Gracias a becas escolares, 30 chicos ya pueden soñar con su futuro

Gracias a becas escolares, 30 chicos ya pueden soñar con su futuro

A través de la fundación Cimientos, un empresario hace posible que varios jóvenes del interior puedan seguir estudiando. Convivencia.

SU MEJOR RECOMPENSA. Alfredo Peralta recibe un recuerdo de los alumnos de Garmendia y Piedrabuena. la gaceta / foto de analía jaramillo SU MEJOR RECOMPENSA. Alfredo Peralta recibe un recuerdo de los alumnos de Garmendia y Piedrabuena. la gaceta / foto de analía jaramillo
23 Octubre 2015
Lo más frecuente es que la responsabilidad social empresaria beneficie a la comunidad sin conocerle la cara. Pero Alfredo Peralta, hombre de diálogo y de vínculos de amistad en todo el mundo, prefiere mirar a los ojos antes de entregar su mayor riqueza, que es el sano consejo. Sus 79 años y una carrera brillante en los negocios le dan autoridad moral para señalar el camino a las nuevas generaciones. Unos 30 alumnos de Burruyacu, que lo rodean, sentados alrededor de la mesa en su casa de campo, se solazan al escuchar sus relatos y sus historias de vida. Ellos lo miran deslumbrados. Le preguntan cómo hizo para triunfar en la vida. Le cuentan qué piensan estudiar. Y él los escucha con atención, con el mismo interés con el atiende a embajadores y a hombres de negocios de todo el mundo.

En su finca, don Alfredo ha hecho un gran almuerzo para agasajar a sus 30 ahijados, becados a través de la fundación Cimientos. Son 15 chicos de la escuela media de Gobernador Piedrabuena y otros 15 de la escuela media de Garmendia que integran el programa “De futuros egresados”. La fundación Cimientos, dedicada a la promoción de la educación, fue la vía que encontró el empresario colombiano y tucumano por adopción para apoyar a los chicos de Argentina y especial de Tucumán, tierra a la que llegó hace 30 años.

“No sé qué estudiar: estoy entre maestra de grado, veterinaria y profesora de Biología o de Física y Química”, le confía Jésica Brandán, de 15 años, a don Alfredo. Él la mira con preocupación y le responde: “está muy bien que tengas tantos intereses, pero tenés que tomar decisiones. Piensa cómo te imaginas en cada una de esas profesiones y después ve descartando hasta quedarte con dos, así es más fácil decidir”. A Jésica se le inundan los ojos de la emoción. Nadie le había hablado así, como un padre, o mejor dicho, como un verdadero padrino.

“Yo todavía no sé qué seguir”, le consultó Gisel Reinaga, de 3° año. “Ya tendrías que ir pensando qué te gustaría estudiar, no hay que perder tiempo. Lee mucho sobre los temas que te interesen, consulta de aquí y de allá, pide ayuda a la psicóloga de la fundación Cimientos”, le aconseja.

Las historias de vida de don Alfredo se van alternando entre empanadas, pizzas y hamburguesas caseras que hizo preparar para sus ahijados. La mitad de la mesa grita de alegría cuando don Alfredo se declara hincha de River y de Atlético, y la otra mitad le reprocha porqué no es de Boca y de San Martín. Enzo Barboza, de 18 años, se siente feliz porque su padrino ha aprobado su decisión de entrar a la Armada Argentina. “Me encanta escucharlo, ¡cómo sabe!”, exclama con admiración.

Magdalena Saieg, subdirectora de la fundación Cimientos, cuenta que la institución realiza un seguimiento de los alumnos. “La deserción escolar es un gran problema. Por eso queremos lograr, en primer lugar, que los chicos terminen la escuela. En cada escuela tenemos un tutor que ayuda a los chicos a identificar sus dificultades y proponerse pequeños objetivos, de esa manera ellos van creando un sentido de posibilidad, para animarse a pensar en un futuro distinto”, explica. La fundación Cimientos trabaja en varios países y fue galardonada por la Unesco.

El fruto de una vida

Alfredo Peralta también está convencido de que la educación es vital en el desarrollo de una sociedad. “Sin educación no hay futuro”, sostiene. Por eso decidió entregar el fruto de toda su vida a la educación de los niños y jóvenes. Para ello creó la Fundación para la Promoción de la Educación Alfredo Peralta y se convirtió en benefactor de la fundación Cimientos, de la que es miembro del comité ejecutivo. Ya comenzó a transferir sus 3.000 hectáreas con soja que tendrán como finalidad la educación. Al final los chicos le entregaron un cuadro de recuerdo y él les agradeció la charla . “Hablar es importante para la sociedad -dijo- porque sin diálogo no hay entendimiento”.

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