Ideas expuestas sobre la Casa Histórica

Ideas expuestas sobre la Casa Histórica

En un extenso reportaje publicado el sábado anterior, el secretario de Patrimonio Nacional, de visita en nuestra ciudad, se refirió con cierto detalle a la Casa Histórica de la Independencia. Parece oportuno formular un comentario a algunas de sus apreciaciones.

Dijo, por ejemplo, que “es una casa, no un museo”. En realidad, es una casa, pero al mismo tiempo es también un museo. Como la casaquinta de Lezama, que aloja desde su fundación al Museo Histórico Nacional; y como la inmensa mayoría de los museos históricos del país, que funcionan en edificios que fueron viviendas en su origen.

Expresó, en otro tramo, que en cada ambiente debe haber “un objeto clave, desde el que se organice el relato, hasta llegar a la Sala de la Jura, que es el plato fuerte”. La Casa Histórica, como museo que es, tiene un vasto y valioso patrimonio, que se suponer debe mostrarse a los visitantes.

Estos acuden a un museo a “ver” objetos, que son los que los llevan a reconstruir mentalmente el pasado. Si de ese patrimonio se extrae sólo “un objeto clave”, se priva al público de conocer todas las demás piezas –“claves” o no- que no están a la vista desde que se ejecutaron los recientes y polémicos cambios.

No aparece claro por qué razón la Casa, que desde tiempo inmemorial fue un “museo de objetos” (de esos que, dice el secretario, hay que “proteger y resignificar”), se ha transformado de pronto en un ámbito donde predominan los enormes carteles con textos, mientras los objetos se redujeron al mínimo.

Sólo quedaron unos pocos, retirándose los que estaban visibles, en gran cantidad y variedad, en las paredes, vitrinas y rincones. Esos carteles podrían perfectamente desplegarse fuera de las habitaciones, en la galería posterior o en el patio de atrás. En fin, nos parece que, puesto que van a hacerse nuevas innovaciones en la Casa Histórica, debiera restituírsele la condición tradicional que tuvo de “museo de objetos”. Así la han conocido generaciones tucumanas desde el año 1943, en que se la reconstruyó, y así la han apreciado a lo largo del tiempo, tributándole grandes elogios, visitantes locales y de todo el país. Su recorrido estaba perfectamente organizado sin necesidad de enormes carteles sobre las paredes, en salas dedicadas a diversas épocas de nuestra historia.

Los elementos de moderna museología interactiva, que conviertan la Casa en “lugar de encuentro y diálogo”, pueden perfectamente convivir con los objetos. Que son los elementos que, insistimos, desean ver con sus propios ojos las personas que ingresan a un museo.

Parece obvio añadir que todo lo expuesto constituye materia opinable. Pero, precisamente por esa razón, nos parece que, antes de seguir modificando desde Buenos Aires el contenido de la Casa Histórica -y a pesar de tratarse de un establecimiento de jurisdicción nacional- debiera darse un paso ineludible.

Hablamos de convocar a reuniones formales, donde se escuche y se tome en cuenta la opinión de las instituciones tucumanas vinculadas con la historia y con la museología.

Se ha planteado que la Casa tenga un toque tucumano. Y sobre este punto, el funcionario dio la respuesta, un tanto enigmática, de que hay que “crear capas de sentido”.

Opinamos que nuestra provincia debe ser escuchada especialmente en el tema. La Casa está en Tucumán; y fue en Tucumán donde se juró en 1816 la Independencia, tras haberse salvado en 1812, con la batalla de Tucumán, la suerte de la revolución.

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