“Las familias se sostienen a través del sexo”

“Las familias se sostienen a través del sexo”

El autor de El espectáculo del tiempo -uno de los mejores exponentes de la literatura argentina actual- afirma que hay un momento en que el compromiso se rompe en una familia si no hay atracción. “El sexo es una fuerza católica”, ironiza. También habla sobre la memoria, a la que concibe como una máquina de editar recuerdos: “Uno termina recordando construcciones mitológicas que hace en favor personal”

AUTO DE FE. “La voluntad de recordar hace que uno crea que el recuerdo es una materia firme”, reflexiona Becerra. AUTO DE FE. “La voluntad de recordar hace que uno crea que el recuerdo es una materia firme”, reflexiona Becerra.
25 Octubre 2015

Por Verónica Boix - Para LA GACETA - Buenos Aires

“A mí me gusta mucho que en el pensamiento aparezca la emoción. No me parece que sean mundos antagónicos, uno arrastra al otro” dice Juan José Becerra para hablar de su reciente novela El espectáculo del tiempo (Seix Barral, 2015). Esa idea circula en los fragmentos que componen la novela como una sinfonía vital y descarnada de la vida de Juan Guerra y su familia. A través de las astillas de intimidad y experiencia se filtra una corriente de pensamientos, gestos y sentimientos que consiguen lo imposible: atrapar la consistencia del tiempo. Y la novela se convierte en una obra esencial para indagar el universo de los recuerdos.

- La voz del narrador de El espectáculo del tiempo es feroz y parece hablar sin frenos inhibitorios.

- Es verdad, no tiene inhibiciones porque no piensa. La sociedad funciona por un patrón que es insobornable: nadie dice lo que piensa. Hay una serie de herramientas que acompañan al lenguaje que forman parte de un pacto. Sin ese pacto no hay relación. Todas las relaciones son relaciones de opacidad, incluso las relaciones más íntimas. En este libro yo tenía que considerar el hecho de escribir una primera extracción de literatura. Esa parte salvaje que tengo adentro aparece en mi yo de escritor. Es muy difícil insuflarle vida a un texto porque obviamente es un artificio. No digo que la literatura tenga que cumplir una función pero si hay posibilidades de profundizar el vínculo entre el lenguaje y cuestiones reprimidas, hay que emplearlo.

- En ese sentido en tu novela las escenas de sexo explícito también hablan de amor.

- Creo que es una novela de amor. Todos mis libros tienen un sexo que se corresponde más al registro de la pornografía que al del erotismo. Hay un fondo bestial en el asunto. Al mismo tiempo la cultura que permite el erotismo recela de la pornografía, no contempla que el sexo es una fuerza salvaje como el hambre. Quería que esa fuerza estuviera presente sobre todo porque es una fuerza que de ninguna manera desplaza la fuerza del amor. En una escena de la novela de un viaje a Chile hay sexo y es muy triste porque no hay amor. La fiesta del sexo solo se da en este libro si está sostenida por el amor. Las familias se sostienen a través del sexo, mucho más que del compromiso porque hay un momento en que el compromiso se rompe si no hay atracción. Por decirlo irónicamente, el sexo es una fuerza católica.

- Y parece ser lo único que aleja la idea de la muerte ¿no?

- Sí, el tema del sexo tiene que ver con esa conjura. Es uno de los corazones del libro el hecho que el sexo es la competencia irrisoria e imposible de la muerte. Ya sea para entretenimiento concreto, en términos de diversión o para la reproducción. En el fondo cualquier acto sexuado, aún cuando uno no esté imaginando concebir, es una parodia de concepción. Todo acto sexual tiene ese simulacro.

- “¿Por qué recordar tenía que ser más preciso que vivir si los hechos de la vida son en sí mismos confusos?”, se pregunta Juan Guerra.

- El recuerdo es una composición que no dura. Uno compone el primer recuerdo y cuando recuerda por segunda vez ese hecho, del que ya tiene el primer recuerdo es una segunda composición. La memoria es como una máquina de editar recuerdos. Uno en el fondo termina recordando construcciones mitológicas que hace en favor personal. La prueba está en el hecho de que dos personas que han tenido una experiencia intima de cualquier naturaleza recuerdan un episodio puntual y el recuerdo es totalmente disonante entre sí, se trata de dos hechos. Al mismo tiempo la voluntad de recordar hace que uno crea que el recuerdo es una materia firme. Uno exagera mucho cuando recuerda. Ahí está la herramienta literaria: componer con protocolos verbales un acontecimiento que ya no está, estuvo en los hechos, una dimensión inalcanzable para el lenguaje.

- ¿Quisiste escribir una novela realista?

- Sí, creo que se puede considerar de una manera realista siempre y cuando consideramos que la realidad delira un poco y tiene un régimen expansivo que filtra todos los géneros. Uno tiende a pensar que cuando se habla de realismo en literatura se refiere a un sistema de representación que emula lo que consideramos a simple vista realidad. Pero la realidad está llena de pozos ciegos, de aberturas, de vacíos. En este sentido me parece que es una novela realista porque asume las fugas de la realidad y el enloquecimiento que produce en la persona que la vive. Hay momentos en que la realidad -incluso la más cotidiana- es un poco inverosímil. Si la realidad no cumple con su función más rústica que es la de hacernos creer que existe, ¿qué podés esperar de la realidad? Mi novela a ese nivel es realista pero no en cuanto al naturalismo mas craso.

© LA GACETA

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PERFIL

Juan José Becerra (Junín, 1965) es autor de las novelas Santo (1994), Atlántida (2001), Miles de años (2004), Toda la verdad (2010) y La interpretación de un libro (2012); de los relatos reunidos en Dos cuentos vulgares (2012) y de los ensayos Grasa (2007), Patriotas (2009) y La Vaca -Viaje a la pampa carnívora (2007). Es guionista, y publica crónicas y artículos sobre literatura, arte y cine en medios de la Argentina y del extranjero.

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