“Desconfío de los gobiernos que construyen ciudades imaginarias, con penosas partes de atrás”

“Desconfío de los gobiernos que construyen ciudades imaginarias, con penosas partes de atrás”

El urbanista colombiano Gustavo Restrepo diserta hoy en Tucumán. La participación ciudadana es la ley primera.

URBANISTA. Restrepo confía en que las ciudades modifican vidas. arq-clarin URBANISTA. Restrepo confía en que las ciudades modifican vidas. arq-clarin
13 Octubre 2015
Gustavo Restrepo ha pateado el tablero de ideas sobre las ciudades. Arquitecto y urbanista, su estrategia -tal vez a contramano de lo que un añejo sentido común podría señalar-, se resumiría en algo más o menos así: “si querés que tu ciudad sea un buen destino turístico, empezá por mejorar las zonas más desfavorecidas, mejorá la vida de los sectores vulnerables. No deposités todos tus recursos en el circuito turístico más obvio de la ciudad. Si querés que los de afuera se lleven una buena impresión, trabajá con los de adentro”.

Esas palabras no le pertenecen, pero en definitiva así podría resumirse su estrategia de cambio de la ciudad de Medellín, a ciudad colombiana más violenta de finales del siglo XX y que en los últimos 15 años se ha convertido en un ejemplo para las demás urbes latinoamericanas. Con esa carta de presentación, más su experiencia de trabajo en el sector público y privado, será uno de los oradores más valiosos del 14° Congreso Regional de Turismo, que se realizará hoy y mañana en un hotel frente al Parque 9 de Julio (ver aparte).

Y las autoridades gubernamentales, no sólo las de turismo, deberían sentarse en esa sala a tomar notas. Porque tiene respuestas a cuestiones más generales, entre ellos el vandalismo, un ámbito en el que los gobiernos se han mostrado impotentes: “una comunidad que participa es una comunidad que cuida, que se siente digna”, apunta el colombiano en una entrevista con LA GACETA.

-¿Cuál es el error más frecuente de los gobiernos cuando intentan apuntalar un destino turístico? ¿Cuál suele ser el acierto más valioso?

-Preferiría no hablar de errores, creo más bien en destacar las buenas prácticas. Comenzaría por fortalecer la ciudadanía como un principio sin par, una comunidad interesada siempre viene bien, y esto es ser buen anfitrión. Un territorio que vibre de actitud positiva frente al cambio y la innovación. Una ciudad que se destaque por su paisaje, que lo proteja y lo resalte, que valore sus costumbres y que prospere en oportunidades para visitantes y propios. Un ciudad competitiva en su educación, en su industria, en sus valores, que promueva un entorno saludable, conectado y seguro. Una ciudad abierta al cambio, que sea resiliente y generosa con los propios y los visitantes; pero sobre todo que invierta en los suyos para poder mostrarse al mundo como es. Un lugar que se construya de los sueños de todos, con una amplia participación ciudadana que sea capaz de transformar su presente para construir un mejor futuro para todos.

-¿Por qué cree que todavía les cuesta tanto a los gobiernos buscar la participación ciudadana para planificar las ciudades?

- Es cuestión de costumbre política. En América Latina se tiene la mala y vieja práctica de dar todo, de hacer lo que se sabe. Cuesta mucho consultar, es muy dada a informar y no a consultar. De este modo, nos construyen facilistas y mal acostumbramos a recibir sin esfuerzo, sin compromiso y, en algunos casos, sin merecer. Creo que es cuestión de falta de método y de temor a romper paradigmas. Debemos comenzar a incluir en nuestros procesos de planificación pedagogías urbanas que permitan integrarnos, responsabilizarnos de nuestra realidad para transformarla. Solo de esta manera podremos crecer como ciudadanos y como habitantes de un lugar en común, digno y seguro. Una comunidad que participa es una comunidad que cuida, que se siente digna.

-Las oficinas de Turismo buscan “convencer” a los visitantes de que determinada ciudad es un buen destino. Pero, ¿cómo se convence a los anfitriones?

- Creo que las ciudades no nacen, sino que se vuelven turísticas. Nuestras ciudades latinoamericanas deben resolver primero internamente y para sus ciudadanos sus innumerables necesidades, suplir sus ausencias, sus básicos, y luego pueden dedicarse a darse a mostrarse. Cuando mejoramos lo propio nos mejoramos para los demás. Solo así seremos buenos anfitriones y seremos capaces de atender desde el corazón. Desconfío mucho de los gobiernos que trabajan para mostrarse como buenos, que construyen ciudades imaginarias con penosas partes de atrás. Debemos ajustarnos a nuestras realidades y trabajar para prosperar. Allí encontraremos un enorme potencial para ser un destino exótico, un destino innovador. Creo en el todo de la ciudad, donde hasta el ultimo rincón enseñe cómo se es. Una ciudad de oportunidades es una buena ciudad para sus habitantes y es allí cuando somos capaces de reconocer nuestros nuevos lugares y valorar la historia, es el momento en que somos capaces de darnos y de recibir. Medellín se reconstruyó en los lugares que estaban olvidados, reconstruyó su historia de barrio, sus comunidades y allí encontró una enorme oportunidad para que fuéramos visitados. Quienes pasamos por esta tierra antioqueña somos testigos del enorme cambio, de las transformaciones, de la actitud para innovarnos.

-¿Cómo puede un ciudadano “de a pie” contribuir con su ciudad como destino turístico?

-Parece extraño pero creo que los ciudadanos todos somos el ejemplo de nuestras ciudades, de nuestros gobiernos. Si somos un sociedad consultada seremos mas amplios de mente y de espíritu. El ciudadano de a pie es el reflejo de su ser… debemos aprender a disfrutar con optimismo y respeto el espacio público; es allí donde todos nos encontramos y nos reconocemos. La amabilidad, el respeto y la camaradería se construyen: se puede aprender a ser buen anfitrión, pero para esto debemos sentirnos dignos de nuestro territorio. Cuando logramos transformar los barrios tocamos el corazón de las personas. En Medellín aprendimos a encontrar en nuestra historia el valor de ser buena gente y hoy lo expresamos, siempre con actitud, no podemos perder la capacidad de sorprendernos.

-¿Qué cosas no pueden faltar en un destino turístico del siglo XXI?

-La sorpresa. Y lo digo sin temor: hay que sorprender con la cultura, la historia, el presente y el pasado en sintonía. El empuje y la prosperidad en un territorio es actitud y esto siempre gusta, siempre habla bien de una ciudad y de su gente. La capacidad de innovación sorprende y se muestra con el transporte, el espacio público, el manejo del paisaje y el orden en la ciudad. Y no puede nunca faltar gente amable, dispuesta, entusiasta, que se sienta orgullosa de invitarte a su bario, a su casa, a disfrutar de un buen café. Una ciudad debe vibrar. Nunca puede perder su pasión por ser única, donde las experiencias siempre sean memorables y ¡siempre quieras volver!

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