La solidaridad y el afecto pueden cambiar un destino

La solidaridad y el afecto pueden cambiar un destino

En todas partes, afortunadamente existen personas que hacen cosas espontáneamente, no por obligación o por deber. Ayudar a otros en forma desinteresada es una de las acciones más nobles de un ser humano. Es la solidaridad que no se declama, sino que se ejercita y quienes lo hacen en forma permanente se llaman voluntarios. Estos se hacen presentes donde las instituciones y el mismo Estado parecen estar ausentes.

Los Pasajeros de la Vida se denomina el grupo de tucumanos bien intencionados que los martes y jueves, desde la 20 hasta la medianoche recorren el centro y barrio Sur ofreciendo comida, café o sopa a quienes viven a cielo abierto. Una de las mayores satisfacciones para ellos tal vez sea cuando algunas de estas personas que viven en la marginalidad logran vencer la indigencia y tomar las riendas de su destino.

En nuestra edición de ayer se relata la historia de un hombre de 43 años que vivió bajo el puente Lucas Córdoba, bajo los bancos del parque 9 de Julio, en la plaza Independencia, y que actualmente trabaja como diseñador. Debido a su frágil salud, Miguel vivió un tiempo en el Hospital de Niños, donde fue adoptado por una enfermera. Antes de que falleciera su madre adoptiva y quedara sin nada, había hecho cursos de producción de radio y televisión, y de diseño gráfico, lo cual le permitía eventualmente ganarse algo de dinero. De ese modo, en 2013, consiguió un lote en Alderetes, junto al río Salí, y una casilla de madera; sus amigos de Los Pasajeros de la Vida le dieron una netbook para que pudiera trabajar. Pero las malas noticias no tardaron en hacerse presentes: en abril pasado alguien le robó la computadora y le quemó la vivienda. Sin embargo, el panorama sombrío se aclaró cuando una amiga le dio asilo en su casa. “Si no tocás fondo, no salís. En ese instante en que todo está mal, una mano en el hombro te salva... estoy rodeado de amigos... ya sé qué tengo que hacer: no bajar los brazos y seguir trabajando de diseñador”, dijo.

Los Pasajeros de la Vida iniciaron hace ya un tiempo su actividad solidaria. Uno de los fundadores del grupo, de 27 años, indicó que le asignan un gran valor a las charlas con los indigentes. “Nos enfocamos en ellos durante 20 o 25 minutos. Queremos que tengan con quién hablar, que sientan que hay alguien que se interesa por ellos”, señaló. El marzo de 2014, con motivo de otra nota, expresó: “somos un grupo que lleva cariño a quienes más lo necesitan. Los sin techo, los pobres y los que aguardan en las salas de espera de los hospitales son nuestros amigos”. El punto de encuentro era el bar de una estación de servicio, ubicada en avenida Mitre y San Juan.

Se estima que unas 20 personas viven solamente en las calles del centro. Cada una tiene, por cierto, una historia que puede sorprendernos. Esta experiencia muestra que si estos ciudadanos reciben ayuda y en especial contención afectiva, si sienten que no son un descarte y que alguien se interesa por ellos, pueden salir de la indigencia y encontrar un nuevo destino. Si cada ciudadano dedicara unas horas a la semana para trabajar en forma voluntaria en favor de los desamparados, seguramente sentiría el bienestar incomparable de estar haciendo algo noble por los demás. “Todo lo que tienes algún día será dado; por lo tanto, da ahora, ya que el tiempo de dar puede ser tuyo y no de tus herederos”, decía el poeta libanés Khalil Gibran.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios