03 Septiembre 2015
TE SIGUE
Nada de efectos especiales deslumbrantes, ni del recurso de la filmación casera encontrada, ni de mansiones embrujadas u otros lugares comunes harto frecuentes en el cine de terror contemporáneo.
“Te sigue” se presenta como una película que abreva en lo mejor del género, basada en las actuaciones de un grupo de jóvenes y en un argumento donde todo se construye desde los deseos y las emociones, donde el miedo crece a medida en que avanza la trama sin que se cuente todo de todo ni sea previsible el desenlace desde el mismo comienzo.
No es casual, entonces, que la película que dirigió David Robert Mitchell esté cosechando más aplausos que críticas por su planteo sutil, donde en lo abstracto del perseguidor reside la incertidumbre angustiosa del perseguido. Y los obtuvo en escenarios tan exigentes como los festivales de Cannes, Toronto y Sitges, meca española del cine fantástico y de terror.
La historia surge a partir del despertar sexual de Jay, una adolescente de 19 años tiene relaciones por primera vez y a partir de allí recibe el mensaje que “algo” la sigue y que la única salida que tiene para tomar distancia de esa experiencia es “pasarle” esa entidad a otro. La propuesta es mantener la rueda girando, sin importar quién será la próxima víctima, dejando de lado los cuestionamientos éticos a esa decisión con tal de salvarse y dejar de ver las visiones que la enloquecen. Pero no acepta ese mandato, y junto a sus amigos harán lo posible para encontrar otra salida.
“No se da por vencido. No piensa. No siente”. Tres definiciones que, en sí mismas, sintetizan el horror que llega hoy a la pantalla grande.
Nada de efectos especiales deslumbrantes, ni del recurso de la filmación casera encontrada, ni de mansiones embrujadas u otros lugares comunes harto frecuentes en el cine de terror contemporáneo.
“Te sigue” se presenta como una película que abreva en lo mejor del género, basada en las actuaciones de un grupo de jóvenes y en un argumento donde todo se construye desde los deseos y las emociones, donde el miedo crece a medida en que avanza la trama sin que se cuente todo de todo ni sea previsible el desenlace desde el mismo comienzo.
No es casual, entonces, que la película que dirigió David Robert Mitchell esté cosechando más aplausos que críticas por su planteo sutil, donde en lo abstracto del perseguidor reside la incertidumbre angustiosa del perseguido. Y los obtuvo en escenarios tan exigentes como los festivales de Cannes, Toronto y Sitges, meca española del cine fantástico y de terror.
La historia surge a partir del despertar sexual de Jay, una adolescente de 19 años tiene relaciones por primera vez y a partir de allí recibe el mensaje que “algo” la sigue y que la única salida que tiene para tomar distancia de esa experiencia es “pasarle” esa entidad a otro. La propuesta es mantener la rueda girando, sin importar quién será la próxima víctima, dejando de lado los cuestionamientos éticos a esa decisión con tal de salvarse y dejar de ver las visiones que la enloquecen. Pero no acepta ese mandato, y junto a sus amigos harán lo posible para encontrar otra salida.
“No se da por vencido. No piensa. No siente”. Tres definiciones que, en sí mismas, sintetizan el horror que llega hoy a la pantalla grande.
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