparecerán en su totalidad. La única manera para superar ese peligro sería, nos parece, que en lugar de utilizar letras metálicas, se ejecuten leyendas talladas directamente sobre cada pedestal.

Pero la ocasión nos parece oportuna para apuntar, de paso, varias correcciones necesarias. Pensamos que, con fines obvios de armonía, correspondería unificar el criterio sobre las leyendas. Es decir que, si se adosa el título o el grado al nombre del prócer, se lo haga en todos los casos, o en ninguno; pero no a veces sí, y a veces no. Actualmente, algunas leyendas incluyen título, como las de Álvarez, Colombres, La Madrid, Muñecas, Heredia y Aráoz. Pero, curiosamente, no sucede lo mismo con Lucas Córdoba, Bernardo de Monteagudo, Juan Bautista Alberdi y Marcos Paz: en ninguna parte dice que el primero era teniente coronel y que los otros tres eran abogados.

Al mismo tiempo, urge corregir ciertos errores gruesos: Ildefonso de las Muñecas pertenecía al clero secular, de modo que no era “Fray”, como reza la leyenda, sino doctor en Teología. No puede ponerse “José A. Condarco”, a quien se apellidaba “Alvarez de Condarco”; y el Obispo Colombres se llamaba “José Eusebio” y no solamente Eusebio.

Así, creemos que sería una excelente medida, en síntesis, sustituir todas las letras metálicas por leyendas incisas sobre los basamentos, y aprovechar la ocasión para unificar el criterio sobre los títulos –universitarios o militares- de cada prócer, además de corregir los errores u omisiones que acabamos de marcar en algunos casos. Nos parece que ese conjunto de tucumanos, indiscutiblemente ilustres, representados en las estatuas, merece las modificaciones que apuntamos a título de colaboración. Si bien los errores no son demasiado graves, en esencia, de todos modos vienen a menoscabar un tanto las esculturas. Porque, como resulta obvio, la información histórica que imparte un monumento, tiene la obligación de ser impecable siempre.

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