El joven Roca de vuelta en Tucumán

El joven Roca de vuelta en Tucumán

Desde fines de 1868 a noviembre de 1870, el futuro presidente cumplió, en su ciudad natal, una delicada misión militar y política.

LA PLAZA INDEPENDENCIA HACIA 1870. El fotógrafo Ángel Paganelli armó esta “panorámica” pegando tres imágenes, para registrar el lado oeste del paseo. LA PLAZA INDEPENDENCIA HACIA 1870. El fotógrafo Ángel Paganelli armó esta “panorámica” pegando tres imágenes, para registrar el lado oeste del paseo.
Es indiscutible que tres tucumanos lideraron la formación de la Argentina moderna: Juan Bautista Alberdi, Nicolás Avellaneda y Julio Argentino Roca. Forzosamente, desarrollaron sus carreras fuera de la ciudad natal y, a pesar del cariño que le tenían, regresaron a ella muy pocas veces: Alberdi una, en 1834, y Avellaneda dos: en 1876, para inaugurar el ferrocarril, y en 1884 para buscar inútilmente el alivio de su enfermedad. En cuanto a Roca, retornó en un par de ocasiones: desde fines de 1868 hasta noviembre de 1870 y, ya presidente, por breves días en 1883. Así, de este trío de tucumanos famosos, fue Roca el que permaneció más tiempo en su provincia, en la edad adulta. Durante la primera estadía, desempeñó a conciencia una importante misión militar y política. Vale la pena narrar esa historia.

“Mayor y feo”


Corría 1868 y Domingo Faustino Sarmiento era el flamante presidente de la República. Entre los problemas que enfrentaba, algunos se localizaban en el noroeste argentino. Uno era la acción de los hermanos Taboada, desde Santiago del Estero: mitristas de siempre, eran francos opositores al nuevo presidente y extendían sus manejos, para fomentar alzamientos, por toda la región. Otro problema estaba en Salta. Allí, el jefe militar de la guarnición, coronel Martín Cornejo, intervenía descaradamente en política, lo que acorralaba al gobernador Sixto Ovejero. Esto ocurría en momentos en que se anunciaba una nueva invasión del caudillo Felipe Varela a esa provincia.

Esto último dio a Sarmiento pretexto para operar en la zona. Narraría: “Pedí un militar de confianza y de peso para darle una comisión arriesgada, y me presentaron un joven de buena apariencia; pero por serlo uno y otro, no cuadraba a mi propósito. Necesitaba un hombre de más años y, si era posible, un poco feo”. El candidato era el teniente coronel Julio Argentino Roca.

Roca en su ciudad


El ministro de Guerra insistió en la recomendación, y finalmente Sarmiento aceptó su criterio. Entonces, con órdenes de actuar sobre Varela y también de relevar a Cornejo, el joven Roca partió al norte llevando 50 soldados de escolta. Previsiblemente, al gobernador santiagueño Manuel Taboada le disgustó que la dirección de una probable guerra contra el caudillo no se encomendara a su hermano, el general Antonino Taboada, en su calidad de comandante de la frontera.

En consecuencia, ambos desconfiaron de las ulterioridades del viaje de Roca. A su paso por Santiago, lo hostilizaron por medio de la prensa, además de prepararle una trastada. El capitán que lo alojó hizo desaparecer, en la noche, toda su caballada. Pero Roca lo arrestó y le advirtió que, si no volvían los caballos, lo pasaría por las armas. Los caballos volvieron.

Roca arribó a Tucumán cuando terminaba diciembre de 1868. El gobernador Octavio Luna, mitrista, no tuvo más remedio que tragarse el disgusto y complacer al enviado presidencial. Cuando Roca le pidió que reforzara sus hombres, se apresuró a aportarle unos 200 soldados. Al mando de ese contingente, el día de Reyes de 1869 Roca partió a Salta.

Éxito en Salta


Llegado a esa ciudad, mediante un inteligente dispositivo de fuerzas desarticuló –por las dudas- las perspectivas militares de Cornejo, y lo relevó sin ningún inconveniente. Además, no tuvo necesidad de combatir con Varela. Al promediar enero, el coronel Pedro Corvalán lo derrotó en Salinas de Pastos Grandes, lanzándolo exiliado a Chile, de donde ya no volvería.

Un breve tiempo más estuvo Roca en Salta. El ministro de Guerra lo destinó a Tucumán, a donde había sido trasladado el Batallón 7 de Línea, del cual era jefe. Además, Sarmiento ahondó su intención de restringir aun más la jurisdicción militar de Taboada: nombró al general Ignacio Rivas jefe de toda movilización que se hiciera en el noroeste, y luego lo ascendió a “Inspector de Armas de la Nación en la I y II Circunscripción Militar”, siempre con asiento en Tucumán.

