“Juntarnos”

“Juntarnos”

El Bicentenario de la trascendental Declaración de la Independencia registra buenas y malas noticias por estas horas. La buena es que empieza a aparecer. La mala es que nadie lo quiere ver...

La buena noticia es que ya está listo el tema del Bicentenario de nuestra patria. A la letra la sabe y la canta Lucho Hoyos. “Juntarnos”, se llama. Todo un desafío el título. La mala noticia es que el Bicentenario brilla por su ausencia. Hay un puñado de tucumanos con el corazón exaltado cuando se habla de los 200 años de la Patria. Pero, sinceramente, el Bicentenario no existe.

La buena noticia es que el 31 de enero, bajo una de las lunas de Cosquín, Lucho Hoyos desplegará su voz para “Juntarnos”. En el escenario estará con el dúo La Yunta, con Viviana Taberna, con Coqui y Adrián Sosa, con Belén Herrera, con Eduardo Issa Osman (batería), con el bajo de Flavio Vásquez, junto a las guitarras de Francisco Santamarina y de Raúl Villagra y a Marcelo Farfán y su guitarra eléctrica. A todos los dirigirá Quique Yance desde su teclado. La mala noticia es que en Tucumán, la cuna de la Patria, el Bicentenario no se sube ni a la tarima del fondo de la casa.

La buena noticia es que la celebración del Bicentenario empieza a dar sus primeros alaridos como un recién nacido, aunque huérfano de afecto. La mala noticia es que los sueños de las grandes obras o de los grandes proyectos son sólo eso. Castillos oníricos de algunos tucumanos.

La buena noticia es que hace unos días habló un funcionario de cancillería al Poder Ejecutivo de Tucumán y preguntó sobre el Bicentenario. La mala noticia es que no tenía nada previsto. La buena noticia es que había muchísimos proyectos o ideas para contarles. La mala noticia fue que no hay mucho previsto para activar esas propuestas. La buena noticia es que se planificaron nuevos encuentros y objetivos para lanzar. La mala es que en el recuerdo están aquellos fastuosos festejos del bicentenario de 1810 que todo el país vio por TV y que difícilmente se puedan repetir. La buena noticia es que hay en carpeta algunos hechos como el monumento al Bicentenario en la plazoleta Tucumán que queda en Santa Fe y 9 de Julio en Buenos Aires. Y, también, que se sembró una pequeña semilla federal en aquellos incipientes proyectos. La mala noticia es que el federalismo brilla por su ausencia en las políticas de Estado de los últimos 20 años y de los pocos días de gobierno que vienen asomando.

La buena noticia fue que el gobernador Juan Manzur empezó a pensar en el Bicentenario hace un año. La mala noticia fue que a todo lo que proyectó lo recibió el ex jefe de gabinete Aníbal Fernández. La buena noticia era que Aníbal Fernández iba a informar a la ex presidenta sobre todo para que se prevea en el presupuesto nacional y hasta para hacer anuncios el 9 de Julio pasado. La mala noticia es que sólo figura la partida en el presupuesto, sin ningún peso, y que Cristina olvidó los anuncios en el último 9 de Julio.

La buena noticia era que el binomio José Cano - Domingo Amaya se autodenominó “del Bicentenario”; pero la mala noticia es que sólo se quedó en el nombre.

La buena noticia es que Manzur, Cano y el intendente de Capital, Germán Alfaro, tienen en su cabeza el Bicentenario -no en sus billeteras-. La mala noticia es que a sus antecesores jamás les importó.

Cuando LA GACETA le preguntó a José Alperovich qué iba a hacer para el Bicentenario, el ex gobernador respondió que seguiría haciendo las obras pequeñas que venía haciendo porque eran -aseguró- las que le importaban a la gente. Este diario le hizo la misma requisitoria a Amaya. Aletargado, en aquel entonces respondió lo mismo. “Las obras que venimos haciendo”, contestó. No había un proyecto. Ni siquiera un sueño. Cuando aparecieron las candidaturas y los tiempos electorales, despertaron.

Hace unos días LA GACETA repitió su pregunta al mismísimo Presidente de la Nación. Y respondió prácticamente lo mismo. En el apuro de encontrar una respuesta al interrogante tal vez inesperado, sugirió que el Bicentenario era un “símbolo” (¿?). El diccionario explica que un símbolo es “elemento u objeto material que, por convención o asociación, se considera representativo de una entidad, de una idea, de una cierta condición”. Segundos después, cuando seguía avanzando en su respuesta, advirtió que era “una oportunidad”. En síntesis: el Bicentenario, que podría ser algo trascendental para el crecimiento, para la unión o la comunión de los ciudadanos, no estaba previsto. No tenía un trabajo previo.

Así, la buena noticia fue que se iban a hacer de una vez por todas billetes con una nueva denominación para afrontar las secuelas de la inflación. La mala noticia es que los billetes llevarán la figura de animales. Nadie pensó que el Bicentenario era “una oportunidad” para ilustrar con un gran “símbolo” el papel moneda.

La buena noticia fue que a mediados del año pasado surgieron movimientos porque el Bicentenario tocaba a las puertas y no había nadie para que lo atienda. Se formó el Ente del Bicentenario por el impulso del propio Manzur, entonces vicegobernador y candidato ansioso de cortar cintas. También se constituyó la comisión de enlace del Bicentenario. Allí asomaron algunas ideas de la municipalidad que entonces gestionaba Amaya. A ella fueron todos los que aceptaron la invitación a pensar algo que había hecho el arzobispo Alfredo Zecca, quien luego del convite se retiró para dar más libertad. La mala noticia es que, así como el camino al infierno está lleno de buenas intenciones, estas eran dos estructuras entusiastas y hambrientas de sueños y proyectos que nunca pudieron cohesionarse para trabajar por el Bicentenario.

La buena noticia es que el Bicentenario ya aparece por motu proprio en uno de los canales nacionales que recuerda esa fecha patria. La mala noticia es que nadie -ni siquiera las empresas tucumanas- se contagia del espíritu del bicentenario. Podrían estar asociados a sus marcas o a sus emprendimientos o publicidades. Pero hasta ahora el acontecimiento que podría “Juntarnos” no aparece.

Tal vez las cosas sean más claras de lo que parecen. Tal vez en toda esta apatía haya un mensaje encriptado que precise que a los tucumanos el Bicentenario no nos importa un cuerno. Tal vez sea sólo la preocupación de un puñado de seres humanos trasnochados que ven la oportunidad de diálogo y de la creación donde otros no ven nada. En ese caso, tal vez ustedes lectores, perdieron el tiempo al llegar hasta esta línea del texto.

A los botes salvavidas

Tal vez las verdaderas preocupaciones son otras. Claro que no es menor darnos cuenta de que la relación política de Tucumán con la Nación es sólo gestos. El miércoles a la tarde, el gobernador confirmó que la relación con el Poder Ejecutivo nacional está en los saludos cordiales, mientras los problemas de la provincia se avecinan con mucha rapidez. Ya no alcanza con llevar una delegación a Buenos Aires. La falta de respuestas abrió contactos con otros gobernadores que dicen padecer cuestiones similares. “Hay que reunirse. ¿Dónde?”, fue el primer acuerdo de los mandatarios peronistas. Como José Luis Gioja está enfermo y no puede viajar (y es entre los gobernadores un referente que por ahora no tiene pretensiones de presidir el Partido Justicialistas), todos se atrincheraron en San Juan. Hasta el salteño y díscolo Juan Manuel Urtubey voló hasta allí. El detonante había sido el aumento de la coparticipación para la Capital Federal y la ayuda a la provincia de Buenos Aires de la simpática María Eugenia Vidal. Fue la gota que derramó el vaso de la sed peronista.

Tal vez la preocupación central de todos los poderes y de las instituciones tucumanas es que el federalismo es una utopía tan lejana como hace 200 años. Todos los caminos conducen a Buenos Aires. La Universidad Nacional de Tucumán, las municipalidades, los empresarios, el gobernador y hasta algunos miembros de la Justicia van a pedir auxilio a la Nación. No es una cuestión de este siglo. Desde 1983 hasta la fecha ha sido así. Algo parecido asomó en el primer lustro de los 80. Había funcionarios del ex gobernador Fernando Riera que festejaban cuando lograban colarse en un ascensor en el que iba un ministro o alguna autoridad nacional. Pero eran tantos los problemas de Raúl Alfonsín que se disimulaban los de Riera.

Luego hubo mimos y hasta Antonio Bussi fue bien tratado por algunos referentes del menemismo. Julio Miranda vio nubarrones, pero se disiparon por su buena relación con Fernando de la Rúa, a quien conoció en el Senado. A ello también ayudó el hecho de que José Alperovich, por entonces extrapartidario del PJ, tenía muchos “conocidos” entre los correligionarios gobernantes. Después vino un amigo de Miranda, Eduardo Duhalde. Un par de años después, Alperovich, ya como peronista y como ultra K autodeclarado, volvió a ser un mimado de la Nación.

Hoy, Manzur sólo tiene pronóstico de tormenta. Por eso ayer fue a los que subsidiariamente son sus pagos, acompañado del senador Alperovich y del ex superministro Jorge Gassenbauer. El gobernador prefiere tener todos los chalecos salvavidas puestos porque no ve, en el corto plazo, el auxilio de la Nación.

Los macristas dicen que lo que encontraron es mucho peor de lo que imaginaban. Están preocupados en diferenciarse de la debilidad radical de la fracasada Alianza; y atacan a los K a la vez que admiten la necesidad del diálogo. Mientras ordenan la salida al mundo, preparan la batalla interna del Congreso...

Demasiadas preocupaciones para que el Bicentenario halle su camino. La buena noticia es que la oportunidad existe para la Nación y para todas sus provincias. La mala noticia es que no todos quieren ver esta oportunidad de “Juntarnos”.

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