Los chicos quieren docentes comprometidos y escuelas que enseñen lecciones para la vida

Los chicos quieren docentes comprometidos y escuelas que enseñen lecciones para la vida

LA GACETA recorrió cuatro escuelas privadas y estatales. Encontró en ellas las mismas respuestas: los jóvenes desean aprender valores

ILUMINADOS. Bajo la luz del sol, en la galería de la Escuela de Comercio n°2 que cumple 50 años, los alumnos conversaron con LA GACETA. la gaceta / foto de Inés Quinteros Orio ILUMINADOS. Bajo la luz del sol, en la galería de la Escuela de Comercio n°2 que cumple 50 años, los alumnos conversaron con LA GACETA. la gaceta / foto de Inés Quinteros Orio
21 Septiembre 2015
Para los alumnos del secundario el mejor profesor no es el que sabe más. Ni el que llega a fin de año con el programa completo. No es el que lleva a rendir pocos o muchos alumnos. Tampoco es el que recurre al Power Point para explicar un tema. Ni el que cuenta chistes o el que jamás se aparta del programa. El docente que más admiran los estudiantes es aquel que entrega en el aula todos sus talentos, y que sabe reconocer sus defectos; el que hace gala de cercanía y autenticidad; el que se interesa por los problemas de los chicos aunque no tengan que ver con su materia y que prefiere escucharlos antes de seguir con la clase.

En esto no hay diferencias. Estudiantes de escuelas públicas y de colegios privados, del centro y de la periferia, que hoy festejan su día, piensan lo mismo. Que la escuela secundaria no prepara para la universidad. Que el rendimiento de un alumno también tiene que ver con el incentivo de los docentes. Que un profesor puede saber mucho pero si no demuestra que ama lo que hace, no puede pretender que sus alumnos tengan ganas de estudiar. Son algunas de las conclusiones de Celeste Gómez, Carlos Soto, Vicku Paz, Ana González, Braian Paz, Alejandro Albarracín y Fiorela Maidana de la Comercio 4, de barrio Oeste II.

“No puedo decir que me enseñó una materia. ¡La profesora del taller de Mediación me enseñó a vivir!”, sonríe Guadalupe de 17 años, del colegio Santa Rosa. “Es una clase en la que nadie estudia. Tomás apuntes y listo. Después los leés antes de la prueba y te sacás un 10. Todo el curso tiene buenas notas”, dice una alumna que gracias a su profesora sabe que quiere ser psicóloga. Dolores, Valentina, Josefina, Candelaria y Rosario piensan que un profesor debe saber tratar con adolescentes: “saber que vivimos una edad muy particular”.

No importa tanto lo que dice el profesor como lo que transmite. “Hay profesores que dan su clase lo más rápido posible y se van. En realidad son profesores ausentes, que no te dejan nada, más que una materia que seguramente olvidarás muy pronto, y que de última también podés encontrarla en internet y mejor explicada. Un buen profesor es el que te enseña valores que te van a servir para toda la vida. El profesor que ama su vocación te contagia esas ganas de estudiar”. Palabras más o menos es lo que dicen Camila Velárdez Aimé Rodríguez, Camila López, Belén Cipri, Lucas Flores y Alexis Córdoba, que están en el último curso de la Comercio 2, que este año celebra sus 50 años.

Camila cuenta que “la profe de Inglés te saca todo potencial que tenés adentro. Lo primero que hace cuando llega al aula es preguntarte cómo estás. Dice buen día a todos y después empieza uno por uno a mirarlos a los ojos. A partir de ahí la clase es súper dinámica. Busca canciones que te motiven; si ponés mala cara, ella siempre tiene una alternativa. ¡Imposible no estudiar!”

Pero no todos los docentes son así. “Hay otros que, aunque te guste la materia, te tiran todo abajo. La de Cooperativismo. Para el acto de los 50 años limpiamos los jardines y llenamos la escuela de flores. ¡Ella se lució ante todos y a nosotros no nos dijo ni gracias!”, recordaron con tristeza.

“Para mí, el peor docente es ese que habla tres horas y vos te aburrís y al final no te deja nada. Querés hacer una pregunta y se enoja si lo interrumpís. ¡Pero al final ya te olvidaste qué le ibas a preguntar!” confiesa Valeria Muñiz, de 16 años, del instituto JIM. “Es que no hay como el profesor que es dinámico, que te da distintos ejemplos, que te cuenta casos que han ocurrido. Hasta en biología si te va explicando en detalle, vos te vas imaginando lo que te dice y no te lo olvidás más”, añade María Bestani.

Aunque demostrar las emociones está mal visto en la docencia (un profesor no puede demostrar debilidad, ni reconocer que no sabe), los alumnos no se inmutan o hasta valoran las expresiones humanas cuando son genuinas. “La profe de Filosofía (Nilda Bazán) te enseña más de lo que esperás aprender y te prepara para el futuro. Pero no es de las que se largan a hablar de la nada. Te pone una película y de ahí salen los temas. Todos los años llora con ‘El nombre de la rosa’ y con ‘El Principito’”, recuerdan entre risas Bernardo Rotella, Mauro Vélez, Felicitas Mainardi, Kevin Galindo, Josefina Lascano, Alicia Gómez y Fiorella Moscol, todos del JIM. Además, la profe no pierde oportunidad para enlazar un tema con otro. “Una vez vimos Harry Potter y cuando se hablaba de la persecución de magos con sangre pura contra los de sangre sucia, ahí se coló el tema del Holocausto judío, y seguimos por ahí”, contaron.

Pero además del estudio también está la otra parte, la del compañerismo, la amistad. Muchos de los que hoy terminan el colegio quisieran volver el reloj atrás y valorar más el tiempo que desperdiciaron en la escuela, sin pensar en los frutos que vendrán después de la primavera.

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