Días tucumanos

Entretanto, Roca se deleitaba paseando por ese Tucumán que había dejado años atrás y que ahora redescubría. En carta a su hermano Ataliva, le decía que “nuestra provincia es una maravilla sin igual tal vez en todo el continente americano”. Aseguraba: “He quedado encantado de mi paseo. No hay pluma que pueda describir la belleza de nuestros campos cubiertos de eterno verdor, decorados de cientos de ríos y arroyos”. A su soberbio paisaje, había que agregarle “las producciones de todos los climas”, que convertían a Tucumán en “un paraíso, donde la vida se desliza en medio de la belleza de una naturaleza pródiga. Aquí no hay pobres, no hay miseria; el que no vive en la abundancia, es porque es un solemnísimo haragán o algún estúpido. Aquí todo el mundo hace fortuna”.

Salvo aquellos intervalos, destinaba todo su tiempo a instruir al Batallón. Aumentó su número de plazas y redactó, para los oficiales, el único texto sobre temas militares que se le conoce. Se trataba de un folleto, editado en Tucumán en 1869, con el título “Manejo del Arma de Infantería, de las V y VI Ediciones de la obra de Perea, arreglada para el Batallón 7 de Línea por su Jefe, el Teniente Coronel D. Julio Argentino Roca”.

Luna y los Taboada

Además, Roca secundaba al general Rivas en la tirante relación que mantenía con ese conjunto mitrista del gobernador Luna y los Taboada. La tensión se agravó con motivo de la elección del nuevo gobernador de Tucumán, candidatura que Rivas rechazó. En su transcurso, Luna presionó violentamente sobre los electores, pero no tuvo éxito. Salió ungido gobernador don Belisario López, un sereno empresario que no tenía compromisos con ninguno de los bandos.

Antes y después de la elección, la presencia de Roca en Tucumán continuó irritando a los Taboada. En noviembre, el nuevo gobernador López resolvió visitar los departamentos de la campaña, y Roca lo acompañó.

Primer motín

Así, estaba ausente de la ciudad, cuando estalló un motín en su Batallón. Fue conjurado porque uno de los sargentos denunció que el comandante Victorio Hernández lo había entrevistado, de parte del gobernador Taboada, ofreciéndole dinero a cambio de sublevar a la tropa. Enterado de la infidencia del sargento, Hernández huyó a Santiago del Estero.

Para levantar una cortina de humo sobre el suceso, Taboada urdió un burdo invento. Denunció, en el diario santiagueño “Norte”, que existió una conspiración para asesinarlo, promovida, aseguraba, por el gobernador López y por Roca. Decía que, en realidad, la supuesta visita de ambos a la campaña, tenía por objeto apoyar ese atentado con las fuerzas de la Provincia.

Nuevo motín


En los primeros meses de 1870, se registró otro sobresalto militar. Una nueva sublevación del Batallón 7, el 12 de marzo, obligó a Roca a regresar apresuradamente de Catamarca, donde se hallaba de viaje. Aunque ya el movimiento –que costó las muertes del subteniente Barquín y del teniente Vega- había sido sofocado por sus oficiales, Roca acudió a un golpe efectista para reafirmar su autoridad. Entró al galope al cuartel, hizo que todos cargaran las armas y llamó a formación. Una vez reunidos los soldados, los recriminó ásperamente, y los desafió a que, puesto que lo tenían enfrente, lo mataran si ese era su propósito. Logró así que, a voz en cuello, todos vivaran su nombre…

Para Roca, el motín formaba parte de la disolvente tarea en que se empeñaban los Taboada. Afirmó, en carta al ministro de Guerra, que “no cesan de conspirar para apoderarse de la situación de Tucumán, y por ver si pueden producir una chispa que vaya a conmover la atmósfera de paz y de progreso que se siente en el litoral de la República”.

Franca oferta

Terminaba con un juicio rotundo y una franca propuesta. “Para que nuestro presidente pueda cumplir su promesa de mantener la paz por años, es absolutamente indispensable la caída de los Taboada. Si a V.E. le pareciere bien, yo podría encargarme de ello, con la seguridad de no comprometerme ni comprometer a nadie”… El Batallón 7 continuaría en Tucumán hasta noviembre, época en que el Gobierno Nacional resolvió trasladarlo a Córdoba con su jefe. Al mes siguiente, Roca era enviado a operar contra los rebeldes de Ricardo López Jordán. Empezaría entonces, junto con la victoria de Ñaembé, a alzarse en el firmamento la estrella del futuro presidente de la República.

Promesa de volver

Roca había pasado casi dos años en su Tucumán natal, al que sólo regresaría, dijimos, por breves días en 1883. Luego de su segunda presidencia, en 1907, se habló de un regreso, que finalmente no se produjo. Roca escribió a su gran amigo Lucas Córdoba: “No puedes imaginarte cuán grandes son mis deseos de visitar nuestra bella y fecunda provincia, después de tantos años de ausencia”. No dudaba que “es una buena madre, que me recibiría con cariño”. Le era imposible moverse de Buenos Aires. Se despedía: “No pierdo, sin embargo, la esperanza de realizar bien pronto, y antes de que tú y yo nos muramos, mi anhelo eterno de visitar, despacio y sin etiquetas ni obligaciones sociales, la tierra querida que no se olvida nunca”.

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