La tragedia toca otra vez la puerta

La tragedia toca otra vez la puerta

El protagonista es un sobreviviente del Holocausto que es secuestrado en una Colombia marcada por la violencia

01 Noviembre 2015

Novela

MIGAS DE PAN

AZRIEL BIBLIOWICZ

(Alfaguara - Buenos Aires)

El mal es indescriptible. Miles de páginas no pueden dar testimonio de su esencia, solo de su envoltorio, porque el horror del mal está en la experiencia, en la inhumanidad del hombre. Josué, el protagonista de esta excelente novela, sobrevivió al campo de concentración ruso y más tarde su primera familia desapareció en los campos nazis. Leah, su mujer actual, padeció los de Auschwitz. La escritura literaria hace verdad lo inimaginable del horror, y también da cuenta de que ese espanto perdura en los miles de asesinados y torturados colombianos producto del narco, la guerrilla, las bandas parapoliciales y la política corrupta.

La cultura de un país crea sus códigos. Aquello que resulta normal para un colombiano es a todas luces incomprensible para un extranjero. Y leer Migas de pan es adentrarse, no desde la información periodística de los secuestros, sino desde la subjetividad de una familia judía en Bogotá que padece el rapto del padre (Josué). La duración temporal de un secuestro en la Argentina es de un día o una semana a más tardar; en Colombia suelen ser meses, y para llevarla a cabo con éxito, se acostumbra formar un comité familiar que discuta el precio y las condiciones. El secuestro es la línea vertical que domina el vértigo de la novela.

Un secuestro produce un estallido de subjetividades en torno a una familia. El lector imagina a Josué, no por su presencia, puesto que jamás aparece, sino por los dichos de los otros que dibujan, paulatinamente, la idea de un hombre. Su hijo Samuel se lo imagina, no desprovisto de humor, sino negociando con sus secuestradores. “El Talmud señalaba que conoces a alguien según su humor -y que gracias a él, recuerda Samuel-, las palabras adquieren alas”. Para su mujer, Leah, su marido está en los bordes de la locura. Solo desde la vida se puede concebir un deseo de morir y solo alguien acostumbrado a la espera y a la inexpresable privación de la libertad puede transformarse en otro para seguir siendo él mismo, y trocar el dolor por la belleza de cuentos acerca de milagros y cautiverios que enriquecía la mirada de sus hijos. Son ellos los que finalmente rescatarán las cenizas de una generación sufrida y desde allí podrán abordar las preguntas esenciales: quiénes son y hacia dónde van.

Gabinete de maravillas

Las miradas de Samuel y de su prima Esther van construyendo una novela de final abierto. Todo queda como suspendido, sin resolución, porque resta mucho tiempo para llegar a la paz en Colombia, y porque esa paz solo se construirá desde la verdad y la justicia. Jamás desde la negociación sino desde el juzgamiento a los criminales.

César Vallejo decía: tengo que fabricar vida con tanta muerte. Y es lo que hizo Josué construyendo dentro de su propia casa, un sitio apartado llamado el gabinete de maravillas. Entrar allí es introducirse a los misterios recolectados de la historia y de su experiencia de vida. Ese museo personal será la mejor herencia a sus hijos, es lo que un hombre construye para valorar la vida y torcer el brazo de la muerte.

© LA GACETA

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Marcos Rosenzvaig

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