Claves de una vigorosa melancolía

Claves de una vigorosa melancolía

LOS VERSOS. En la obra de Bernstein, el rito es celebrado a cielo abierto. i.kinja-img.com LOS VERSOS. En la obra de Bernstein, el rito es celebrado a cielo abierto. i.kinja-img.com
13 Septiembre 2015

POESÍA

MUTATIS MUTANDIS

GUSTAVO BERNSTEIN

(Itaca Ediciones- Buenos Aires) 

Gustavo Bernstein es un hombre de múltiples devociones y pericias: arquitecto, periodista, profesor de cine. Y también es narrador y poeta. Y en tanto poeta acaso encuentre ahí las más genuinas cumbres de su todo. De su yo, si así pudiera decirse. Es en las arenas del decir poético donde Bernstein (Buenos Aires, 1966) se reconcilia con desvelos que al tiempo del consabido desamparo saben propiciar una cierta fecundidad. La fecundidad de la palabra en acto. De la palabra puesta a rodar como ruedan las hojas en el otoño: sin más vocación que su manso desprendimiento, que su resignada deriva.

Pero el otoño pasa, las hojas pasan, las palabras quedan. Las palabras de Mutatis Mutandis, por ejemplo. Palabras como lágrimas, donde el poeta riega las raíces de lo que no es: Bernstein dixit. Palabras que no son ni alegres ni tristes, toda vez que, como sabemos, el trazo de la mano del poeta dibuja símbolos llamados a volar por el afuera de las cosas. Pulsan en Bernstein y en Mutatis Mutandis las claves de una vigorosa melancolía. De la melancolía entendida como resto de una invocación a lo que fue, dejó de ser y aun sin ser no declina perseverar en las sombras y de la melancolía como vacío propiciador. ¿Propiciador de qué? Propiciador de exorcismos. Si no, de qué estamos hablando.

En el caso de Bernstein el rito es celebrado a cielo abierto: Mi templo no tiene techo / y hay que ver / lo bien que se la pasa / en las noches estrelladas / Pero hay momentos/ en que amenazan las tormentas/ y uno duda de su fe.

La fe. Mejor examinado, este bello libro que es Mutatis Mutandis bien podría ser destinado a los anaqueles de los escritos que versan acerca de los credos del espíritu y las apetencias del alma. Creyente muy a buenas con esa condición, Bernstein desdeña la verdad (que “sólo conduce al naufragio”) y se ofrenda a un viaje sin fin: … voy a la deriva / Cada puerto / es un punto de partida.

© LA GACETA

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Walter Vargas

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