Reparten sonrisas entre los ancianos de la calle

Reparten sonrisas entre los ancianos de la calle

El grupo de voluntarios “Ancianos felices” ayuda a las personas sin techo. Unos 15 mendigos sobreviven en el desamparo total.

FELIZ, CON SUS NUEVOS AMIGOS. Antonio sonríe con sus pies curados, comida caliente y rodeado de jóvenes. LA GACETA / FOTO DE ANTONIO FERRONI FELIZ, CON SUS NUEVOS AMIGOS. Antonio sonríe con sus pies curados, comida caliente y rodeado de jóvenes. LA GACETA / FOTO DE ANTONIO FERRONI

Rubén Antonio Moya está acá cerca, sentado en un banco de la peatonal Muñecas. Ahora está tapado con colchas, aunque no hace frío; tiene labio leporino y no sabe su edad, que no debe superar los 50, pero parece un anciano. Lo rodean unas nueve bolsas de consorcio repletas con ropa, diarios, revistas, pan duro, un Nuevo Testamento y otras tantas cosas que le dieron vecinos o amigos. Claro que tiene amigos. Algunos de ellos son los voluntarios de “Ancianos Felices”, que muchos mediodías le dan comida y charla. El menú de hoy es arroz blanco con salsa y salchichas. Huele rico. A ese plato también lo reciben Hugo Ponce, de 83 años, y Juan Rodríguez, de 60, que viven en la esquina de avenida Siria y Chile. Desde una camioneta blanca les tocan bocina, los saludan y les dan charla. Hugo y Juan viven en la calle, aunque desean salir de allí. Según datos de la Dirección de Adultos Mayores del Gobierno provincial, por diversas razones, unos 15 adultos mayores viven como ellos: a la intemperie, al lado de un colchón viejo, en la esquina de tu casa, a la vuelta de Casa de Gobierno. Pero ellos tienen sus ángeles.

“La mayoría son ancianos que fueron abandonados por sus familiares y que se han vuelto alcohólicos. El abandono que tienen es terrible. Por ello fundamos este voluntariado, que tiene casi dos años. Ellos son personas que por sus propios medios no tienen cómo salir de la calle”, explica Luz Parrado, fundadora de “Ancianos Felices”, estudiante de licenciatura en Gerontología y enfermera.

Mientras Carolina Caro, otra de las voluntarias, le entrega un cepillo de dientes y una crema dental, Luz le lava los pies a Rubén Antonio, los unta con una crema antimicótica y se los envuelve con una venda limpia. La joven enfermera asegura que cuando lo encontró en la peatonal hace unos meses estaba en muy mal estado de salud y de higiene: sus pies tenían llagas y estaban llenos de hongos. “Como Antonio no camina, porque prefiere quedarse quieto al lado de sus bolsas para que no le roben sus pertenencias, padece de retención de líquidos y se está recuperando de un esguince. Ya no puede vivir en el calle. Necesita un hogar”, explica Luz.

Juan Carlos Alderete es otro de los amigos de “Ancianos Felices”. Hace unos días fue hospitalizado luego de que en la calle fuera golpeado violentamente. Y como están a punto de darle el alta en el hospital, estos jóvenes, y otros voluntarios de “Un Café Pendiente”, le buscan un hogar. De hecho está circulando por las redes sociales una campaña para encontrarle un techo. “Somos un grupo que los lunes, miércoles, y viernes les damos de comer, los limpiamos, los escuchamos. Pero no podemos hacer más: no tenemos los recursos. Necesitamos que alguien se haga cargo. Morir de viejo en la calle es la peor pesadilla que cualquiera pueda tener”, explica. Luz hoy recorre las calles de la ciudad con un estudiante de Trabajo Social, David Medina; con una empleada del Registro Civil, Jorgelina Ruiz; y con otra estudiante de enfermería, Eliana Serrano.

Hay más

“Un café pendiente” nació hace cinco años en Tucumán y fue transformándose de acuerdo a las necesidades de las personas en situación de calle. En un principio, consistía en que un cliente no sólo pague el café que consume, sino que deje abonados uno más o varios en carácter de “pendientes” para quienes no puedan pagarlos. Cuando las personas sin recursos económicos preguntaban si había algún café pendiente, el dueño de un bar o un mozo se los servían. “Cambiamos de idea, porque los bares eran los intermediarios y quedaba sujeto a ellos si recibían a esas personas en situación de calle. Ahora nosotros vamos hacia ellos: hacemos recorridos nocturnos los fines de semana, con comida y con otras cosas para tratar de mejorar su realidad. De esa forma, los que salimos a ayudar somos los que menos tenemos y más queremos hacer”, cuenta Anna Rox, quien señala que hay otras agrupaciones que ayudan a los sin techo: “Ayuda urbana”, “Alas solidarias” y “Dar más”, entre otras.

La dificultad para encontrar albergues que acepten a los ancianos en situación de calle es uno de los grandes desafíos de los voluntarios. “El municipio tiene un albergue, pero casi siempre está cerrado. De hecho el año pasado, en el invierno, fueron los de ese lugar los que nos entregaron a una señora con un cuadro diabético grave porque no tenían quién la cuide”, añade Anna.

Está lloviendo. Y cuando el cielo llega cargado y negro, algunas de esos desamparados se esfuman. No se sabe a dónde van; quizás al cajero de un banco o al zaguán de una casa abandonada. Sólo uno se queda bajo la lluvia y se tapa con un plástico transparente. Rubén Antonio Moya siempre está bajo el agua; porque si se mueve alguien se quedará con sus bolsas. Y eso es lo único que tiene.

Estiman que hay 28 "sin techo" en la ciudad

Desde mediados del año pasado, la Dirección de Adultos Mayores, que depende de Secretaría de Estado de Niñez, Adolescencia y Familia ha detectado 28 personas en situación de calle. De ellas, unas 15 son efectivamente adultos mayores. Las otras trece son personas que arrancan entre los 45 y 52 años y que permanecen o deambulan en distintas zonas de la ciudad.

“La situación de calle tiene diversos factores muy vinculados a la historia de vida, donde el principal factor es la ruptura con algún familiar. En Tucumán, hay personas que ya llevan unos 15 años o 20 en la calle. Y generalmente, tienen un consumo etílico de larga data, que va produciendo mayor deterioro psicofísico”, describe Analía Sánchez, titular de la mencionada dirección. Por este último factor, la funcionaria aclara que por la apariencia la gente cree que todas las personas en situación de calle son adultos mayores, pero la gran mayoría no supera los 60 años.

Por otra parte, comentó que en algunos casos tienen apego a determinadas zonas de la ciudad, donde crean una red de convivencia: tienen un almacén donde les preparan un sándwich, un vecino que les guarda sus pertenencias, y hasta generan ingresos vendiendo algo o pidiendo. “Generalmente tienen una relación de tensión con sus familias, que no saben cómo convencerlos de modificar su modo de vida. Y tampoco son declaradas personas insanas, por lo que no se los puede llevar a un hogar sin su autorización. Algo de eso pasó con Juan Carlos Alderete: lo llevamos muchas veces a diferentes instituciones y siempre vuelve a la calle”, destacó.

Red de vecinos

Por último, Sánchez resaltó el rol del vecino: “él es clave, son nuestros informantes telefónicos. Nosotros trabajamos en red con los vecinos, con el Ministerio de Salud y con Defensa Civil. Cuando detectamos situaciones de deterioro, activamos mecanismos de traslado. Los llevamos primero a los hospitales (allí reciben tratamientos diversos, desde lo físico a lo mental), y luego tratamos de ubicarlos”.

El trabajo de la Dirección de Adultos Mayores es muy amplio: se ocupan desde la negligencia en la atención o abuso patrimonial, hasta la violencia de género.

El Instituto Gerontológico San Alberto, que está ubicado en Tafí Viejo, es la residencia que depende de esta Dirección y que tiene capacidad para unas 80 personas. Una de las propuestas de campaña del intendente Germán Alfaro había sido la creación de un Albergue para personas en situación de calle. Sobre esa idea, Federico Masso, actual director de Desarrollo Municipal, dijo que ya se está trabajando en reacondicionar el albergue municipal, más conocido como el “Centro Integral de Emergencias Meteorológicas”, que funciona desde 2010 bajo las tribunas del autódromo.

Albergue multiuso

“Fue reinaugurado hace unos 10 días, en el 20% de su capacidad. Y lo hicimos pensando que podemos tener un verano complicado con inundaciones. De todas formas, todavía tiene una capacidad limitada. Hay varias habitaciones que no están en buen estado. Y actualmente, un sector fue cedido al Arzobispado para que funcione a diario un albergue transitorio. Allí se les da la merienda a unos 30 chicos en situación de calle”, explicó Masso. También aseguró que están construyendo cuchetas para ampliar las plazas (“queremos llegar a las 150 camas”) y para el invierno del año que viene pretenden abrir el albergue para personas en situación de calle. Por ahora, nadie duerme allí.

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