De 40° en Formosa a -30° en la Antártida

De 40° en Formosa a -30° en la Antártida

Dos guardaparques llevan más de un año en la base Orcadas, donde llevan a cabo tareas logísticas para facilitar la actividad de los científicos. Vieron un pingüino albino y ballenas jorobadas, poco comunes

SOBERANÍA. La base Orcadas fue creada en 1904 y es la estación científica más antigua de la Argentina. FOTOS DE parquesnacionales.gob.ar SOBERANÍA. La base Orcadas fue creada en 1904 y es la estación científica más antigua de la Argentina. FOTOS DE parquesnacionales.gob.ar
08 Febrero 2016
Julio Zocatelli y Santiago Gorini son los dos guardaparques que en febrero cumplirán más de un año de invernada en la base Orcadas, donde llegaron a vivir con 30 grados bajo cero, una amplitud térmioanteriores destinos, Formosa y Misiones, donde las temperaturas, en verano, suelen superar los 40 grados.

Para Zocattelli, los 13 últimos meses se convirtieron en su tercera experiencia antártica y recuerda que, más allá de la temperatura, se le erizó la piel cuando llegó a Orcadas por primera vez. “Nos encanta estar en contacto con la naturaleza, realizando la logística para que, por ejemplo, los científicos puedan acceder a un lugar navegando en condiciones climáticas que cambian de un momento al otro”, comentó respecto de su trabajo cotidiano en la Antártida.

El guardaparque, que con anterioridad estuvo destacado en el Parque Nacional Iguazú, recordó que el año pasado la temperatura más extrema en la base antártica alcanzó los -43 grados de térmica.

“En esas condiciones, con un solo guante, si no tenés mitones y no tenés la cara cubierta, uno se congela”, explicó a la agencia Télam.

Por su parte, su compañero Gorini llegó a la Antártida luego de haber estado expuesto a los 57 grados de sensación térmica que se soportan en la reserva natural Formosa.

“Habiendo vivido un año reconfirmo que (Orcadas) es un lugar mágico, impresionante, no comparable con nada de lo que conozco. Recorrí 22 provincias y esto es un lugar muy particular”, señala el más joven de los guardaparques.

Ambos coinciden en que el tema de la temperatura no es lo único que diferencia un destino en la “Argentina americana” de lo que se vive al sur del paralelo 60.

“Estoy acostumbrado a vivir en una seccional a 70 kilómetros de una población, en absoluta soledad. Acá nunca estuve solo, todo es compartido, es una prueba a la tolerancia”, explicó Gornin.

Los guardaparques, por su formación, destacan fundamentalmente la oportunidad de relacionarse con la fauna del lugar.

Este año, Zocatelli pudo avistar un pingüino albino, algo que se da en 1 de cada 300.000 ejemplares.

Gorini elige un avistaje de ballenas jorobadas como uno de sus momentos preferidos. “Eran tres jorobadas, que en mi vida había visto. Tenerlas a cinco metros en un bote que al lado de ellas parece una caja de cartón es una de la experiencias más hermosas que viví en mi vida”, añadió.

Respecto de la convivencia, los dos sostienen que el apoyo de los amigos y de la familia en los momentos difíciles es fundamental. Aislados viven las alegrías y las tristezas que sólo pueden compartir con sus compañeros de invernada.

“Me pasó que vinimos con un amigo, cuyo papá había fallecido antes de que él viaje, y su mamá estaba grave. El día que murió ella lo sentí como si hubiera sido mi propia madre; salimos a caminar por los glaciares abrazados”, relató Zocatelli.

A pesar de las dificultades, ambos dicen estar enamorados de la Antártida, y no dudan en afirmar que, si pudieran, volverían a trabajar allí. “Acá uno disfruta desde el día más soleado hasta el más oscuro, desde la nevada más intensa hasta el viento de 170 km/h). Es un sueño trabajar acá”, concluyó Gorini.

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