Bochornoso espectáculo de violencia en el deporte

Bochornoso espectáculo de violencia en el deporte

Uno de los síntomas de una sociedad enferma es la violencia. La comparación con un cáncer no es subjetiva. La violencia genera ramificaciones. No está encapsulada, lo que haría sin dudas que pudiera erradicarse más fácil. Brota en distintos ámbitos y nos marca como ciudadanos. Lo que sucedió el domingo a la noche en el estadio José María Minella, de Mar de Plata, fue un eslabón más de una escalada de violencia que no puede circunscribirse sólo al fútbol.

Todos los veranos distintas empresas organizan torneos que se hacen llamar amistosos. Pero se sabe que en el fútbol profesional ya no hay amistosos. El fútbol hace mucho tiempo dejó de ser un juego para convertirse en un negocio redituable. Los clubes, y por ende los jugadores, cobran mucho dinero por participar de estos espectáculos.

Los jugadores de Estudiantes y de Gimnasia y Esgrima, ambos de La Plata, desarrollaban un encuentro normal, hasta que una patada alevosa encendió la mecha y todo explotó. Ya no fueron colegas disputando un encuentro, sino que se vio un espectáculo mucho más emparentado con los que protagonizan las propias barras de los clubes.

Tras el partido, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, se comunicó con el presidente de la Asociación Argentina de Fútbol y le pidió el máximo de severidad en las penas. Pero antes de que desde la entidad madre se expidiera, la Agencia de Prevención de Violencia en el Deporte, un organismo de la provincia de Buenos Aires, les prohibió a varios de los jugadores y miembros de los cuerpos técnicos asistir a espectáculos deportivos. El miércoles, la AFA dio a conocer durísimas sanciones para los jugadores que van hasta las ocho fechas de suspensión para Mariano Andujar, Álvaro Pereira y Nicolás Mazzola.

Los jugadores expresaron arrepentimiento pero encontraron justificativos para sus acciones y se quejaron de las sanciones. No advirtieron que quedaron en medio de una batalla campal que dio la vuelta al mundo. Tampoco tuvieron en cuenta que muchos de ellos son tomados como ejemplo por miles de niños que sólo quieren imitarlos.

Días antes del partido del domingo, los equipos de Boca y de River también protagonizaron un espectáculo bochornoso, con tumultos y golpes.

Circunscribir la violencia a lo que pasa dentro de una cancha de fútbol sería un error. Los jugadores son parte de una sociedad y expresan con su comportamiento las limitaciones de la misma sociedad. Los jugadores repiten que ellos son los más puros dentro de un deporte que hoy se rige con códigos mafiosos. En él hay dirigentes que acuerdan con barrabravas (utilizados además por la política), venta de droga, aprietes, falsificación de entradas, etcétera. Pero no exime a los jugadores, que en este caso fueron los protagonistas del bochornoso espectáculo. De nada vale sancionar, si luego esas penalizaciones quedan en la nada, o casi, tal como sucedió con los partidos sin público visitante a los que había sido sometido Boca Juniors tras el incidente del gas pimienta. Creemos que sucesos como los relatados no deben volver a repetirse. Pero para ello, más allá de las sanciones que deben cumplirse, es necesario que los jugadores tomen conciencia de lo sucedido. Y el mensaje desde la dirigencia y desde los funcionarios encargados de la seguridad debe ser claro. Y predicar con el ejemplo.

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