La paradoja de la seguridad
Con entusiasmo, varios intendentes tucumanos se plegaron a la idea de brindar seguridad con vigías o policías municipales sumados a los agentes de la fuerza de seguridad provincial. Algunos habían establecido el sistema desde antes, como Tafí Viejo; otros están haciendo prácticas con vigías ciudadanos, como Banda del Río Salí (que creó una Secretaría de Seguridad, a cargo de Marcelo Romano Moreno) y un tercer grupo está embarcado con hacer un plan de prevención de delitos con comisarios retirados, como cuenta Carlos Gallia de Lules. Quieren cámaras de seguridad, patrullajes, más agentes y hasta drones, como imagina Javier Noguera, intendente de Tafí Viejo. Mariano Campero, intendente de Yerba Buena, se plantea aplicar la “Teoría de las ventanas rotas” en la Dirección de Seguridad Municipal (a crearse) para prevenir los delitos menores. La necesidad se vincula con los reclamos de la gente derivados de la sensación de inseguridad. “Nuestra ciudad lo que necesita es orden. Alguien debe controlar que se cumplan las normas”, dice el vecino de Yerba Buena Mario Lencina.

¿De qué orden estamos hablando? Del que es reclamo constante de los últimos años en esta sociedad que ya parece habituada a que la periferia de las ciudades sea tierra de nadie -los tres homicidios de los últimos tres días ocurrieron en zonas circundantes de la capital, de Banda del Río Salí y de Yerba Buena-; a que los barrios sean zona de arrebatos -caso del ataque de anteanoche a un hombre en Moreno y Bolívar, en barrio Sur- y a que el interior de la provincia esté eternamente postergado. De ello dan cuenta los homicidios y asaltos en el este y los reclamos en el sur provincial.

Adelantadas


Ya se habían adelantado hace varios meses las municipalidades de Monteros y de Tafí Viejo. La primera aportó personal para el centro de monitoreo de cámaras (para que los policías puedan salir a las calles) y la segunda puso autos y contrató a policías retirados para una fuerza municipal de 60 hombres. La novedad se hizo más o menos pública antes de los comicios, cuando varios candidatos -en especial el actual intendente capitalino, Germán Alfaro- propusieron organizar policías municipales. Su tarea, según prevén todos los programas que se están poniendo en vigencia, se vincula en parte con la seguridad -presencia- y en parte con tareas municipales como ayudar con el tránsito a la salida de las escuelas. ¿Cómo se organiza esto? Los intendentes están contratando a policías retirados -en Las Talitas está como asesor el comisario retirado Pedro Roberto Najar, hermano del intendente-; en Tafí Viejo pusieron a cargo al ex subjefe de la Policía, Víctor Hugo Sánchez, y en Lules ya se preparan ex comisarios.

Es decir: se espera que sean los policías retirados los que organicen el sistema. En Banda del Río Salí están dando entrenamiento y clases de defensa personal a los aspirantes, aunque se aclara que su actividad será civil: “si detectan un ilícito, con los sistemas de comunicación que tengan, llamarán a la Policía”, dijo Romano Moreno. En Tafí Viejo ya los vecinos hablan bien del sistema -les gusta ver agentes en las calles- y el intendente Noguera exhibe que heredó un programa que cuenta con una sensible baja de denuncias.

¿Pero es esto lo correcto? ¿Qué estudio indica que el sistema aplicado por la Policía en los últimos 12 años ha sido exitoso? Porque a pesar de que se aumentó la cantidad de agentes, de patrullas (autos y motos), de tecnología y de programas, la inseguridad ha crecido (estimativamente, porque no hay estudios, excepto el relevamiento de homicidos, cuyo promedio se ha duplicado en ese período). No hay pruebas de que el modelo policial haya sido exitoso, sino todo lo contrario. Y es a los policías retirados, los que actuaron en los últimos años, a quienes se contrata para armar los esquemas de seguridad municipales. Ya Tafí Viejo está bajo cuestionamiento por la organización Andhes, que denuncia que en esa jurisdicción se han detectado abusos policiales en forma constante. De hecho, en la comisaría de la Villa Obrera se filmó el video en el que un policía golpea a un joven detenido. Es la ciudad donde oficialmente se informa que bajaron las denuncias.

No se trata de una cuestión menor. Las policías municipales en Buenos Aires también han tenido contradicciones fuertes precisamente porque no se cambiaron los viejos modelos sino que se los amplió a las órbitas comunales, como reclamó Marcelo Sain, ideólogo del sistema, que dijo que el Gobierno de Buenos Aires le deformó la propuesta. “La de ahora no es parecida a la Bonaerense, es la Bonaerense”, exclamó en 2014, al criticar a Alejandro Granados, ministro de Seguridad de Scioli. “Granados es un chanta que manda masivamente patrulleros a las calles”, sentenció.

Vigías desaparecidos

Tampoco se trata de un asunto nuevo en Tucumán. Apenas asumió el gobierno de Alperovich, en 2003, se lanzó el programa de “Vigías ciudadanos”, con 800 contratados de los planes jefes y jefas de hogar (“para que cada uno de ellos se vuelva vigía de su zona”, se decía). Pronto fue olvidado. El año pasado se preparó en las Talitas a los “Visualizadores ciudadanos”, contratados con planes sociales, para recorrer las calles, asistir a escolares y mirar el entorno. “Nos pidieron que les demos una charla en enero 2014. Pero a partir de mayo de ese año ya no se los vio más”, comenta el comisario Juan Brandán, de Villa Mariano Moreno.

El asunto es qué seguridad se busca. ¿Poner mucha gente en las calles para dar sensación de presencia? Pero eso no garantiza conocimiento de lo que sucede, y de hecho ha de ser inconveniente enviar esta gente a zonas rojas, aunque vayan acompañados por policías. El asunto es cómo cambiar hábitos que han ayudado a que se maquille sin que las cosas cambien. Y que llevan a paradojas, como la de Villa Quinteros, donde un vecino denunció que le robaron la moto de la misma comisaría y el comisario negó el hecho porque “no había denuncia”. Se trata de cambiar malas costumbres, no correr el riesgo de extenderlas a las municipalidades.

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