Manzur volvió a derrotar a Cano
Cuenta la leyenda que una familia de gorriones, conminada en su nido por el crudo invierno, decide jugar su suerte al destino. Papá gorrión intenta volar en busca de alimento, pero apenas hace unos metros y cae congelado. Mamá gorriona sale a buscar a su pareja, pero corre igual suerte. El pichón mayor la imita y termina tendido sobre la nieve. El más pequeño, al verse solo, intenta aletear y ni bien lo hace se desploma sobre la fría capa blanca. Era su fin, pero una vaca que pasaba por el lugar lo cubrió con sus heces y el pichoncito comenzó a revivir y a piar de alegría al sentir ese calor. Un lobo que pasaba por el lugar lo oyó, lo sacó de esa tibia materia orgánica, lo llevó hasta un lago que había cerca, lo lavó y se lo comió. Moraleja: el que te llena de porquería, no siempre lo hace para provocarte un mal; no todo el que te saca de una situación complicada, lo hace para ayudar, y cuando estés cubierto de problemas, no se te ocurra decir ni pío.

La política obra de maneras misteriosas. Como en la fábula de los gorriones, los dirigentes tucumanos sufren o respiran aliviados por motivos -digamos- poco convencionales. El caso de Juan Luis Manzur y José Manuel Cano es una muestra de ello. El gobernador andaba nervioso por estos días (¿habrá llegado a estarlo, realmente?) ante la posibilidad de que su ex rival electoral se sentase en un ministerio nacional. Peor aún, imaginaba que el destino le iba a jugar una treta e iba a colocar a su archienemigo en el puesto que él mismo supo ocupar: el de Salud. Se veía con la “porquería” hasta el cuello. El triunfo de Mauricio Macri parecía haberlo dejado en desgracia, pero no contaba con los “lobos” que, en apariencia amables para uno, en realidad se iban a comer las chances ministeriales de Cano. El diputado nacional, afirman en su entorno, fue víctima de una campaña que correligionarios y macristas se encargaron de orquestar para calentarle la oreja al presidente electo. Por motivos que únicamente la política puede explicar, algunos no querían que Cano estuviese en un lugar en el que pudiera brillar y, por ejemplo, opacar las chances que referentes del PRO creen que tienen de disputar “cosas importantes” en materia electoral. “Disputa de toma y daca con proyección a futuro”, sería el título del diplomado que desde hace décadas dictan los radicales y que ahora también ejercen los macristas. El problema es que esa “capacitación” no posee buena salida laboral, ya que los expertos en la materia terminan perjudicando a la “competencia”, pero quedándose sin nada ellos mismos.

Más allá de esas operaciones, que datan de varias semanas, la clave de la decisión final de Macri provendría del propio Manzur. ¿Cómo, de Manzur, el mismo que tildó a Macri de golpista cuando vino a -según el gobernador- agitar al pueblo tucumano? ¿El mismo hombre que el jefe de Estado nacional electo llamó tramposo? ¿El mismo dirigente que congregó en su asunción a Daniel Scioli y a todos los gobernadores peronistas en Tucumán para hacer campaña contra Macri? Sí. Porque pese a todo lo que parece, la fábula del inicio se impone. La cuestión sería que un grupo de al menos una decena de laboratorios le habría solicitado al sucesor de Cristina Fernández que no sea Cano el heredero del ministerio que supo ocupar Manzur. Macri, en el fondo, no deja de ser un empresario y sabe perfectamente que la industria farmacéutica es una de las más grandes del mundo. Los laboratorios, a su vez, se beneficiaron como nunca con los planes instrumentados por el mandatario tucumano, que incluyen nuevas vacunas en el calendario obligatorio. No vaya a ser que esas cuestiones caigan en manos de un derrotado contrincante de aquel ministro de Salud de la Nación y que alguno de esos acuerdos terminaran cayendo... O sea: los peronistas K que salieron a la calle y acamparon en Tribunales para reclamar que se reconozca el triunfo de Manzur terminan beneficiados con una medida de su peor pesadilla, Macri. Y los opositores que coparon la plaza Independencia para exigir que se vote de nuevo culminan viendo a su líder (si es que Cano lo era) perjudicado por quien creían que iba a ser su salvador, Macri.

Otra vez, Manzur derrotó a Cano.

Valijas para todos

A la Legislatura también le cabe el cuento de los gorriones, pero parece que sus ocupantes están dispuestos a no aprender la moraleja. El halo de dudas sobre cómo y qué hacen con los fondos públicos que reciben en concepto de gastos sociales parece no hacerles mella. La publicidad del despilfarro de recursos y de la falta de certezas sobre cómo se utiliza ese dinero era una oportunidad para blanquear el sistema. Era también un hermoso pretexto para que los opositores que llegaron a la Cámara defenestraran a los oficialistas, máxime a aquellos que ya vienen de ocupar poltronas y lugares estratégicos del Gobierno anterior. Pero ni los que agitaron la bandera del Bicentenario ni los que llegaron con estructura propia abren la boca. No están dispuestos a decir ni “pío”. ¿Será que están como el gorrión? La respuesta es desconocida, pero hay indicios. Por ejemplo, al menos un legislador radical y otro del peronismo disidente esbozaron proyectos para normalizar la utilización de los gastos sociales, reglamentarlos y dejar en claro cómo se rendirá cuentas. Pero ninguna de esas iniciativas se hizo pública; están frenadas. El día previo a la sesión, “mágicamente” apareció dinero en la cuenta de la Legislatura. Igual de mágico fue el sistema con el que se extrajeron fondos de esa cuenta, porque ya no se utilizaron las camionetas, pero continúa siendo igual de oscuro el procedimiento para extraer y repartir el dinero en la Legislatura. Así, los flamantes 49 parlamentarios sellarán hoy su complicidad en la utilización escandalosa y arbitraria de dinero de los tucumanos. Así inauguran su gestión.

Al final de la fábula, el gorrión que parecía que iba a salvarse termina igualmente muerto. Es que en la fantasía, como en la vida misma, siempre queda la sensación de que todo cambia para que nada cambie.

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