Una guerra de dos batallas
El peronismo perdió y entró en una crisis como en 1983 y como en 1999, estado que superará por etapas, a saber: identificación de las causas y de los responsables de la derrota -en marcha-, redescubrimiento de la identidad doctrinaria, renovación de cuadros políticos, reorganización partidaria, distribución de espacios internos y consolidación de nuevos liderazgos. Y a causa de que les es insoportable vivir fuera del gobierno ya entraron en estado de ebullición; es evidente en sus acciones: aún no se fueron de la gestión nacional y ya están soñando con el regreso. No están cómodos fuera del poder, no conciben este estado como natural.

En ese sentido, la “Biblia peronista” es básica en el capítulo referido al poder: ganarlo y mantenerlo es una virtud y perderlo un error, parafraseando a Jorge Asís. Ese proceso de reconstrucción debería estar resuelto a más tardar en 2017. Ese año, el PJ debería dar la batalla de las batallas electorales y apuntar a ganar los comicios legislativos de Buenos Aires, un trampolín para pensar en la presidencia 24 meses después. ¿Mucho? Cuatro años pasan rápido, dijo Manzur el jueves durante la asunción del secretario de Asuntos Comunitarios y Sociales del Interior, Alberto Olea, el ex intendente de Monteros. En el calendario político, eso es así. Y si bien el ganador de la elección nacional fue Cambiemos; algunos acelerados se inquietaron más por dilucidar quién liderará al peronismo desde la oposición antes que por conocer las medidas económicas que adoptará el sucesor de Cristina.

El debate interno y la superación del estado de crisis se desarrollará en paralelo con la gestión de Macri, para bien o para mal del mandatario electo. Se arrojan unos pocos nombres en la parrilla como posibles conductores del peronismo en ese tránsito: Cristina, Scioli, Urtubey. Sin embargo, en el devenir del proceso de rearmado surgirán otros apellidos; es la consecuencia que acarrea la derrota. En el justicialismo, alguna vez, se los supo identificar como renovadores.

Hoy por hoy se especula sobre lo que harán la Presidenta y el gobernador bonaerense. Ella muestra vocación de poder y tiene a los camporistas tras sus faldas; pero su futuro depende en parte de la Justicia. Scioli debe demostrar desde el llano -sinónimo de infierno político para un peronista- que aspira a convertirse en el nuevo conductor del espacio opositor. Deberá afrontar ese reto sin una caja y con las ambiciones de algunos intendentes bonaereneses que ganaron en sus jurisdicciones. Su camino es empinado, pedregoso y encima porta el estigma de “derrotado”.

Para los justicialistas, él y Cristina pueden amenazar hoy con pelear una banca parlamentaria por Buenos Aires en 2017. Allí terciará, seguramente, Sergio Massa desde la disidencia del peronismo. Falta, pero para los pejotistas, su nuevo estado político los incomoda. Pueden ser acusados de tempraneros, pero algunos ya le apuntan al PJ y al Ejecutivo nacional.

Por ejemplo, el ministro de Gobierno de Salta, Juan Pablo Rodríguez, fue claro: Cristina, Scioli o Fellner no van a tener un espacio de poder en la Argentina que viene y eso obliga a que el peronismo se renueve. En este contexto, Urtubey ocupa un lugar en la primera fila del PJ. No anduvo con chiquitas y acotó que Urtubey buscará presidir el partido y hasta aspirar a la Presidencia del país. Dato: el salteño no puede ser reelecto en 2019.

Urtubey puso paños fríos a sus colaboradores tras la reunión del miércoles entre Scioli y los gobernadores peronistas: no es una prioridad definir un nuevo liderazgo dado que los mandatos continúan vigentes, dijo respecto de las autoridades del PJ. Quien preside el partido a nivel nacional es Fellner, el jujeño que fuera derrotado en su provincia por el radical Gerardo Morales. Urtubey ve a Fellner como el representante del peronismo en la Auditoría General de la Nación. Manzur, en cambio, piensa como los kirchneristas y alude a Aníbal Fernández para el puesto, el responsable de la debacle electoral del Frente para la Victoria en Buenos Aires.

La diferencia entre Urtubey y Manzur no es menor -y la zanjará el jueves el PJ nacional-, ya que son dos figuras del justicialismo que pueden aspirar a ser protagonistas en un eventual proceso de renovación del peronismo: gobiernan provincias en una región que acompañó al FpV y son autoridades partidarias. La designación del representante del PJ en la AGN dirá quien comienza ganando la pelea entre el kirchnerismo saliente y el peronismo que vuelve.

El salteño le supo marcar anticipadamente la cancha al tucumano después de los comicios del 23 de agosto: lo peor es que, en definitiva, hay gobiernos que la gente ha votado, porque efectivamente Manzur va a ser gobernador, pero la mancha a la legitimidad de origen termina complicando a toda la sociedad, no sólo a un gobierno; señaló. He ahí una pelea regional en ciernes por resolver liderazgos en el Norte. En ese marco, desde el PJ tucumano se advierte que hay que recordar la cantidad de mandatarios provinciales que vinieron a la asunción de Manzur. Es bien mirado, incluso por Moyano y Caló; se acota como para nivelar las oportunidades con el salteño.

En fin, pelea a futuro entre bonaerenses, próxima disputa política regional entre dos gobernadores, ¿enfrentamiento local por el manejo del peronismo a futuro? En este aspecto hay algunos adelantados que picaron en punta tratando de fijar diferencias entre los dos próximos y seguros contendientes por hegemonizar y conducir al peronismo tucumano: Manzur y Alperovich. Ese liderazgo se dirimirá en dos campos de batalla: en el Partido Justicialista y en el Concejo Deliberante capitalino.

