Escasas lecturas en 1930

Escasas lecturas en 1930

BUENOS TIEMPOS IDOS. El salón de lectura de la Biblioteca Sarmiento, en una fotografía de 1916. LA GACETA / ARCHIVO BUENOS TIEMPOS IDOS. El salón de lectura de la Biblioteca Sarmiento, en una fotografía de 1916. LA GACETA / ARCHIVO
En LA GACETA de 1930, se solía publicar semanalmente la columna “Crónicas de los Lunes”. La firmaba alguien con un obvio seudónimo: Zoilo Agudo. Generalmente tocaba dos temas, separados por subtítulos. Uno del 20 de enero se titulaba “Tucumán, la ciudad que no lee”.

El columnista había recorrido “las silenciosas y desiertas bibliotecas, y las llamativas y abandonadas librerías”, comprobando que, en ambas partes, “la cantidad y calidad de la lectura y de los lectores son desoladoras”. Afirmaba, respecto a las dos bibliotecas principales, que “los lectores no guardan proporción, en cantidad, con la población de la ciudad”.

Veía “pocos y malos lectores”. Calificaba de “malos” a los que “únicamente van a las bibliotecas a leer diarios y revistas de segundo orden”. Y, entre los que allí piden libros, “abundan los que se entregan con furor a la novela policial, y a la romanticoide. Todavía Vargas Vilas envenena a muchos muchachos”.

En las librerías, “las revistas de moda, las de sport, las de cine, constituyen la venta principal”, más algunas “malas novelas criollas” y algunas “malas novelas francesas”, siempre en número desproporcionado con la cantidad de habitantes. Los libreros consultados, testimoniaban que era un núcleo muy pequeño el interesado en “publicaciones de carácter científico, filosófico o artístico. Y hasta en el orden literario, la venta es poca y de una selección al revés”.

Apuntaba que el fenómeno era mundial, aunque en Tucumán tenía caracteres agudos. Un escritor español lo atribuía “en gran parte al sport y al automovilismo en especial”.  

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios