El calicanto del “Mula”

El calicanto del “Mula”

El fallo anulando los comicios fue disparador para la reacción del peronismo que salió con todas sus fuerzas -y sus excesos- a defenderse. Hay instancias que los dirigentes se deben antes de que las diferencias sean irreconciliables.

El calicanto del “Mula”
“Cuando hay un diálogo verdadero, ambos lados están dispuestos a cambiar”, dijo alguna vez Thich Nhat Hanth, un “Ghandi” más joven que desafió a los Estados Unidos para frenar la guerra de Vietnam.

¿Es posible imaginar que Juan Manzur y José Cano se sienten a dialogar? En la plaza que quieran, a la luz del día, sin presiones. Sólo sentarse, mirarse a la cara y dialogar.

He hecho esta pregunta a varios dirigentes del oficialismo y de la oposición. La respuesta ha sido siempre no. “Ya es tarde”. “Ahora hay una instancia judicial”. “¿Por qué?” “Van a decir que arreglaron antes”. “No se puede, en el acto preguntarán, ¿cuánto le pagaron?”. “Imposible, van a creer que se vendió”. Estas han sido algunas de las respuestas recibidas.

“Hubo un tiempo en nuestro país donde se terminó el diálogo. Qué terrible es para una sociedad que se le acabe algo tan elemental como es la posibilidad de comunicarse y entenderse”. Este es el pensamiento de la presidenta de Chile, Michelle Bachelet.

¿Es una locura imaginar que Manzur y que Cano se miren a la cara y piensen en todos los tucumanos? Que no tengan en cuenta que ellos sólo representan a un grupo o al otro. Son dos referentes, a los que la sociedad los ha elegido mayoritariamente.

“Perdono a los de la Casa Blanca por tantas humillaciones. Los perdono porque a través del diálogo debemos buscar la paz y la justicia social”. Cuando Evo Morales, el presidente de Bolivia, dice esto no especula, se sincera.

¿Sería pecar de candidez y de irracionalidad soñar con una reunión al aire libre, sin oyentes -o con ellos-, con la conciencia libre y el corazón humilde de los dos referentes (por ahí la palabra líder les exige más), Cano y Manzur? Aún en el riesgo del desacuerdo, será un aporte para menguar tanta agresión y violencia, verbal e intimidatoria, en la que hemos caído los tucumanos.

Todos ganan

El diálogo es una anormalidad en Tucumán. Durante la última década no ha sido una costumbre. Con tono monocorde se han sancionado leyes, designado jueces y resuelto conflictos. Sin embargo, el diálogo es esencial en la política. La anormalidad es que no se promueva. ¿Cuál es el riesgo? La ganancia es mucha.

En la intimidad y sin interlocutores políticos hay un reconocimiento de los opositores que están lejos en votos del oficialismo. Estos, en tanto, reconocían hasta el lunes que los excesos y las trampas -les llaman picardías propias del folclore electoral- habían sido muchas. Cano supo decir que “no se está discutiendo quien ganó o perdió, sino una forma de hacer política que es inaceptable”. Manzur en tiempos de calma ha reconocido que repudia los bolsones y otras mañas. Con el sinceramiento de estas cuestiones como base, ¿no pueden Cano y Manzur sentarse a dialogar?

Una reforma política no es el cambio de una ley electoral. Es la modificación de conductas y el debate de dos personas con calidad de líderes podría prestigiar las nuevas leyes.

Los dirigentes no están pudiendo escucharse. El peronismo oficialista se ha sentido avasallado y después del fallo ha explotado. La estrategia le ha devuelto la iniciativa. Sin embargo, ha derivado en excesos. El fallo que suspendió las comicios no es un manifiesto contra los pobres, pero se ha intentado imponer y forzar esa interpretación para justificar acciones. En la sentencia se han señalado vicios a la hora afrontar el acto electoral. Se han marcado graves señales donde el clientelismo deja de lado la pureza de un voto, del sufragio que necesita de la autonomía absoluta, de la pureza y de la libertad para elegir. Pero en ningún momento, como se ha tratado de difundir, se marcado la diferenciación que han señalado Aníbal Fernández y la Presidenta. De todos modos, ha sido un buen acicate para una reacción que también ha tenido excesos como fue la amenaza contra los jueces y contra el mismo Poder Judicial que ahora debe resolver la apelación. Tanta prepotencia ha puesto en aprietos la decisión y la calidad misma de lo que se vaya a resolver. Al saber digno de los especialistas del derecho, el fallo tiene fundamentos flacos para sostener la nulidad. Pero ese razonamiento se debilita cuando los que vayan a juzgar tienen sobre sí presiones para fallar. El gobernador terminó avalando esa presión al ir a la plaza Yrigoyen y arengar a una multitud. Allí se vieron escenas que ni al mismo mandatario le deben haber convencido porque él mismo ha sido un hombre que ha tratado de frenar el consumo excesivo de alcohol y el flagelo de la droga.

Para justificar los excesos, los hombres del peronismo oficialista advierten que la Justicia se ha convertido en un ariete de la oposición. Critican los vínculos del denunciante del fraude Arnaldo Ahumada con miembros de la Corte, entre los que figura Antonio Estofán. Insisten en que todo es un armado -incluyen a la prensa como cómplice- para derrocar a un gobierno y para atacar a los pobres. El discurso excede más aún cuando hay enriquecimientos de algunos dirigentes que son injustificables. La brecha se hace cada vez más profunda. No hay instancias para escuchar argumentos, sólo para imponer. En la oposición tampoco se conforman con precisar que la palabra fraude es muy grande.

Si pudieran escucharse los dirigentes habría grandes puntos de coincidencia. Los principales son el resultado de los comicios, las deficiencias de un poder Judicial que ha sido refugio de la oposición y creación del oficialismo. Tal vez lo que más los divida sea la valoración del clientelismo, aunque unos y otros se han valido, en mayor y en menor medida, de ese sistema de seducción desde el siglo pasado. Todo son puntos que podría integrar una agenda de diálogo. Ni los escraches ni las piedras a la casa de una jueza deberían seguir siendo noticia en la provincia.

Todos pierden

Una intervención federal es un remedio. Es el antibiótico que se le da al enfermo para que se cure. El diálogo podría ser una salida homeopática donde el propio cuerpo encuentre sus defensas.

Con la intervención federal es seguro que van a perder los unos y los otros, la oposición y el oficialismo, los ganadores y los perdedores. La intervención hará metástasis en todo el cuerpo institucional de Tucumán.

Hace más de 20 años, la intervención federal era un hecho en la provincia. No había forma de destrabar las peleas entre el peronismo y el bussismo. Un día se sentaron frente a frente, un dirigente tafinisto de recurrente verba y el propio Antonio Bussi. El encuentro siempre fue impensado. Ni la más pomposa imaginación podía aceptar la reunión de un dirigente ferroviario con el referente de la dictadura tucumana. Bussi tironeaba y se aferraba a sus planteos hasta que Hugo “Mula” Lazarte le advirtió: “Deje de molestar, general, la provincia está hundida en un calicanto de agua podrida, contribuyamos a salir a flote”. El diálogo fracasó, pero bien valió el intento de pensar en todos y no en un sector.

“No soportamos vernos débiles. El diálogo y la búsqueda de las verdades que nos llevan a construir un proyecto común implican escucha, renuncias, reconocimiento de los errores, aceptación de los fracasos y equivocaciones… implican aceptar la debilidad”, sentenció el hombre de blanco que hoy anda caminando por Cuba.

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