Sin palabras

Sin palabras

El diálogo político afronta dificultades cuando los vocablos pierden sus verdaderos valores en boca de los dirigentes. La represión pasada aún no tiene explicaciones ni responsables, aunque sí compromiso de acciones.

Sin palabras
El 23 de septiembre se cumplió el 42 aniversario de la muerte de Pablo Neruda. El chileno al que los poemas le brotaban supo decir: Todo está en la palabra… Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció. Tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tanto ser raíces… Son antiquísimas y recientísimas… Viven en el féretro escondido y en la flor apenas comenzada…

En esta semana se cumplió un mes del violenta desalojo de la plaza Independencia. “Yo estuve en la primera línea, soy el único responsable del accionar de mi gente. Se actuó conforme a los distintos protocolos”. Esa es la palabra del jefe de Policía, Dante Bustamente, quien además aseveró que no tiene problemas si se tiene que ir y se autodefinió como “un líder que estuvo para reorganizar la fuerza”.

Unos días antes de esos dichos, el gobernador José Alperovich había confesado: “No estamos de acuerdo con la represión, no dimos esa orden. Estuvo muy mal. Queremos que la Justicia investigue”. El sucesor electo usó exactamente las mismas palabras: “No estamos de acuerdo con la represión”. “Hay que investigar” y “Hay una causa judicial”.

Los dos principales responsables de que las tropillas salieran a despejar la plaza Independencia se quedaron mudos. Ni el secretario de Seguridad, Paul Hoffer, ni el ministro de Seguridad, Gobierno y Justicia, Jorge Gassenbauer abrieron la boca. Ha pasado un mes y no hay responsables de un ataque innecesario. El Poder Ejecutivo no investigó; y si lo hizo no dio explicaciones.

No se trata, como dice el gobernador, de esperar a que la Justicia dé su veredicto. Si la máxima autoridad del Poder Ejecutivo considera que se actuó incorrectamente, o al menos no es conteste con su forma de pensar, ¿por qué el Gobierno no toma cartas en el asunto? O, en todo caso, ¿por qué no dice la verdad? La respuesta de José Alperovich ha sido siempre la misma: “a mi nadie, y menos la prensa, me va a decir qué debo hacer”. El problema en este caso es que está avalando una represión con su falta de decisión y ni hablar de sus dos funcionarios. Tampoco Juan Manzur parece recordar su repudio a ese ataque.

Las palabras no sólo tienen la potencia poética que les imprime el vate chileno. Son también la identidad de una persona y transmiten confianza y valores. Ya en 1999, Ernesto Sábato solía quejarse y advertir que “lamentablemente, estamos viviendo tiempos en los que la palabra ha perdido valor…”

Con la garganta seca

La incapacidad por dimensionar y cualificar sus propias palabras es lo que le pone límite al diálogo. Los tucumanos, especialmente, sus dirigentes -que además tienen la obligación- exhiben severas dificultades para afrontar el diálogo. La excepción fue dada en Yerba Buena, donde el intendente electo y el saliente se reunieron y cara a cara abrieron un diálogo inimaginable dos o tres meses atrás. La ciudad que se estira al pie del cerro es el laboratorio del Acuerdo del Bicentenario. El radical Mariano Campero, quien recibirá una brasa de manos del peronista Daniel Toledo, representa auténticamente el armado multicolor que pergeñó José Cano y sus amigos presidenciables. Muy distinto a lo que ocurrirá en el municipio de la Capital, donde Germán Alfaro es un peronista de pura cepa que recibe la intendencia que él mismo supo manejar junto a su amigo y compañero Domingo Amaya.

El diálogo que supieron generar Campero y Toledo hasta ahora es único. En presencia de miles de tucumanos que marcharon en procesión detrás de la Virgen de La Merced, y ante el arzobispo Alfredo Zecca, Manzur no pudo ni saludarse con Amaya y Alfaro.

No hubo palabras

Desde hace tiempo el diálogo brilla por su ausencia en nuestra provincia. La oposición ha elegido casi como único canal de diálogo la Justicia. Su voz ha sido, principalmente, de denuncia. Por lo tanto, el otro, se ha convertido en un blanco al que debía asestarle sus denuncias. Era, como mínimo, un supuesto corrupto. No debe ser fácil que luego de tantas idas y vueltas se puedan sentar denunciante y denunciado. Son estos altísimos obstáculos lo que hoy deben saltar la dirigencia política para poder afrontar el diálogo. La humildad y la comprensión son monedas tan devaluadas como la palabra.

Daniel Scioli confirma que este divorcio es una cuestión federal. No es privativo de Tucumán la incapacidad de dar la cara. El gobernador de Buenos Aires ha decidido darle la espalda al debate. Participar de este tipo de diálogo abierto es poner en riesgo la palabra y los valores y capacidades de quien las expresa. Scioli ha elegido quedarse callado. Los arquitectos del silencio justifican esa postura argumentando que los que ganan no debaten y los que pierden sí. En Tucumán, Manzur y Alfaro, con disímiles conductas, han aportado la pólvora para dinamitar esos cimientos.

El alivio tribunalicio

El fallo de la Corte que esta noche cumplirá su primera semana de vida no sólo desactivó la anulación de los comicios sino que fue un antídoto para recuperar el pulso de la provincia. La tensión del domingo pasado quedará en la historia. El alivio del lunes, también.

Tras la injustificada prepotencia y agresividad con la que se movió, el oficialismo intenta olvidar cuánto antes los comicios. Alperovich aceleró su regalo a Manzur y le deja $ 10.000 millones más para que tape agujeros y para que oxigene sus primeros días.

El futuro gobernador también aclaró que él no es Alperovich y avisó -se podría decir que anunció, pero las palabras están tan devaluadas como el real brasileño- que va a atacar la droga, que va a bajar el empleo en negro y que va a mejorar la seguridad. Serán tres tópicos que no podrá esquivar. Tampoco la reforma política, cuya necesidad, quedó sellada en una decena de marchas y en el escándalo nacional.

El oficialismo está apurado. En esa aceleración no le importó que se avance con la proclamación de los diplomas. Debió haber esperado que pasen las instancias. El respeto por la ley y la Justicia –una deuda que deja la prepotencia alperovichista- deben figurar en la agenda de Manzur. Aún a sabiendas de que la Corte de la provincia pueda no llevarle el apunte a la última apelación opositora, y que la Corte de la Nación tampoco quiera meterse en la cuestión tucumana, no sería buena señal que, antes de empezar, la política de hechos consumados sea una opción cuando las crisis asoman.

La semana no tuvo sólo hechos históricos y sorprendentes, también tuvo rutinas y de las peores. La droga se llevó a dos jovencitos que eligieron robar para consumir -en el peor de sus significados- y encontraron la muerte. Se quedaron sin palabras cuando ya tenían pocas. Son estos gritos los que la sociedad y los dirigentes no logran escuchar.

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