Nico Sánchez: de Tucumán para el mundo

Por Federico Espósito 15 Noviembre 2015

Los Centros de Alto Rendimiento que la UAR implementó en su proceso de inserción al rugby profesional pueden preparar a un Puma para correr más rápido, para percutir con mayor potencia y para tacklear a un ropero sudafricano de más de 120 kilos de ser necesario, entre otras cosas. Lo que seguro no se le enseña en los Pladares es a manejarse como las celebrities, esas que marcan distancia con el público al que se deben, como si perteneciesen a una especie superior. No, más allá de su entrega absoluta en cada partido, lo que valoriza a Los Pumas -y que muchos le exigen aprender a la Selección de fútbol- es su accesibilidad, su cercanía. Quizás a ello se deba que tanto jugadores y entrenadores se confiesen sorprendidos por la avalancha de cariño y reconocimiento que recibieron al regreso del Mundial de Inglaterra, muy por encima de lo que esperaban. Nicolás Sánchez, por ejemplo, pasó de orgullo tucumano a ídolo nacional, luego de ser goleador y una de las grandes figuras de la Copa del Mundo.

“Lo vivo con tranquilidad. La gente nos recibió con mucha calidez en nuestro regreso al país, y eso es muy lindo para nosotros, porque significa que se sintió bien representada en el Mundial”, se alegra “Cachorro”, al que le llovieron pedidos de fotos y autógrafos cuando salió a caminar por el centro de la ciudad, y que fue distinguido por la Municipalidad capitalina, por la Defensoría del Pueblo y por la Caja Popular de Ahorros.

“Que la gente se haya sentido tan identificada está bárbaro, porque seguramente va a acercar a muchos más chicos a este deporte, y le permitirá al rugby tener mayor trascendencia de la que ya tenía”, subraya Nicolás, que ahora, en su segundo Mundial, pudo sacarse las ganas que le habían quedado del primero: además de ser goleador y figura, tuvo el honor de ser ungido capitán en la despedida, frente a Sudáfrica, y en la misma tierra donde 24 años antes había llevado la cinta otro tucumano, Pablo Garretón.

“Fue algo espectacular, inolvidable. Pero es una fama indirecta -creo yo-, porque uno no juega para ser reconocido o para trascender, sino porque ama este deporte y disfruta de estar en Los Pumas. De todas maneras, reconozco que es lindo hacer que el nombre de tu país, de tu provincia, sean mencionados a ese nivel”, se allana el apertura.

- ¿Qué es lo mejor que te dejó el Mundial, a nivel colectivo?

- Que todos los jugadores estábamos concientizados en hacer que el equipo llegara lejos. Y sobre eso quiero rescatar algunas actitudes; por ejemplo, los que menos jugaban eran los que más tiraban para adelante. Eso no es tan común. La mayoría de las veces los que no tienen continuidad no se sienten importantes, y acá fue todo lo contrario. Creo que eso influyó mucho para lograr lo que se logró. Vivimos cosas realmente inolvidables, como el partido con Irlanda, que tuvo una carga emotiva enorme. Son muchos recuerdos lindos que van a quedar para el resto de nuestras vidas.

- A nivel personal, volviste con las manos llenas: dos premios al Mejor Jugador del Partido, una celebración con Diego Maradona y un Botín de Oro. Simbólico, pero Botín al fin...

- Ja, ja, ja. Sí, no sé en otros Mundiales, pero en este no entregaron ningún premio. Igual, es lo de menos, porque viví muchísimas cosas que nunca me hubiese imaginado, y que pasaron en tan poco tiempo que se hizo difícil dimensionarlas en ese momento. Pero a medida de que fueron pasando los días fui cayendo en la cuenta de todo. Cosas como ir al Palacio de Buckingham y que nos reciba la Reina (Isabel II) y el príncipe Harry (Henry Charles Albert David, de Gales), o como ese partido contra Irlanda, que tuvo una carga emocional inmensa.

- Con la mano en el corazón, ¿llevabas la cuenta de los puntos de Handré Pollard (apertura de Sudáfrica) para saber cuál de los dos terminaba como goleador?

- La verdad, pensé que me había superado, porque me confundí al hacer la cuenta de los tries de Sudáfrica. Creí que habían hecho sólo uno. Entonces pensé: a ver, 24 puntos en total, menos cinco del try, da 19. Listo, chau. Después, cuando termina el partido, se me acerca (Tomás) Cubelli y me dice que había quedado cuatro puntos arriba. Igual, en ese momento ya no pensaba en eso, estaba caliente por haber perdido de nuevo y no haber conseguido esa medalla.

- Más allá de haber cumplido el objetivo, se notó cierta insatisfacción en el balance final del grupo...

- Todos compartimos esa sensación. Cuando terminó, estábamos más tristes por lo que se nos había escapado que contentos por lo que habíamos alcanzado. Si hubiéramos tenido un mejor comienzo contra Australia, podríamos haber llegado a jugar la final. La interceptación de la que viene el 7-0, la amarilla a Tomy (Tomás Lavanini), la lesión de (Juan) Imhoff, la de (Agustín) Creevy, la de (Juan Martín) Hernández... fueron varias cosas que nos pegaron psicológicamente. A pesar de eso, el equipo se mantuvo a siete puntos hasta casi el final del partido. Si bien era muy difícil, sentíamos que se podía. Pero a medida de que fueron pasando los días, comenzamos a valorar lo que logramos.

- Ahora que el Mundial finalmente es pasado, ¿qué esperas del futuro?

- Tratar de recuperarnos física y mentalmente para el partido contra Barbarians, que sabemos será durísimo porque ellos presentarán un equipazo, y a nosotros nos faltan varios jugadores de Europa y otros, que están lesionados. Pero no deja de ser un lindo desafío. Después de eso, tratar de descansar lo máximo posible y recuperarnos rápido, porque ya tenemos que empezar a preparar el Súper Rugby. El año que viene tendremos un calendario muy largo y difícil, que nos permitirá crecer mucho. Tenemos muchas cosas lindas por delante.