Por Carlos Páez de la Torre H
23 Noviembre 2015
LA ESTACIÓN EXPERIMENTAL. En 1915, carros con plantas llegan al establecimiento en cuya formación actuó León Caravaniez. la gaceta / archivo
El ingeniero francés León Caravaniez residió largos años en Tucumán, y fue un importante colaborador de don Alfredo Guzmán en la formación de la quinta Guillermina. Asimismo, participó en la de la Estación Experimental, también proyectada por Guzmán: el Gobierno lo comisionó en 1907 para un largo viaje al extranjero, donde recogería experiencias a ese respecto. Regresó a Francia en 1922.
Desde las columnas del diario “El Orden”, en 1920, propició el reemplazo de la nafta por un combustible basado en el alcohol de la caña, y postuló que se le diera el nombre de “Tucumalina”. Meses después, la revista científica europea “Nature”, en su edición del 3 de abril de 1920, publicó la fórmula. Se la había empezado a elaborar en Natal, Sudáfrica, donde había una floreciente industria azucarera. La llamaban “Natalita”.
Se trataba, decía, de mezclar un 54 por ciento de alcohol, un 45 por ciento de éter y un 1 por ciento de Trimetilamina. Aseguraba la revista que la mezcla tiene “un poder calorífico inferior de un tercio al del petróleo; pero cuando se quema en un motor de rendimiento térmico más elevado, con un peso dado de Natalita, usada la mezcla en un motor determinado, puede hacerse un recorrido que será del 85 al 95 por ciento del que se haría con el mismo peso de petróleo”. Según la revista, la “Natalita” pugnaba por generalizarse en aquel continente.
“Como se ve –expresaba el diario tucumano- se trata de la misma preparación de que se hizo cargo el señor León Caravaniez para aconsejar su uso, desde estas columnas, reclamando para sí sólo la paternidad del nombre ‘Tucumalina’, declarando desde luego que el invento no le pertenecía”.
Desde las columnas del diario “El Orden”, en 1920, propició el reemplazo de la nafta por un combustible basado en el alcohol de la caña, y postuló que se le diera el nombre de “Tucumalina”. Meses después, la revista científica europea “Nature”, en su edición del 3 de abril de 1920, publicó la fórmula. Se la había empezado a elaborar en Natal, Sudáfrica, donde había una floreciente industria azucarera. La llamaban “Natalita”.
Se trataba, decía, de mezclar un 54 por ciento de alcohol, un 45 por ciento de éter y un 1 por ciento de Trimetilamina. Aseguraba la revista que la mezcla tiene “un poder calorífico inferior de un tercio al del petróleo; pero cuando se quema en un motor de rendimiento térmico más elevado, con un peso dado de Natalita, usada la mezcla en un motor determinado, puede hacerse un recorrido que será del 85 al 95 por ciento del que se haría con el mismo peso de petróleo”. Según la revista, la “Natalita” pugnaba por generalizarse en aquel continente.
“Como se ve –expresaba el diario tucumano- se trata de la misma preparación de que se hizo cargo el señor León Caravaniez para aconsejar su uso, desde estas columnas, reclamando para sí sólo la paternidad del nombre ‘Tucumalina’, declarando desde luego que el invento no le pertenecía”.
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