El cazador solitario

El cazador solitario

En diciembre de 2014 murió Jorge “Marlon” Vilela. Compartió una íntima amistad con Gombrowicz, fue parte de la bohemia porteña de los 60, publicó en Eco Contemporáneo y quemó gran parte de su producción literaria. Creó como quiso, vivió como pudo: escapando, como el cazador solitario que era. Por Hernán Coronel para LA GACETA - Salto (provincia de Buenos Aires.

31 Enero 2016
Ese hombre de más de 70 años, poca estura y figura desaliñada que rozaba la condición de lumpen, alguna vez había sido hermoso. Tanto, como para que lo compararan con Marlon Brando.

El Chivo, como le decían sus amigos de la adolescencia, había nacido en el Hospital Rawson de Buenos Aires, pero vivió sus últimos años en un pueblo perdido de la llanura bonaerense después de una vida ambulante, de escritor maldito y brillante artesano.

Fue en Eco Contemporáneo donde Antonio Dal Masetto y Miguel Grinberg, allá por los 60, dieron a la luz uno de sus textos, “A pesar de la Enorme Distancia”. Grinberg, autor de Evocando a Gombrowicz, rememoraba: “El comienzo de mi amistad con Witoldo, en 1962, fue resultado de una iniciativa del talentoso escritor Jorge Rubén Vilela, uno de los jóvenes intelectuales pertenecientes a la tribu formada en torno del ‘Viejo’ (como lo llamaban) durante el último tramo de su permanencia en la Argentina. Surgidos del triángulo Tandil-Salto Argentino-La Plata, varios de ellos (en especial Vilela, Jorge Di Paola y Mariano Betelú) se adosaron a nuestro ‘equipo mufado’”. Había sido el Polaco, tan diestro en la creación de sobrenombres, quien le había puesto el mote de Marlon.

“Jorge era un personaje complejo, difícil saber por dónde encararlo”, recordó alguna vez el recientemente fallecido Antonio Dal Masetto. “Ni se dejaba elogiar porque sí, ni le agradaba que lo desmerecieran. Tomaba un taxi y se olvidaba sus obras, o se le rompían. Eran muy buenas las cosas que fabricaba, tenía buenos clientes. Pero Jorge iba destruyendo la posibilidad de que lo suyo se realizara. Siempre a punto de y sin lograrlo: esa fue su vida. Sin embargo, fue el primero de nuestro grupo en terminar su novela cuando los demás estaban amagando a escribir un cuento”, cerraba Dal Masetto. “Era complicado publicar algo de él. Asomó, y después se borró. Era un inconformista”.

Historia de una novela

Hasta Adolfo Bioy Casares supo de él.

En las páginas 1.249 y 1.250 de ese generoso volumen de su diario titulado Borges, Bioy cuenta que un señor rubio, bajo, con barba de dos o tres días y ropa sport se presenta en su casa. Su apellido puede ser “Videla”, o “Dibella”, o “Didella”, y anuncia que en Galerna acaban de informarle que él tiene una copia de su novela inédita El verano del 67, y que, si así fuera, por favor se la dé, ya que no tiene otra. Bioy argumenta que no cree tenerla y “Dibella” se marcha. Bioy, entonces, llama a Alberto Manguel, por entonces uno de los directores de Galerna. “No se preocupe”, le responde Manguel, “nosotros tenemos el ejemplar ese de El verano del 67. Tratamos de no dárselo al autor porque pensamos que es un libro excelente. Él ha buscado todos los ejemplares que había distribuido entre sus amigos y los ha quemado. Ahora quiere quemar el último”. Cuando Bioy le refiere la anécdota a Borges, Borges contesta: “Debe de haber algo bueno en esa novela”.

Aunque un fragmento de aquella novela apareció como anticipo en la revista Primera Plana, en 1968, cuando se titulaba Nohaytutía y que luego trocó en El verano del 67 (hoy capítulos de dicha obra), nadie pudo evitar lo inevitable: la piromanía de Jorge Vilela. Sin embargo, alguien conservó bajo siete llaves durante décadas ese texto completo; así llegó a la Biblioteca Nacional. El libro se titula La mañana del 10 de enero y acaba de ser publicado en la colección Los raros.

Jorge estará, quizá, logrando desde la muerte lo que no se le dio en vida. Que aparezca en la serie Los raros, en cambio, no es ironía: estaba en su destino. Quizá, también, si estuviera vivo, hubiese inventado algo para impedir la publicación. Quién sabe.

© LA GACETA

Hernán CarbonelPeriodista y escritor.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios