Darle utilidad a una idea, esa es la cuestión

Darle utilidad a una idea, esa es la cuestión

Los desafíos que tienen los emprendedores, según un experto.

LA GACETA / FOTOS DE DIEGO ARÁOZ LA GACETA / FOTOS DE DIEGO ARÁOZ
05 Septiembre 2015
Para que la penicilina cambiara la historia de la medicina no fue suficiente con descubrirla. Hubo que convertirla en un medicamento, hacerla llegar a la sociedad. Se trata de un salto fundamental: darle utilidad a la idea que uno tiene en mente, decir cómo voy a hacer para desarrollarla. “Eso es, sin dudas, lo más difícil”, sostiene Eduardo Dante Ricobelli, de Unsta Emprende.

“En Tucumán nacen muchísimos emprendimientos. El tema está en que el innovador asuma que necesita ayuda, que necesita información y capacitación, elementos esenciales para desarrollar una idea”, añade el especialista, que por estos días festeja una década organizando cursos de emprendedorismo en la provincia.

El último año, en el marco del “Primer Programa Universitario en Emprendedorismo e Innovación”, auspiciado por Banco Tucumán Grupo Macro, la Unsta y LA GACETA, se presentaron decenas de solicitudes. Los emprendedores participaron de una competencia para ganar becas y de esa forma lograr insertarse de una manera eficaz en la economía local. Los premios fueron de $ 25.000, $ 20.000 y $ 15.000. “Los criterios que se usan para evaluar un proyecto son el grado de innovación que presenta, la contribución que hace al contexto y el impacto social que representa. Se evalúa también el equipo de trabajo que propone la idea; sabemos que el creador no podrá crecer mucho con su propuesta si está solo”, explicó Ricobelli.

“Que se te prenda el foquito es lo de menos”, reflexionan Leonardo Barrientos, Lucas Plaza y Lucas Alvarez, premiados por sus emprendimientos. “Pensar en tu idea como un negocio, con un impacto comercial, es muy difícil. Además, falta información y eso genera miedo, al igual que inscribirse en la Afip. Debería ser más fácil, más intuitivo”, concluyen.

Una pulpa especial
Aprovechando la fruta de pos cosecha


A Leonardo Barrientos (35) se le prendió la lamparita en el mismo momento en que pensó que debía independizarse, hacer su propio camino. Había estudiado técnico superior en Laboratorio y trabajado en una citrícola. “Quería hacer algo para aprovechar la fruta de poscosecha, darle un valor agregado, algo que no se haya hecho por aquí”, cuenta. Así fue que ideó la pulpa de fruta congelada, para venderla en envases de 500 gramos, listos para hacer mermeladas, jaleas, jugos o licuados. “Lo bueno es que no tienen ni conservantes ni aditivos y así cualquier cliente que lo use -para hacer mermeladas por ejemplo- podrá lograr un producto diferenciado”, anticipa este joven, que con su proyecto “Nueva Fruta” ganó un premio de $ 20.000 para invertir en maquinarias. Uno de los puntos destacados de su idea fue que piensa instalar su emprendimiento en una zona donde vive gente de escasos recursos (cerca de San Cayetano), para generar fuentes de trabajo.

“Tremera”
Para cumplir el sueño de diseñar y vestir tu propia remera


Tres mentes soñadoras y la remera. Así surgió “Tremera”, el proyecto que desarrollan Lucas Alvarez (24), Lucas Plaza (29) y Angeles Equiazábal (25). “Soy ingeniero en informática y llegó un día que me cansé de trabajar en relación de dependencia. Al mismo tiempo soy fanáticos de las remeras, y nunca encuentro la que me gusta. Por eso pensé en qué podía hacer para satisfacer la necesidad de todas esas personas a las que les pasa lo mismo que a mí”, relata Plaza. En esa búsqueda se encontró con su amigo Alvarez, que había regresado de El Salvador después de abandonar su carrera en el seminario mayor. “Enseguida me enganché y me puse a estudiar serigrafía”, relata el joven. Una vez que tuvieron listo el taller para personalizar estampados, se pusieron a pensar en el desarrollo de una aplicación para que cada usuario pueda diseñar fácilmente la remera que les gusta. “Eso ya está casi listo. Desde cualquier celular y con herramientas básicas la gente podrá crear su prenda y nosotros se la haremos realidad en nuestro taller”, explicó el dúo de Lucas. Ellos, con su proyecto, ganaron una beca de $ 25.000 para desarrollar la idea. El dinero es entregado en el marco del “Primer Programa Universitario en Emprendedorismo e Innovación”, auspiciado por el Banco Tucumán Grupo Macro, la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA) y LA GACETA.

On line
“Buena onda”, la aplicación para escuchar radio desde el celular


Jessica Petrino tiene 24 años, es licenciada en Comunicación Social y le falta muy poco para recibirse de locutora. Soñaba con tener su propia radio. “Veía que en el mundo la tendencia era todo on line y que sin embargo en Tucumán no había aplicaciones para escuchar una radio que sea 100% on line. Así que me puse a investigar y a hacer un estudio de mercado. Armé la página y me largué a hacer el curso de emprendedorismo para perfeccionar mi proyecto”, cuenta la joven. La radio se llama “Buena Onda” y la aplicación para bajar en cualquier celular inteligente se consigue en “Google Play”. “El 4 de diciembre arrancamos las transmisiones. Por ahora no tenemos muchos programas, pero estamos creciendo un montón”, asegura Jessica.

Ayuda y evaluación

Falta de apoyo.- “Ideas hay muchísimas en Tucumán. El problema que enfrentan los inventores es que no saben cómo hacer un producto viable, que tenga un valor comercial. Lo que falta es un mejor planeamiento y ejecución de los objetivos. Otro problema es que es muy difícil vender una idea en esta provincia. Los empresarios no están acostumbrados, como en otros países, a invertir en proyectos; se interesan en ver lo que estás haciendo para después hacer ellos algo parecido. Y eso es duro porque cuando sos inventor necesitás apoyo financiero en la primera etapa”, sostiene Manuel Sáez, director de la carrera de Diseño Industrial de la San Pablo T.

Preguntas fundamentales.- “Cuando uno tiene una idea, lo mejor es plantearse si existe un mercado para la invención, cuáles son las alternativas a la invención y compararlas, estudiar si es útil para mejorar un producto existente o desarrollar uno nuevo y analizar si hay posibles licenciatarios o inversores”, detalla Elvira Márquez Alurralde, agente de la Propiedad Industrial.

Las áreas con más inventores.- La mayoría de las solicitudes de patentamientos en el país provienen de las siguientes áreas: Medicina, metal-mecánicas, industria automotriz, maquinaria agrícola y envases. El área técnica con mas innovaciones: Química, Farmacia, Genética, Agropecuaria. Las solicitudes de patentamientos provienen de particulares, Pymes y universidades.

Trabajador de patentamiento

Un empleado llamado Einstein.- En 1905, Albert Einstein tenía 25 años y era un empleado de la Oficina de Patentes de Berna, Suiza; fue entonces cuando publicó cinco artículos científicos que sentaron las bases de la física de nuestro tiempo. A pesar de la repercusión de su Teoría de la Relatividad, siguió trabajando como examinador de patentes, tarea que, señalan sus biógrafos, le permitió extraer los elementos fundamentales de una invención, la correcta redacción de las reivindicaciones de la solicitud de la patente o el oficio en la exploración del estado de la técnica, para apreciar la novedad de la invención. “Durante las dos décadas alrededor del 1900, la población de la ciudad de Berna creció más de la mitad y la del cantón diez veces. Einstein examinaba los últimos inventos en la Oficina de Patentes cuando Berna ocupaba una posición pionera en el sector de la electrificación. En 1884 se instauró el primer transporte de electricidad en la historia”, se lee en una de las reseñas sobre el período en el cual Einstein fue empleado de una Oficina de patentes. Conociendo esa veta de inventor del autor de la fórmula más famosa de la historia de la ciencia (E = MC 2) se puede entender esta reflexión suya, en una entrevista que publicó The Saturday Evening Post en 1962: “La imaginación es más importante que el conocimiento. El conocimiento es limitado y la imaginación circunda el mundo”. Entre los “inventos” que desarrolló Einstein figura un refrigerador de absorción que no utilizaba electricidad, que él desarrolló en 1926 con Leo Szilard, y que funcionaba sólo con una fuente de calor como un quemador de gas. Lo patentaron en 1930, en Estados Unidos.

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