El mal en tiempo real

El mal en tiempo real

Ficción que anticipa los sucesos del 13 de noviembre

UN VIERNES 13 QUE SERÁ HISTÓRICO Y DOLOROSO. Los franceses dejan ofrendas florales frente al bar Le Carrilon, uno de los escenarios atacados por los terroristas en París. UN VIERNES 13 QUE SERÁ HISTÓRICO Y DOLOROSO. Los franceses dejan ofrendas florales frente al bar Le Carrilon, uno de los escenarios atacados por los terroristas en París.
22 Noviembre 2015

Novela

ARAB JAZZ

KARIM MISKÉ

(Adriana Hudalgo - Buenos Aires) 

Hay al menos dos novelas francesas contemporáneas que discuten, desde la mirada miope de la literatura, los crímenes perpetrados por los terroristas. Tanto Arab jazz (2014), de Karim Miské, como Sumisión (2015), de Houellebecq, enfrentan el problema del mal: la destrucción del otro desde la perspectiva religiosa. En Arab jazz se cruzan una judía askenazí, unos musulmanes radicalizados y unos franceses cinéfilos alrededor de un crimen citadino. Dos detectives se ocuparán de hurgar en los barrios de Paris para identificar a los responsables. “El mal existe y a menudo se organiza”, dice Mercator, el jefe de los detectives. El narrador sostiene que el mal no tiene fin, que siempre existirá. No es un principio metafísico sino un río material, una cosa entre las cosas que puede verse y pensarse. El mal –problema filosófico discutido desde Leibniz en la Teodicea hasta hoy– está dentro de los grupos religiosos.

A la par que la novela desnuda la trama, Miské dibuja el mapa de la complejidad religiosa y criminal del mundo actual. Aunque no se haya propuesto, funciona como una clepsidra que mide el horror y el enfrentamiento en tiempo real. Como una máquina anticipatoria, la novela escenifica el horror antes de los sucesos de Charlie Hebdó y Le Bataclan. Piglia sostiene que Los siete locos, de Arlt, anticipa el golpe del 30 de una manera visionaria. Este modo anticipatorio es, según Piglia, la mejor forma de escribir una novela política. La novela de Miské hace lo de Arlt pero en París. Lee con otros ojos la escena y expone el horror en vivo, casi como una cámara que filma sin cortes los atentados. Miské propone la hipótesis de que el mal religioso se expresa como principio político. Es decir, el principio del mal que está en el hombre –y que excede a lo religioso– tiene su expresión rotunda e implacable en el terreno de lo político.

Habría que pensar qué lugar le cabe a la ética ante la distorsión religiosa. En el libro, no hay escape. El horror abruma y aplasta. La pregunta es, entonces: ¿cómo enfrentamos la irracionalidad religiosa? ¿Desde qué tipo de ética se puede entender el lugar del mal en la vida?

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(C) LA GACETA

Fabián Soberón

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