Nunca hay límites para las crisis
“Que se haga cargo el Estado”, dijo el presidente de Lanús, Alejandro Marón. Los hinchas de su equipo le habían acertado un piedrazo a Lugüercio, jugador de Aldosivi. Con la cabeza rota, Lugüercio se levantó y el partido se disputó como si nada. Para Marón, que no es un cuatro de copa en la AFA, los “barrabravas” son un tumor ajeno al club. Se lavó las manos. Delicias del fútbol nuestro de cada semana.

Es curioso el efecto cascada que desnuda la descomposición del fútbol-negocio. Está podrida la FIFA, con su presidente suspendido, dirigentes presos y la corrupción que salta como pus. Está desquiciada la AFA, objeto de una pulseada por el poder entre grondonistas residuales y tinellistas. Mientras abajo se sacan los ojos por una tajada, en el cuarto piso del edificio los veedores judiciales intentan desentrañar la ruta del dinero de Fútbol para Todos. Y está exhausto Tucumán, presa de la violencia y con San Martín -nuevamente- en crisis institucional. Es una línea imaginaria que une universos tan disímiles como Zurich y Aguilares. Allá y acá la situación es, sencillamente, terminal.

Da la sensación de que la sociedad no es consciente de los niveles de intolerancia y agresión que caracterizan al fútbol tucumano. De lo contrario, las actividades se hubieran suspendido hace rato. Las salvajadas de cada fin de semana quedan en lo anecdótico.

Aguilares, como Banda del Río Salí y como tantas otras localidades donde la Liga intenta organizar un poco de fútbol, es un polvorín. Entre los hinchas de Newbery y del Deportivo no existe el folclore del clásico. LA GACETA publicó las amenazas -armas de fuego incluidas- que se cruzan los “barrabravas”. Es en Deportivo donde juega Sergio Lobo, el volante central que le quitó el banderín a un asistente, decidido a usarlo como cachiporra. Lobo se unió a tres “barras” y fue protagonista de la batalla desatada en pleno partido contra Brown, por el Federal B. Fue preso y está acusado de intento de homicidio, figura que se utiliza por primera vez (referida a un jugador) en la historia del fútbol argentino. Tucumán hace punta.

Otro ejemplo al paso: la Liga les aplicó un año de suspensión a tres jugadores de Ateneo Parroquial Alderetes (el arquero Sergio Lobo, homónimo de su colega de Aguilares, Franco Villafañe y Emilio Avellaneda). Habían agredido al árbitro durante un partido con San Pablo.

Estos casos están en la superficie, visibilizados por la prensa. Bajo la línea de flotación, el iceberg se nutre cada fin de semana de un sinfín de episodios lamentables. No se recomienda la asistencia a partidos de juveniles o infantiles. Muchos padres se visten de “barrabravas” para pasarse la mañana o la tarde insultando al árbitro, a los rivales y a sus propios hijos. Los chicos, presionados, llevados al límite, actúan como grandes. No todos caben en la misma bolsa, lógico, pero los clubes que hacen docencia y decencia son los menos.

Mientras tanto, las pinzas se cierran sobre la dirigencia de San Martín. Los delincuentes que obligaron a la suspensión del partido con Gimnasia y Tiro no tenían el menor interés por lo que ocurría en la cancha. Fueron a provocar y lograron su cometido al ritmo de los destrozos. A Oscar Mirkin y Claudio De Camilo los dirigentes se les caen como soldados en una refriega. “Resistiré...” parecen cantar, al tiempo que José Costanzo y Roberto Sagra aprovechan el tiempo político para abastecer sus propios molinos. Hay infinidad de socios de San Martín que no están dispuestos a casarse con nadie, mucho menos a ser usados por oficialistas y/u opositores. Lo que se nota es una crisis profunda, una diáspora humana e ideológica que transmite mucho desamparo.

“Que se ocupe el Estado”, lanzó Marón. Los dirigentes no tenemos nada que ver con la violencia ni con la corrupción, quiso decir. Pero, ¿quién pone el efectivo? Buena pregunta para el mundo Atlético, que no quiere pronunciar la palabra (sí, ascenso) pero se imagina otra vez de Primera. En un puñado de días José Alperovich desocupará el despacho de 25 de Mayo y San Martín, allí donde se tomaron y se toman las principales decisiones. Sobre Tucumán y sobre Atlético. ¿Seguirá esa billetera dispuesta en los cruciales meses futboleros que vienen? Un detalle: Manzur es de San Martín.

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