Una criada que guarda sus secretos

Una criada que guarda sus secretos

La actriz es la única que se mantiene del elenco original de “La casa de Bernarda Alba”, que vuelve esta noche a los escenarios tucumanos

SIN NOMBRE. Mimí Ardú, una criada que es “menos que un animal”. SIN NOMBRE. Mimí Ardú, una criada que es “menos que un animal”.
04 Octubre 2015
FUNCIÓN HOY

• A las 21 en el Teatro Alberdi (Jujuy y Crisóstomo Álvarez).

Una vieja máxima del teatro impone como regla que un éxito nunca debe bajarse de cartel, por más avatares que enfrente. A tres años de estrenada, la versión minimalista de “La casa de Bernarda Alba” que ideó José María Muscari cumple con ese precepto, y el clásico de Federico García Lorca soportó numerosos cambios de elenco y por diferentes motivos: desde los artísticos contractuales hasta los imprevistos, como la muerte de Norma Pons en su apogeo como actriz y a poco tiempo de haber ganado el Estrella de Mar.

En medio de todos los cambios, hay una sobreviviente. Y no sólo en esta obra, sino en su propia carrera. Aquella niña cordobesa que competía en natación, pasó a ser una adolescente que se recibió a los 15 años de profesora de piano, se transformó en una prominente vedette en la década del 80 y se instaló en el teatro, la televisión y el cine desde los 90 en adelante. Hoy, Mimí Ardú es la única actriz del elenco original que sigue en la obra que volverá a verse hoy en Tucumán, en el teatro Alberdi.

“Lo más fuerte que le pasa a ‘La casa...’ es con el público; los cambios de actrices no tienen nada que ver ya con el producto, la obra está por encima de todo y la gente se conmueve, la haga quien la haga. La adaptación magistral de Muscari, que hizo el drama mucho más llevadero con sus toques de humor y la caracterización de sus personajes, y la producción de Javier Faroni le permitieron entrar en el mundo comercial por fuera de los elencos estables, que es lo más habitual”, describe en diálogo con LA GACETA desde Salta.

La austera puesta del director pone el peso en la intensidad de las actuaciones y en la composición de los personajes que habitan ese espacio cerrado y opresivo, dominado por la Bernarda que compone María Rosa Fugazot. En ese ambiente, Ardú personifica a una criada que no tiene nombre propio (“es menos que un animal, porque así se consideraba a la servidumbre”, dice) que guarda en silencio sus secretos, en especial aquel que la unió con el difunto patriarca, Antonio Benavides, aquel que le “levantaba las enaguas detrás de la puerta del corral”, al decir del escritor español.

La actriz define la obra como “un tsunami de emociones en el que nos pasa de todo y todo el tiempo, despojadas de vestuarios y de escenografía”. “Es un texto atemporal para reír, llorar y, sobre todo, pensar. la obra es actual porque el tema lo es: hablamos del amor, del odio, de las fidelidades, de la manipulación entre los seres humanos, de las ganas de tener un universo privado y de las caretas que muestran mentiras. Ese mundo que describe García Lorca no se fue; estamos tan atrasados todavía que hay adjetivos calificativos ofensivos sólo para las mujeres, en el clero están reservadas para rezar y hacer dulces, y en el trabajo ganan menos que los hombres”, se queja.

Ardú se despide recordando a esa profesora de piano de los 70: “está atenta adentro, y en cualquier momento la voy a sacar al escenario en un unipersonal”.

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