Conocerá el Balseiro gracias a las letras y no a las fórmulas ni a las ecuaciones

Conocerá el Balseiro gracias a las letras y no a las fórmulas ni a las ecuaciones

Un adolescente tucumano entre más de 700 de todo el país ganó un concurso para visitar la meca argentina de las ingenierías.

SONRISAS Y POCAS PALABRAS. Diego Vargas Lozano, quien viajará a Bariloche a principios de octubre, posa en una de las aulas de su colegio. LA GACETA/ FOTOS DE ANALÍA JARAMILLO. SONRISAS Y POCAS PALABRAS. Diego Vargas Lozano, quien viajará a Bariloche a principios de octubre, posa en una de las aulas de su colegio. LA GACETA/ FOTOS DE ANALÍA JARAMILLO.
Sus grandes ojos oscuros sonríen casi todo el tiempo y esa es, a primera vista, su mayor locuacidad. Porque, sin ser tímido, Diego Vargas Lozano no parece dispuesto a usar palabras de más. Sucede que para él las palabras son cosa seria.

Tiene 17 años y le quedan meses para egresar del colegio San Carlos Borromeo con una especialización en Humanidades. También tiene una madre viuda que pasados los 50 está por recibirse de psicóloga y una hermana que estudia Medicina. Pero a Diego no le preocupa “tener”; lo que quiere es “ser”; y con esa preocupación terminó siendo el único tucumano que ganó la instancia 2015 de la Beca Instituto Balseiro (IB) -el centro académico más prestigioso del país en lo que a ingenierías se refiere- para alumnos de escuelas de enseñanza media.

Sin embargo, las “ciencias duras” no son lo suyo. Definitivamente para él las palabras son cosa seria: quiere estudiar Letras y dedicarse a la investigación, y sueña con ser escritor. “La que me entusiasmó fue mi profesora de Filosofía”, cuenta Diego. Y recuerda divertido que se enteró de que había ganado, justamente, cuando estaba en Bariloche: “era la última noche del viaje de egresados. Mi mamá me mandó un mensaje, pero no lo leí. Un compañero de curso se enteró y fue él quien me lo contó”. Después supo que es el segundo tucumano (en 13 años) que gana este premio.

El desafío

La beca forma parte de un proyecto que el IB implementa desde 2002, con el objetivo de “acercar a los científicos y su trabajo a la sociedad, y en particular a la educación media”. El premio es una pasantía de cuatro días (que incluye traslado y estadía) para alumnos y profesores destacados de escuelas secundarias de todo el país. Y para participar, los chicos deben presentar un breve texto, no técnico. Este año el título propuesto fue “Qué vas a ser cuando seas grande”.

Teniendo claro que no quiere ser ingeniero, Diego se presentó. Y el jurado, formado por 71 miembros del IB y del Centro Atómico Bariloche, debía elegir 15 entre 722 presentados. Uno de esos es el suyo. “La etapa final del proceso de selección se hizo muy difícil, pues todos los trabajos finalistas son muy buenos (...) queremos resaltar que cada uno de los trabajos finalistas fue evaluado al menos por cinco revisores distintos tratando así de minimizar la subjetividad personal de cada evaluador”, informó el IB cuando dio a conocer el listado de ganadores.

En busca de la verdad

Cuando sea grande no quiero ser un televisor nuevo ni el resumen de una tarjeta. ... Definitivamente, no quiero ser parte de un sistema en el que el tiempo se mide en dinero y no en recuerdos”, dice la introducción de su trabajo. Ni una fórmula; ni una tabla; ni una ecuación. Sólo palabras.

“¿Por qué presentarme a una beca del IB? Porque quería buscar un equilibrio. Con el viaje al Centro Atómico aprenderé cosas sobre disciplinas a las que posiblemente nunca más me acerque”, reflexiona Diego. “No es que la Matemática me asuste. No me cuesta, pero tampoco me seduce. Sin embargo esta es una buena oportunidad para acercarme a la ciencia”, añade.

La ciencia es parte de mi verdad porque creo en sus fines, porque todos somos parte de ella y ella de nosotros. Por eso me gustaría aprovechar esta oportunidad de conocer el Instituto Balseiro, de adentrarme en una “novela de ciencia ficción”, en el futuro, dice también el trabajo ganador, y explica un poco por dónde va la cabeza de Diego cuando sigue de alguna manera fundamentando su “por qué la beca”. “En el IB conoceré científicos e investigadores... y compartiré con chicos de otros lugares, que posiblemente sí quieran ser ingenieros. Eso significa acceder a otras culturas, a otros modos de ver la vida”, añade.

El arte es parte de mi verdad porque es el complemento perfecto para la ciencia (...) El amor es mi verdad porque es la base de toda ciencia y arte, de toda vida.

Espera el viaje con ilusión, pero no lo mata la ansiedad. Sabe que serán cuatro días (del 5 al 9 de octubre) viviendo en un mundo muy diferente del suyo habitual. De algún modo, el otro extremo. Bienvenido: lo que busca es el equilibrio

Cuando sea grande quiero ser equilibrio, una caricia. Quiero ser los gustos compartidos y la apreciación de un libro. También quiero ser aprendizaje, la emoción de un viaje. Definitivamente, quiero ser.

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