De paz, libertad y honor

De paz, libertad y honor

El optimista mensaje de Avellaneda en 1879

NICOLÁS AVELLANEDA. Hablando desde un balcón, en un dibujo de Stein en “El Mosquito”. LA GACETA / ARCHIVO. NICOLÁS AVELLANEDA. Hablando desde un balcón, en un dibujo de Stein en “El Mosquito”. LA GACETA / ARCHIVO.
En 1879, el tucumano Nicolás Avellaneda, presidente de la Nación, dirigía un mensaje optimista al Congreso. Le parecía que ese año habían ocurrido “dos hechos de una importancia capital”. Uno era la realización de la primera exportación de cereales argentinos a Europa. La otra, la conquista del desierto, que incorporaba “quince mil leguas a nuestro territorio civilizado”.

Reflexionaba que “los acontecimientos de esta magnitud escapan por su trascendencia al día presente, y entran, como poderosos agentes, en el desenvolvimiento próximo y lejano de una Nación”. Pero, advertía, “los pueblos llevan siempre consigo el secreto de sus destinos, y los hechos más portentosos pueden quedar esterilizados, si no sabemos mantener la paz, que es condición de vida; la libertad, que es la ley de su desarrollo; y su honor, que les da consistencia y fuerza”.

Afirmaba que “el día presente puede ser grandioso, pero el día siguiente será siempre incierto y pavoroso. Lo es, sobre todo, para pueblos nuevos que empiezan al mismo tiempo a acumular riqueza, a enseñorearse, por el trabajo, de su territorio, y a practicar las instituciones complicadas del gobierno propio, y que se hallan expuestas a estallar a cada paso bajo sus manos indóciles o inexpertas”.

Crecía la inmigración, los campos se poblaban de colonias, y el país tenía crédito en Europa, ya que “el capital afluye conducido por la lealtad con que hemos cumplido nuestros compromisos”. Así, “no conozco otro ejemplo de nación sudamericana que se presente, como la nuestra, rodeada por los mayores signos de una prosperidad creciente”.

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