Los narcos coparon los pueblos del interior

Los narcos coparon los pueblos del interior

Cada vez son más los jóvenes adictos en las ciudades pequeñas del interior, donde el consumo de drogas trajo como consecuencia una terrible ola de inseguridad. Los dealers parten de la capital los viernes, sábados y domingos transportando no más de 100 dosis, para evitar llamar la atención.

PROTESTA EN LA COMISARÍA. Para la gente de Villa Quinteros, la venta de drogas es la causa de la inseguridad. foto enviada a la gaceta en whatsapp PROTESTA EN LA COMISARÍA. Para la gente de Villa Quinteros, la venta de drogas es la causa de la inseguridad. foto enviada a la gaceta en whatsapp
28 Noviembre 2015
9, 38 y 157 no son números elegidos al azar. Son las rutas que utilizan los narcos para llevar las drogas al interior de la provincia. Este es un terreno fértil para las bandas narcos que venden sustancias en esos lugares. El mercado de la capital es bueno, pero siempre es mejor buscar nuevos horizontes para ampliar el negocio. Y esas pequeñas localidades se han transformado en una mina de oro para los viles emprendimientos de los traficantes.

Marihuana, “paco” y cocaína son las drogas que, según dicen los habitantes de las localidades, están haciendo estragos entre los más jóvenes. Los investigadores creen que los grupos narcos envían al interior a sus dealers con pequeñas cantidades de estupefacientes para que las comercialicen algunos días a la semana, pero especialmente durante los viernes, sábados y domingos. Detectar a un traficante con menos de 100 dosis, salvo que exista un dato concreto, es muy difícil.

Pero las bandas se encuentran con un problema que se puede resumir recordando un viejo refrán: “Pueblo chico, infierno grande”. Por el momento no se instalan en esos lugares porque saben que su presencia llamará la atención de los habitantes de esas localidades y es muy probable que rápidamente sean denunciados. Tampoco se atreven a contratar a un lugareño para que se encargue de instalar y manejar un quiosco porque el movimiento de los clientes despertaría sospechas.

Un caso testigo

Delfín Gallo es una localidad ubicada al este de la provincia. Está a unos 17 kilómetros de la capital y lejos de los barrios La Costanera, “El Sifón” y 11 de Marzo, entre otros, pero el drama sigue siendo el mismo. Abundan las madres desesperadas que no encuentran respuestas en la difícil misión de conseguir ayuda para sus hijos que han caído bajo las garras del “paco”.

Los índices delictivos en esa localidad, como en todas aquellas donde se ha incrementado el consumo de drogas, se han disparados a niveles insospechados porque cada vez son más los jóvenes que hacen cualquier cosa para conseguir dinero y así poder comprar estupefacientes.

Fue tan grave el panorama en esa ciudad, que el cura del pueblo, Juan Viroche, por pedido de los vecinos, ofició una misa en plena calle para pedir por un pueblo sin drogas ni delitos. “Se ve que hay grandes operativos (policiales) en la zona del Gran San Miguel de Tucumán, pero el interior comienza a liberarse y (los delincuentes) empiezan a venir hacia acá”, había explicado el sacerdote.

El trabajo de los dealers no deja de sorprender a los vecinos. El mismo cura había contado, el día de la misa, que utilizan bombas de estruendo para anunciar la llegada de drogas. “A determinada hora de la noche, los fines de semana, suena una bomba avisando que ‘ya vienen en camino’. Luego suenan dos bombas avisando que ‘ya están’ en los lugares que los chicos saben que se vende”, relató.

Poderosos

“El consumo de drogas crece y no estamos en camino de resolver este flagelo”, aseguró José María Rossi, obispo de Concepción en una charla con LA GACETA. Consideró además que este drama, al estar vinculado con el “delito mafioso” y que involucra a bandas organizadas que mueven bastante dinero, “tiene posibilidades de escapar de forma fácil de las garras de la ley y la represión”.

“El dinero puede corromper corazones y conciencias”, sentenció. De ahí que observó que no es posible el crecimiento de la drogadicción “sin que haya complicidades de los poderosos”. Y aseguró que éstos, no solo están en la estructura del Estado, sino también en la parte privada. “Estos poderosos, a través de empresas, lavan el dinero del narcotráfico”, declaró.

“Vivimos, como se dice, tratando de sacar la pelota al córner, haciendo lo posible para que no haya más gente perjudicada, pero realmente hace falta que la comunidad se organice para solucionar este problema”, opinó el prelado.

Enseguida remarcó que es el Estado el que tiene que liderar las organizaciones sociales, entre ellas educativas, deportivas y otras, en razón de que es la única manera de que la lucha contra el narcotráfico pueda resultar eficaz.

Rossi aclaró que el Estado tiene la responsabilidad de ponerse al frente de esta tarea. “Tiene una mirada más amplia, de conjunto, información y poder. Esta batalla abarca la prevención, que es muy importante, y la recuperación para los que ya han caído en la adicción. El último es un trabajo difícil, duro y costoso, pero que hay que hacerlo porque no podemos permanecer indiferentes ante el sufrimiento del adicto y su familia”, sostuvo.

El obispo también abordó la represión como herramienta del Estado que debe utilizarse dentro del marco de la ley y respeto a las personas. “El narcotráfico es un delito que tiene que ser reprimido, y no es de salir a fusilar. Y en ese sentido los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial, tienen que organizarse en esta labor. Es un gran negocio que hace delinquir al que vende y consume, aumentando el nivel de inseguridad y violencia”, apuntó.

En todos lados

En Villa Quinteros, como en otras comunidades del interior tucumano, los vecinos aseguran que los delitos comunes han crecido de la mano del consumo de estupefacientes. “Te descuidas y te levantan lo que encuentran. Luego lo reducen por dos mangos para comprar drogas. Este drama llegó desde las ciudades y no hay forma de frenarlo”, denunció don Antonio Leiva.

A él mismo le sustrajeron una bicicleta de la puerta de su casa. En ese pueblo fue tal el repunte de los delitos comunes, que los vecinos se vieron obligados a salir a reclamar mayor seguridad frente a la comisaría. Finalmente se reforzó con personal y un medio de movilidad esa dependencia. Pero el problema no desapareció y, al igual que en el resto de las comunidades, todos los días hay robos o hurtos.

El ministro de Gobierno, Seguridad y Justicia, Regino Amado, admitió la influencia que tiene el drama de la drogadicción en el incremento de los delitos comunes. Y por esa razón adelantó que, como primera medida, define acciones tendientes a contrarrestar el narcotráfico.

Así planea, con Gendarmería Nacional y la Policía Federal, instrumentar controles imprevistos en las rutas 38, 157 y 9, que atraviesan la provincia. Por estas ingresarían estupefacientes y también mercaderías ilegales.

Para cumplir con este objetivo, están avanzadas las gestiones para instalar destacamentos en Capitán Cáceres y Juan Bautista Alberdi.

“Además de reforzar la seguridad con más controles de tránsito, aumentar la cantidad de móviles y del personal policial, nos proponemos coordinar otras tareas con organizaciones intermedias, educativas o vecinales programas que contribuyan con firmeza a la prevención de las adicciones” comentó el funcionario.

“El deporte es una de las actividades sobre la que haremos hincapié, al igual que otras que distraigan a los jóvenes de las adicciones. Queremos revertir la actual situación actual y no vamos a aflojar hasta lograrlo en forma mancomunada”, concluyó Amado.

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