El paraje en el que se definió el futuro de la patria

El paraje en el que se definió el futuro de la patria

La Encrucijada se encuentra a 36 kilómetros de la capital. Allí fue donde, en 1812, Manuel Belgrano tomó la decisión de enfrentar a los realistas en Tucumán. Una descendiente directa de Bernabé Aráoz, figura clave en los sucesos de aquellos tiempos, destaca la importancia de lo ocurrido en ese sitio y lamenta que el legado de su antepasado no esté lo suficientemente difundido.

LA ENCRUCIJADA. El paraje donde acampó Manuel Belgrano con el Ejército del Norte y donde Bernabé Aráoz lo convenció para que presentara batalla. LA GACETA / FOTO DE JORGE OLMOS SGROSSO. LA ENCRUCIJADA. El paraje donde acampó Manuel Belgrano con el Ejército del Norte y donde Bernabé Aráoz lo convenció para que presentara batalla. LA GACETA / FOTO DE JORGE OLMOS SGROSSO.
24 Septiembre 2015
De un lado, las fincas verdes se extienden como si no tuvieran límites. Hacia el otro, las casas sencillas de El Rodeo se levantan junto a las calles de tierra. Los lapachos rosados aparecen salpicados en el paisaje como pompones y lo único que parece alterar la calma son los motores de los autos y de los camiones que transitan la ruta 304. La Encrucijada es similar a muchos parajes del este de la provincia. Sin embargo, tiene una diferencia fundamental: hace 203 años allí acampó el general Manuel Belgrano y tomó la decisión de enfrentar a los realistas en Tucumán. Así se gestó el combate que definió el futuro de la patria.

Hoy se cumple un nuevo aniversario de la Batalla de Tucumán, un enfrentamiento en el que se jugó el destino del país. El paraje que se encuentra camino a Burruyacu, a 36 kilómetros de San Miguel de Tucumán, adquiere una importancia clave.

LA GACETA entrevistó allí a la profesora María Florencia Aráoz de Isas, descendiente directa de Bernabé Aráoz, personaje que tuvo un rol fundamental en los sucesos de aquellos tiempos.

En retirada

Belgrano llegó a La Encrucijada (donde actualmente está la localidad de El Rodeo) la primera semana de septiembre de 1812. Venía en retirada, desde Jujuy, con el Ejército del Norte. Las órdenes del gobierno central lo mandaban retirarse hasta Córdoba. Acampó en ese lugar del departamento de Burruyacu y envió a la ciudad al comandante Juan Ramón Balcarce a que retirase todas las armas existentes.

Tucumán se alarmó con esta medida que los dejaba desamparados. Una comisión formada por Bernabé Aráoz, Pedro Miguel Aráoz y Rudecindo Alvarado ofreció ayuda al Ejército para que se detuviera en Tucumán y enfrentara a los realistas. Prometieron dinero, hombres, caballos y víveres. Otros historiadores agregan que el pedido se reforzó, además, enviando esa comisión a entrevistar al propio Belgrano en La Encrucijada. El hecho es que de todo esto salió una feliz decisión: el Ejército del Norte haría alto en Tucumán para enfrentar a los realistas. Bernabé Aráoz, por su parte, cumplió y movilizó a todo el pueblo para encarar la batalla.

Homenaje

Hasta hace poco, en La Encrucijada no había nada que recordara que Belgrano había estado allí. Tampoco su trascendental decisión de desobedecer al Triunvirato y luchar en Tucumán. En julio se inauguró un mural, donado por el Instituto Nacional Belgraniano, que está flanqueado por placas conmemorativas y por una reseña histórica. Del acto participó la profesora Aráoz de Isas.

Bernabé Aráoz no solo convenció a Belgrano de presentar batalla en Tucumán, sino que en los años subsiguientes fue una figura clave en la política: gobernó la provincia y fue cabeza de la República de Tucumán en 1820, con la que quiso unificar la región frente a la anarquía que invadía el país. De todos modos, su figura es desconocida por muchos tucumanos, especialmente los más jóvenes.

