Las principales víctimas de la pobreza son los chicos

Las principales víctimas de la pobreza son los chicos

Lo afirma un informe del Cippec. En La Costanera hay niños que pasan días sin comer.

INDIGENCIA. Un chico corre sobre la tierra caliente del barrio La Costanera, donde reina la pobreza. la gaceta / foto de antonio ferroni INDIGENCIA. Un chico corre sobre la tierra caliente del barrio La Costanera, donde reina la pobreza. la gaceta / foto de antonio ferroni
19 Enero 2016
Desde hace dos días sólo comen huevos con tomate. Es el único alimento que el padre les puede dar a sus ocho hijos. Desde que le quitaron el carro, por el plan “Basurales cero”, ya no puede vender huevos ni usarlo como flete. Entonces se come la mercadería que tenía para vender. “De ese carro vivimos tres familias”, cuenta Liliana More, la madre de los ocho chicos cuyas edades van de tres a 18 años. Sólo dos van a la escuela. “Los otros no van porque hay que tener dinero para comprar útiles y zapatillas”, explica la mujer en la puerta de su casa frente al río Salí, en el barrio La Costanera.

A pocos metros de donde juega una decena de niños, un caballo con las costillas marcadas escarba la basura. Él tampoco tiene nada para comer. “El 1 de enero mi marido andaba buscando desperdicios para los caballos y ahí lo agarraron. Ahora nos piden $ 1.500 para devolvernos el carro, que para colmo es alquilado. El dueño nos pide que igual le paguemos el mensual de $ 500 por mes”, dice.

Un estudio del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) sostiene que si bien la pobreza se redujo en la Argentina, está cada vez más infantilizada. Es decir, que afecta mucho a los niños. “La pobreza por ingresos de los niños de entre 0 y 4 años es mucho mayor que la que afecta a la población total. Este fenómeno también ocurre en el resto de América Latina”, señala Malena Acuña, del Programa de Protección Social de Cippec. Además “los ingresos son menores para las personas con hijos”, agrega.

Junto a Liliana More viven Ana Abregú, de 36 años y madre de ocho hijos, y Lidia Zurita, con nueve hijos, uno de ellos con Síndrome de Down. “Para colmo no tenemos un comedor comunitario cerca; el más próximo está a 11 cuadras”, agregan las mujeres. “Aquí, en este sector, de Amadeo Jacques al 1.600 y avenida La Costanera vivimos 12 familias, y todas estamos en la misma situación”, reclaman.

Los huevos se están terminando. “Hoy no vamos a cocinar nada. No hay nada para poner en la olla”, reconoce Liliana. Sobre el fuego a leña, en el piso, sólo hay una pava con agua para hacer el mate cocido. Es mediodía.

Zulma Díaz tiene 37 años y cinco hijos. Es viuda. “A mi marido lo han muerto de un machetazo. Por suerte las abuelas de mis hijos me ayudan para poder darles de comer, pero ya no me alcanza para mandarlos a la escuela, solamente uno va. Los demás no tienen documentos de identidad, nunca he tenido tiempo para hacer los trámites, si no se enfermaba uno, ya tenía que correr al hospital con el otro”, cuenta la mujer mientras toma mate a la sombra de una morena. Hace mucho calor. Su casa es de machimbre y el techo de chapa, como las otras dos que comparten el mismo terreno. Adentro, la casa tiene dos habitaciones con tres camas.

Zulma tiene tatuadas las iniciales de sus cinco hijos en el brazo izquierdo. Sobrevive con dos planes sociales, uno Ellas Hacen, por el que la capacitaron en plomería, y el otro por ser madre de siete hijos. “Pero no alcanza ... “, se queja. “Aquí comemos guiso todos los días. A la mañana, todos desayunan mate cocido con pan o tortilla y a la noche, el guiso que sobra del mediodía. Tomamos agua o gaseosa. De frutas, nada; verduras, tampoco”, reconoce.

“Yo hago cualquier cosa para darles de comer a mis hijos, hasta he vendido mi ropa para pagar el almacén. Pero en el invierno sí la pasamos mal. El de seis años me lloraba porque tenía hambre. El té ya no lo sustentaba y a los más grandes los mandé a la casa de la abuela para que coman”, recuerda con tristeza.

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