De “turquitos” y “rusitos”
En los 90 ni soñaban con que se convertirían en amigos, mucho menos compañeros de ruta política y ni siquiera que uno sucedería al otro. Seguramente ni se les pasaba por la cabeza llegar a la gobernación de la mano del peronismo. Por entonces, un médico recién recibido y un contador hacían sus primeras armas públicas, uno como funcionario sanitarista en la gestión justicialista de San Luis y el otro, un radical, dando sus primeros pasos en una administración pejotista en Tucumán. Al finalizar los 90, separados por más de mil kilómetros, uno era secretario de Salud en La Matanza y el otro ministro de Economía en la provincia. Ambos secundaban con sus saberes a dirigentes peronistas. Juan Manzur daba sus primeros pasos como gestor bajo la mirada de Alberto Balestrini -quien había ganado la intendencia del gran partido bonaerense a “Pinky” (Lidia Satragno), la candidata de la Alianza- y José Alperovich se había incorporado al grupo de colaboradores del gobernador Julio Miranda -que necesitaba una puerta radical al gobierno nacional conducido por Fernando de la Rúa-.

Cada cual por su lado; pero con un vaso comunicante que los acercaría en 2003: el ex ministro de Salud de la Nación Ginés González García, cuyo equipo integraba Manzur y por cuya influencia el hoy mandatario electo llegó a trabajar bajo las administraciones de dos gobernadores, Adolfo Rodríguez Saá y Alperovich. Hace 12 años Manzur y Alperovich no se conocían, ni sabían de la existencia del otro, pero un imponderable los pondría cara a cara: la decisión de Carlos Fernández de no aceptar el ministerio de Salud. González García vino a ser el salvador del momento: arrojó el apellido de un hombre de su confianza para que se haga cargo de ese puesto: Manzur. Hoy, 144 meses después, este sucede a su desconocido de entonces. Con Balestrini, el futuro gobernador se acercó definitivamente al peronismo. El jefe municipal de La Matanza supo venir varias veces a Tucumán, hasta de incógnito, para reunirse con su antiguo colaborador. Cuando conducía la cartera de Salud de la Nación, en octubre de 2011, Manzur inauguró un hospital con el nombre de Balestrini, a quien definió como un gran político. De él aprendí muchísimo, admitió.

A comienzos del nuevo siglo, hace pocos años, Balestrini lanzó una frase que pocos conocen y que el propio Manzur no desmiente: “este ‘turquito’ va a llegar lejos”. Al propio Miranda se le atribuye otra frase por la misma época que nadie niega: “el ‘rusito’ es el que mejor mide, debe ser nuestro candidato a gobernador”. Por ese tiempo también se pone en boca de Alperovich una pregunta a un ex funcionario legislativo -que lo aconsejó en sus primeros pasos parlamentarios- para sondear su posible inserción entre las huestes del partido mayoritario: “¿cómo me recibirá el peronismo?”. Vos aprendé el ritual, habría sido la respuesta. Frases, visiones, relaciones y experiencias antiguas que se reeditan en los mismos personajes pero en distintos roles políticos.

Y con algunos cambios: en 2003 Miranda eligió a Alperovich para que lo suceda, y este luego lo sacó de la ecuación de poder interno. Pragmatismo al más puro estilo peronista; sólo uno conduce, los otros acompañan haciendo sonar los tambores y marcando el paso. El ex radical había aprendido una parte del ritual; la que exige un verticalismo a rajatabla. Esa sociedad se quebró abruptamente porque nadie debía dudar sobre quién tenía las riendas políticas e institucionales. Debió romperse porque no se había consensuado el distanciamiento ni aceptado los nuevos roles. Las cosas debían quedar claras para todos, sin sombras ni medias luces. Así sucedió. Pasaron los años, en 2015, Alperovich eligió a Manzur. ¿Se repetirá aquel escenario conflictivo en el círculo societario del poder? A diferencia de 2003, sorprendentemente, es el propio gobernador saliente quien se resigna públicamente a no seguir ocupando un espacio de poder, ni detrás de bambalinas. No trasunta sesgos cristinistas apuntando a una jefatura eterna. Anticipa que no molestará y que representará su papel de senador. Habrá que ver.

En fin, demuestra que no quiere sufrir en carne propia el desplante que tuvo que hacerle a Miranda y acepta que Manzur diga públicamente que él no es Alperovich y que su antecesor tendrá un nuevo rol institucional y político. El gobernador, frente a la distancia que Manzur comenzó a establecer en el discurso adopta una actitud precavida. Se corre solo para evitar el destierro político que el peronismo estableció como regla: el que se va, tiene que irse del todo; el que viene, tiene que quedarse con todo. En ese marco, Alperovich ni amenaza con gabinetes paralelos, ni con un “Calafate” propio en su residencia de Crisóstomo Álvarez al 4.300. Mirará de lejos cómo su sucesor se convierte en el mejor gobernador de la historia, como suele repetir a manera de público anhelo. Claro, en el medio de los dichos y de los gestos hay decisiones que suenan a injerencia y que llaman la atención en esta sociedad de antiguos desconocidos que ahora son amigos políticos: la integración del nuevo Tribunal Fiscal Provincial con conocidos y parientes de Alperovich o la designación de dirigentes territoriales que perdieron los comicios en cargos que ejercerán en la próxima administración.

