Miguel vivió 10 años en la calle, pero logró salir y trabaja de diseñador

Miguel vivió 10 años en la calle, pero logró salir y trabaja de diseñador

"Si no tocás fondo, no salís. En ese instante en que todo está mal, una mano en el hombro te salva", contó.

NUEVA VIDA. Miguel Eduardo Graneros camina por Alderetes. LA GACETA / FOTO DE DIEGO ARÁOZ. NUEVA VIDA. Miguel Eduardo Graneros camina por Alderetes. LA GACETA / FOTO DE DIEGO ARÁOZ.
- La felicidad que sentí cuando me fui a dormir por primera vez a mi casa no se puede comparar con ninguna cosa que me haya pasado.

Miguel Eduardo Graneros dice que a su historia hay que empezar a contarla desde el momento en el que durmió por primera vez en la calle. Porque a partir de entonces pasó noches innumerables bajo el puente Lucas Córdoba, en el parque 9 de Julio y en la plaza Independencia, y trabajó en cybers para ganarse algunos pesos. Vivió en la calle una década, porque de un día para el otro se quedó sin casa. Pero en un momento dado le ocurrió algo que torció su destino: conoció unos voluntarios que le convidaron sopas calientes y bollos, y que, fundamentalmente, lo escucharon. Le hicieron sentir que no estaba solo y que no era un miserable, sino un ser importante. Miguel hoy tiene 43 años, trabaja de diseñador gráfico y logró algo que quizás para muchos suene difícil: salió de la calle y hoy duerme bajo techo.

Pasajeros de la Vida es un grupo de voluntarios que los martes y los jueves, a partir de las 20 y hasta pasada la medianoche, recorre las calles del microcentro y de barrio Sur para ofrecer un plato de comida, café o sopa caliente a las personas sin techo. Federico Villarreal, uno de los fundadores del grupo, resalta que lo más importante son las charlas: “nos enfocamos en ellos durante 20 o 25 minutos. Queremos que tengan con quien hablar, que sientan que hay alguien que se interesa por ellos”, describió.

Según el grupo, entre 15 y 20 personas viven en la calle en la zona céntrica. De todos ellos, el caso de Miguel Graneros, que en 2013 produjo el viraje de 180° en su vida y desde entonces vive en Alderetes, le llena de orgullo el pecho a Villarreal.

Los códigos

De chico Miguel tuvo una salud frágil. Por este motivo pasó mucho tiempo en el Hospital del Niño Jesús y las enfermeras se encariñaron con él. Una de ellas, Mercedes Maturano, se convirtió en su madrina, luego lo adoptó y se lo llevó a vivir a una humilde casa con su amiga Victoria Robles. Miguel vivió con esas dos mujeres, pero que un día quedó “huérfano”. Y, como si esto fuera poco, perdió su casa.

Por eso comenzó a dormir bajo el puente Lucas Córdoba, y luego se cobijó en los bancos o al lado de alguna estatua del parque 9 de Julio. Una noche, un policía le aconsejó que se fuera a la plaza Independencia, porque era más segura. De a poco fue aprendiendo los códigos de convivencia, conociendo los lugares en los que podía tomar café caliente gratis y acostumbrándose a convivir con la incertidumbre del mañana.

- La calle me bendijo con cosas buenas, porque a veces te lleva por mal camino.

Antes de que falleciera su madre adoptiva y quedara en la calle, Miguel había hecho cursos de producción de radio y televisión, y de diseño gráfico. Gracias a esas capacitaciones pudo darse maña para ganarse unos pesos. “Cuando estaba en la calle trabajaba en los cybers haciendo diseños para pequeñas empresas o negocios. Pero un montón de veces no me daban el trabajo porque estaba mal vestido. La ropa que tenía me la regalaban, pero al poco tiempo se percudía porque no tenía dónde lavarla. Eso nos pasa a los de la calle: creen que no cuidamos la ropa. Pero pensalo así: la llevamos a todas partes en bolsas y muchas veces te roban esas bolsas”, explica.

En 2013 se percató de que el invierno venía crudo. Por eso le dijo a uno de sus compañeros de vida de la plaza que debían hacer un esfuerzo, juntar unos pesos e irse a vivir a una casilla. Así fue como consiguió un terrenito en Alderetes, junto al río Salí. También consiguió una casilla de madera; sus amigos de Pasajeros de la Vida le dieron una netbook para que pudiera trabajar. Así salió de la calle.

- Si no tocás fondo, no salís. En ese instante en que todo está mal, una mano en el hombro te salva.

La desgracia a veces es persistente y parece que se ensañó con Miguel: en abril, un ladrón le robó la computadora y le quemó la vivienda. Pero algo en él ha cambiado: “estoy rodeados de amigos, como Carolina Franco que me recibió en su casa. Ya sé qué tengo que hacer: no bajar los brazos y seguir trabajando de diseñador”.

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