El domingo pasado, en la sede pejotista, en la propia cara de la presidenta del partido, Beatriz Rojkés, y del ex gobernador, un grupo claramente identificado gritó “Manzur conducción”. La incomodidad del matrimonio fue evidente. Por esta causa, el senador electo habría sido luego crítico con algunos funcionarios de su gestión reciclados en la actual. Días después, aparecieron en el centro afiches con esa disociadora leyenda política. La traición se puso en marcha, podría ser el corolario. Y aunque puertas adentro del PJ se sabe quien es el promotor de la movida, se comenta que no hubo guiño del actual mandatario para tal acción pero, cuidado, tampoco hubo una desautorización explícita. La “Biblia” de conducción peronista dice que al PJ lo maneja el que gobierna, ya sea directamente o a través de una persona de confianza. Alperovich lo hizo a través de su esposa. ¿Y Manzur?

¿Acaso se está pensando en renuncias o en adelantar los comicios internos de renovación de autoridades, previsto para 2017, como una forma de dirimir este conflicto a futuro? ¿Manzur enfrentándose a Rojkés o, lo que es lo mismo, a Alperovich, en una interna? Esa grieta se va a producir y se va a cerrar; es inevitable en el PJ, donde existe un proceso de selección natural, en el que el mejor adaptado a las circunstancias -el que detenta el poder y la distribución de los recursos- se engulle al más débil. Darwinismo peronista. El ex legislador José Alberto Cúneo Vergés, mentor de la movida secesionista, entiende que no hay alternativas, y que esa definición se producirá tarde o temprano.

Sin embargo, existe una posibilidad intermedia y menos cruenta para que Manzur llegue a manejar el PJ sin comicios, pero debe ser consensuada: que los 20 consejeros provinciales reordenen la mesa de conducción. Es que en una interna partidaria se elige consejeros, y estos después resuelven la integración de la mesa chica de cinco. Esa mesa es encabezada por Rojkés, Manzur, José López, Osvaldo Jaldo y Regino Amado. Es una posible pulseada. En la que intervendrían el resto de consejeros: Pablo Yedlin, Beatriz Mirkin, Fernando Juri, Reynaldo Jiménez, Alberto Herrera, Ramón Cano, Juan Antonio Ruiz Olivares, Raúl Hadla, Teresa Felipe de Heredia, Zacarías Khoder, Marta Zurita, Roque Alvarez, Juan Carlos Mamaní, Armando Cortalezzi y Daniel Toledo.

¿Qué alimenta la posibilidad de esta disputa política? Respuesta: la historia de peronismo, que no admite conducciones bicéfalas. A lo sumo matrimonios. Tampoco hay un acuerdo entre Manzur y Alperovich al estilo de los cordobeses José Manuel de la Sota y Juan Schiaretti, que se alternan en la gobernación de la provincia mediterránea porque allí no hay reelección. Y Manzur maneja ahora la caja que antes tenía Alperovich, con la que suele disciplinarse a los díscolos.

¿Cómo puede dar pelea entonces el senador electo? Nos vamos a atrincherar en el PJ, les habría dicho Alperovich a un par de simpatizantes fieles de la capital. Hasta el momento, en los gestos, la sociedad Manzur-Alperovich funciona a pleno. Juan le cumplió en un 90% lo que pidió José, señaló un ex concejal para aventar los fantasmas de pronta ruptura. Pero, la pelea sobrevendrá y no se ajustará sólo al PJ, sino que las esquirlas alcanzarán al bloque del FpV de la Capital, que internamente deberá definir a quién responde finalmente: si al nuevo gobernador o a su antecesor. Es un enfrentamiento que se dará aunque los principales protagonistas no lo quieran. Deberán asumir con resignación los roles de adversarios, porque eso está en el ABC del manual peronista. La inercia histórica empuja en ese sentido. La ola los lleva.

Entre el jueves y ayer hubo botones de muestra sobre esa interna. La fractura fue evidente en la sesión del Concejo Deliberante del jueves; cuando los ediles del FpV no acataron directrices de la Casa de Gobierno. Ese día hubo comunicaciones entre funcionarios de los ejecutivos provincial y municipal para que todos salieran contentos. Pero no. El FpV y sus socios bussistas no acompañaron y la sesión se frustró. El alfarismo le apuntó a Alperovich y a sus dos principales espadas: Loza y Mizrahi. Allí intervino Manzur, tal vez oteando que el manzurismo como tercero en discordia no se hacía presente en la Capital, e invitó a Alfaro a un encuentro. La “foto” de ambos venía con mensajes: somos lo que gobernamos, los que hacemos y deshacemos y los acuerdos serán entre nosotros dos. Sin nadie más, ni siquiera Alperovich. Ayer se puso a prueba la efectividad política de esa jugada.

La sesión se realizó y cada uno obtuvo lo que quiso: Alfaro la tranquilidad financiera y Manzur la división del bloque del FpV, por lo menos políticamente. La pulseada con Alperovich se mantendrá en el terreno del Concejo; división que provocará una mueca de satisfacción al intendente, al margen de que su bloque de concejales tiene una integración variopinta. Loza niega esa fractura en su grupo: el peronismo está unido en el Concejo; asegura. Sin embargo, ayer Ramón Cano y Javier Morof, cuyas esposas Graciela Suárez y Belén Cruzado Sánchez integran el cuerpo, asistieron a la sesión para verificar el comportamiento manzurista de sus cónyuges; al decir de los alfaristas puros.

En fin, una guerra de dos batallas -PJ y Concejo Deliberante- les espera a Manzur y a Alperovich. No tienen escapatoria, están signados por la selección darwinista que marca al partido, trámite que se dará con el peronismo derrotado a nivel nacional, en crisis, y en proceso de legitimar nuevos liderazgos.

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