Aráoz de Isas, que es historiadora, cree que esta situación es injusta. “Es interesante esta reflexión: Tucumán ha sido descripta por extranjeros como una ciudad culta, y Bernabé Aráoz fue un caudillo estadista y no militar. Cuando crea la República, lo hace con neto corte liberal, siendo que él se declaraba un federal, pero en unión con las otras provincias y con Buenos Aires”, explicó.

Cree que es necesario reforzar la enseñanza de los logros de su antepasado desde la escuela primaria. “Si se lo compara con Güemes, fueron dos personajes fundamentales y contemporáneos. Indudablemente, a Güemes le tocó la defensa de la frontera. Es una maravilla el modo en el que los salteños conservan lo histórico. A los tucumanos nos falta mucho”, concluyó.


No se conoce un retrato auténtico de Bernabé Aráoz

CARLOS PÁEZ DE LA TORRE (H)
LA GACETA

De varias figuras importantes del Tucumán de la Independencia y las Guerras Civiles, no existe -que se conozca hasta ahora- retrato auténtico alguno. Esa falta es especialmente curiosa en el caso de hombres como Bernabé Aráoz, o Javier López, o Diego Aráoz. Uno supondría que, tratándose de personajes de primera línea, alguien hubiera podido registrar sus facciones siquiera en un mal dibujo.

En el caso del coronel mayor don Bernabé Aráoz, figura clave en la batalla de Tucumán, primer gobernador de la provincia y cabeza de aquella “República” de 1820, la falta de efigies auténticas ha llevado a inventarle un rostro. Tiene mucha difusión el que ejecutó al pastel el pintor Honorio Mossi en 1926, y que conserva la Casa Histórica. Pero no es más que un apuesto rostro imaginario, digno de “Billiken”, dejando aparte el prestigio del autor. Y se conoce un dibujo, bastante elemental, que publicó “El Orden” en 1924. Pero carece de referencias que indiquen que era algo más que una cabeza cualquiera, colocada para ilustración del artículo.

Es decir que no sabemos cómo era su rostro, sea porque nunca lo retrataron, o porque hubo un retrato que se perdió. Acaso aparezca algún día. No puede decirse tajantemente que no hubiera pintores o dibujantes en Tucumán a fines del siglo XVIII e inicios del XIX, porque es un tema que no suele investigarse. Quien busca halla: Celia Terán detectó uno, José Gavino Castro, y estableció de paso que era “el primer pintor argentino documentado”. No se sabe de otro.

Lo que queda de la fisonomía de Aráoz es una descripción del general José María Paz, quien lo trató, en sus “Memorias”. Dice Paz que “su exterior era frío e inmutable, su semblante poco atractivo, sus maneras y hasta el tono de su voz lo hacían más propio para llevar la cogulla (vestimenta de los monjes) que el uniforme de soldado”. Ese es todo su testimonio sobre el exterior de don Bernabé.

En cuanto al interior, dice que “jamás se inmutaba, ni he sabido nunca que se le viese irritado”. Prometía mucho pero no siempre cumplía. Por lo demás, terminaba, “no se le conocía más pasión que la de mandar; y si merece que se le dé una clasificación de caudillo, era un caudillo suave, y poco inclinado a la crueldad”. No se ignora que su vida terminó en 1824, cuando el oficial que lo traía arrestado de Salta y rumbo a Tucumán ordenó fusilarlo.

Dos años más tarde, el capitán Joseph Andrews, visitante de la provincia, recogió anécdotas de testigos sobre sus últimos momentos.“Había ofrecido 3.000 pesos por el rescate de su vida, pero se le había contestado que aún 10.000 no bastarían. Visto esto, se preparó valientemente a aceptar su destino sin vacilaciones. Fue su último acto fumar un cigarrillo de papel del que, al estar casi consumido, hizo caer la ceniza con los dedos, a tiempo que exclamaba filosóficamente: ‘la existencia humana es como estas cenizas’; luego, se sometió a la sentencia sin temor”. 

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