Somos un equipo, sostiene Manzur dando a entender que esas medidas están convenidas. O que por lo menos tienen su visto bueno y que no es una marcada de cancha. Herencia es. Lo cierto es que Alperovich aún tiene que sortear una elección y debe evitar que los contrincantes levanten en carretilla a los heridos del 23 de agosto. Además, tiene que tratar de que los acoplados que fueron derrotados jueguen para él el 25 de octubre y no se tiren a menos. Y no tan sólo por él, sino para sacar la mayor cantidad de sufragios para Scioli. En las PASO del 9 de agosto los 493.000 sufragios que obtuvo el Frente para la Victoria representaron un poco más de dos puntos porcentuales del total de votos emitidos en el país. En los comicios que vienen, esos puntos pueden ser la llave para que haya o no segunda vuelta. Ergo, los votos conseguidos por Scioli en Tucumán pasan a ser esenciales. Alperovich lo sabe, no puede obtener menos; sería una mala señal si finalmente el bonaerense resulta consagrado presidente.

Sin embargo, el ex motonauta puede estar tranquilo por un lado: el tucumano le firmó lealtad, y en esa línea hace rato que ni menciona a Cristina y mucho menos se presenta como uno de los que correrá hacia El Calafate en busca de asesoramiento. No debilitará con ese gesto a Scioli porque está convencido de que el “ya fue” -del verbo ya no, como se dice en broma- alcanza siempre en algún momento a los jefes políticos. En este aspecto, en cuanto a lo que dice se muestra coherente, ya que en sus palabras -la de ser sólo senador y de ayudar a Manzur para que gestione mejor que él- acepta que el que viene debe tener las manos libres; no estar atado. No comete el error de hablar de un gobernador de la transición, como los cristinistas que ya añoran el regreso de la Presidenta aludiendo a un sciolismo transitorio. Y aunque realice designaciones sorpresivas, y aunque algunos entiendan que el gabinete manzurista tiene que ser de transición -integrado por personas puestas por el saliente y por el entrante-, Alperovich lanzó una sugestiva definición esta semana: al gabinete lo elige Manzur.

El mensaje tiene varios destinatarios, no sólo el mencionado, sino aquellos que le piden que gestione continuidades o incorporaciones en la próxima administración al actual vicegobernador. Este agradecido. Es una costumbre que había caído en desuso en los últimos tres lustros, ya que el gobernador fue el mismo en los tres últimos mandatos. No había intermediario posible, pues el jefe del Ejecutivo se sucedía a sí mismo. También hay otra maniobra básica que se desempolvó: la de usar vías indirectas para sugerir que se va a ocupar tal o cual puesto en la próxima gestión. Balas al aire; hacen ruido. Los que peinan canas, especialmente en el peronismo, saben de estas tretas de escuela primaria, usuales para tratar de instalarse o de presionar. Son mecanismos de dudosa efectividad; pocos sacan la lotería con estos ardides de manual.

Ese esquema arcaico de conducta política aconseja que a veces hasta el dueño de la pelota lance al ruedo nombres, ya sea para quemarlos, medirlos o para enfrentarlos. Claro, sucedía cada cuatro años antes del alperovichismo y de la reforma constitucional que impuso la reelección; ahora parece novedad, cuando se trata de prácticas guardadas en el arcón de las picardías políticas. Sólo le sacaron el polvo a los textos. ¿Puede Manzur armar ya su gabinete? De poder puede. ¿Le conviene hacerlo antes de los comicios nacionales del 25? Recuérdese que Miranda puso a un radical en su gabinete porque la Alianza ganó la elección nacional. Hoy todas las fichas del Gobierno provincial están puestas en el 25; todo el accionar está subordinado a acercarle votos para Scioli. Es lo que se llama la nacionalización de la gestión por fines electorales; la provincialización por nuevo mandato vendrá después. En suma, políticamente, el alperovichismo residual todavía es más importante que el manzurismo incipiente frente a lo que está en juego el 25: el respaldo a Scioli en las urnas; ya que hasta las décimas porcentuales que se consigan serán fundamentales.

Incluso si estas décimas provienen del amayismo. Ya hay operadores que están tendiendo puentes; no sólo pensando en los comicios del 25 sino en las relaciones institucionales que vienen a posteriori. Las puertas se abren en todos los sentidos, aprovechando cualquier afinidad política a mano. Para lograr que el amayismo subterráneamente arrime agua para el molino de Scioli oficia de operador Juan Manuel Urtubey. El gobernador salteño ya habría mantenido contactos con el actual intendente de San Miguel de Tucumán. Pero también algunos peronistas capitalinos electos por el Acuerdo por el Bicentenario están arrimando la bocha hacia el sciolismo. Téngase en cuenta que la Municipalidad capitalina está enfrentada a la Provincia, por lo que los futuros gestores de la intendencia deberán mirar y estirar los brazos hacia la Nación, sea quien sea finalmente el Presidente.

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