“América latina parecía estar destinada a realizar grandes cosas que no se han concretado”

“América latina parecía estar destinada a realizar grandes cosas que no se han concretado”

El escritor cubano habla de La Catedral de los negros, novela en la que da cuenta, quizás sin proponérselo, de los estertores del socialismo en los pueblos perdidos de nuestra región. “La novela trata del fracaso de Latinoamérica como proyecto total”, resume.

10 Enero 2016
Marcial Gala llega tarde. Entra lento y feliz al bar La Ópera, en Buenos Aires. No hay huella de culpa ni de susto. Me estrecha su mano sonriente y se acomoda en la silla. Como un deportista olímpico, rápidamente despunta su instrumento y me habla de su oficio. Marcial es cubano pero hace meses que pasea por Buenos Aires como un turista en fuga.

Miro por la ventana abierta y escucho la respiración de la ciudad. Giro mi cabeza y sigo las palabras de Marcial. Me cuenta que entró al país por Jujuy y que ha visto los campos sembrados y el espacio interminable de la Puna. Marcial tiene una hipótesis. Sostiene que en los rincones perdidos de los cerros, allí donde la policía política no llega, el hombre puede ser libre. Cree que en esos pueblos abandonados de la Argentina si un carro no lleva chapa, puede circular sin problemas, como un ilegal tranquilo.

Pienso en los asesinos inolvidables de su novela La Catedral de los negros. Pienso en El Gringo, ese insuperable gangster de la carne, el curioso vendedor de cadáveres y veo la catedral que crece hasta el cielo y luego la sangre que corre como un bólido lento. La novela de Marcial Gala es una polifonía imparable y está armada con la pericia del sofisticado artífice y con el oído del músico que entiende la sucia armonía de la calle. La Catedral de los negros cruza la lengua oral y el cuidado y perfecto oficio del amanuense (artesano). Entre el desenfado y el delirio, entre el proyecto inconcluso de una catedral y la saturación del pasado delictivo, los personajes viven en Cienfuegos, una ciudad diferente a La Habana pero que funciona como una cifra vana de la no menos vana decadencia comunista. Como un caleidoscopio ciego, la novela da cuenta, quizás sin proponérselo, de los estertores del socialismo en los pueblos perdidos de Latinoamérica. Aunque no es una novela social en sentido estricto, Marcial Gala ha escrito una novela policial sobre el delirio y la paranoia de la política.

Marcial me cuenta que ha escrito dos o tres versiones de su libro. Me dice que él piensa que se puede escribir diversas versiones de una novela y que ninguna es la última.

Creo que entiende el arte novelesco por fuera de la forma clásica. Le digo que para mí un libro nunca está acabado y él asiente y sonríe. Luego toma el celular y envía un mensaje. Marcial está atrapado en la lógica furiosa de la tecnología. Pienso que es así porque viene de Cuba.

Y entonces no puedo ocultar mi pregunta por la situación política. Marcial no se calla. Señala la ventana y la ciudad retumba como un trueno. Me dice que aquí se vive más tranquilo que en Cuba.

Sos pesimista, digo.

No, soy realista.

Al rato, pide un café doble.

Aquí los cafés son muy livianos. En Cuba todo es más negro.

Nos reímos.

Habla de los mulatos, de los negros, de las rubias escasas. Comenta que Cuba es una isla en muchos sentidos.

Después de un rato de conversación amable, le confieso que me tengo que ir. Marcial hace un mohín con la boca. Se ríe. Y me dice que no me asuste, que tiene un arma en el bolso.

Retrocedo en la silla. Marcial saca una enorme cámara de fotos.

Le pide al mozo que nos tome una instantánea. El mozo se asusta. Marcial le explica.

El mozo dispara.

Vemos las imágenes.

Levanto el bolso y le doy un apretón de manos.

Nuestro encuentro ha sido una extraña continuación de la entrevista pasada.

- ¿Cómo surgió la idea de esta novela polifónica, plena de voces que se complementan, se cruzan, se contradicen, se desmienten?

- Me gusta que te hayas fijado en que se desmienten pues esta es una característica de esta novela, lo que la ancla por completo en la ficción, más allá de que es una distopía, me gusta pensar que es como un castillo de arena construido muy cerca de las olas, un castillo que unos niños cándidos tratan de erigir, pero que con la misma velocidad con que se levantan sus almenas, el mar las destruye. Debo decirte que al principio me tentó la idea de hacer una novela sin ficción siguiendo la línea trazada por Truman Capote en la inolvidable A sangre fría, pero una de las cosas que más me atraen del arte de la novela es la maleabilidad de los puntos de vista, y una de las maneras de lograrlo es la utilización de narradores múltiples.

- El Gringo y El tripa no solo hablan de los mulatos y los cubanos sino también de los otros, los españoles y los estadounidenses. Especialmente el Gringo hace una cartografía del “yanqui”, de ese que odia y a la vez lo ayuda a escapar. ¿Podrías hablar de cómo configuraste este aspecto de la novela?

- Bueno, la nación cubana se ha configurado en gran parte mirándose en el distorsionado espejo de España y los EE UU, y lo que pasa en estos dos países siempre ha tenido un eco muy fuerte en la Cuba de adentro como en la de la diáspora. Por otro lado el Gringo es un hombre condenado por su propia esencia, está más allá de cualquier redención, aunque él en su tremenda ingenuidad no parece darse cuenta, eso hace que toda su visión del mundo esté contaminada, enferma, la belleza del mundo le está negada por su propia condición de predador. Eso lo tuve muy claro, el Gringo está como tantos otros, enfermo de la inmediatez, solo puede gozar de lo sensorial y lo más ramplón que ofrece la sociedad contemporánea: un auto de buena marca, una moto lujosa, etc.

- La catedral es un proyecto utópico, monstruoso. Es una obra que excede lo arquitectónico. Es una especie de símbolo de los deseos mesiánicos del personaje de Arturo Stuart. Hay un aspecto delirante en ese proyecto. A la vez, es una cifra de las ambiciones del ser humano en el siglo XXI.

- Exacto. Es una novela muy anclada también en lo que fue la vida en la Cuba de después del 59, época en que Cuba aspiraba a construirse un entorno mayestático y casi ciclópeo, yo recuerdo que casi todo lo que se inauguraba venía antecedido tanto en prensa como en discursos por la frase: la mayor de América Latina, así fuera una fábrica de tabaco, una escuela de arte, lo que sea.

- La novela propone una estética de la destrucción, de la decadencia. Trabaja con la ciudad de Cienfuegos y con la Cuba de la decadencia. ¿Es, de alguna forma, una novela del sinceramiento de la podredumbre que hay detrás del socialismo real?

- Quizás vaya por ahí en cierto sentido innegable, pero también es importante considerar que más allá de esta primer vertiente, la novela trata del fracaso de Latinoamérica como proyecto total, un continente que parecía destinado a realizar grandes cosas que no se han concretado hasta ahora, pues si te fijas un poco verás que el asunto fundamental de la novela es la inocencia, terrible, perversa, que por ejemplo caracteriza a un Chapo Guzmán o a un Pablo Escobar, es el sin sentido latinoamericano.

© LA GACETA

PERFIL

Marcial Gala nació en Cienfuegos (Cuba), en 1963. Poeta, narrador y ensayista, publicó una decena de libros con los que obtuvo distinciones como el Premio Alejo Carpentier y el Premio de la Crítica Literaria. Es miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.

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