Por Carlos Páez de la Torre H
31 Agosto 2015
REDACTADO EN TUCUMAN. Portada del ensayo de Ricardo Jaimes Freyre, que editó la imprenta porteña Coni en 1912. la gaceta / archivo
Es sabido que Ricardo Jaimes Freyre (1868-1933), uno de los grandes poetas latinoamericanos de su tiempo, vivió y enseñó en Tucumán desde 1901 hasta 1921. Aquí dirigió la afamada “Revista de Letras y Ciencias Sociales”, que redactaban Juan B. Terán y Julio López Mañán y escribió cinco sólidos libros de historia local, además de organizar el Archivo Histórico y dictar cátedras en el Colegio Nacional y en la flamante Universidad.
Merece recordarse, en su vasta producción tucumana, un meduloso ensayo, titulado “Leyes de la versificación castellana”. Eran 124 páginas, impresas en Buenos Aires por Coni, y divididas en diez capítulos, dedicado el último al “moderno verso libre o polimorfo”. Quería exponer –decía en el prólogo- “teorías que no son revolucionarias; son simplemente teorías nuevas, pero lo son en absoluto”. Examinando toda la poesía española, desde los remotos hasta los románticos, “he alcanzado –afirmaba- a formular lo que considero la verdadera ley del ritmo castellano. La enuncié hace algunos años, en estudios fragmentarios que aparecieron en la ‘Revista de Letras y Ciencias Sociales’ y la completo hoy, procurando darle carácter definitivo”.
Desprendiéndose de todo prejuicio, perseguía “el descubrimiento de la ley que preside al fenómeno de la música verbal, con la cual ley pudieran explicarse no sólo los ritmos conocidos, sino también los que creara más tarde la intuición de los poetas”. Es decir, “la ley del ritmo y no las leyes de tales o cuales ritmos”.
Obra muy poco conocida fuera de los círculos de especialistas, a juicio de Juan Carlos Ghiano “revela un conocimiento excelente de la poesía castellana y un bien educado sentido del ritmo”.
Merece recordarse, en su vasta producción tucumana, un meduloso ensayo, titulado “Leyes de la versificación castellana”. Eran 124 páginas, impresas en Buenos Aires por Coni, y divididas en diez capítulos, dedicado el último al “moderno verso libre o polimorfo”. Quería exponer –decía en el prólogo- “teorías que no son revolucionarias; son simplemente teorías nuevas, pero lo son en absoluto”. Examinando toda la poesía española, desde los remotos hasta los románticos, “he alcanzado –afirmaba- a formular lo que considero la verdadera ley del ritmo castellano. La enuncié hace algunos años, en estudios fragmentarios que aparecieron en la ‘Revista de Letras y Ciencias Sociales’ y la completo hoy, procurando darle carácter definitivo”.
Desprendiéndose de todo prejuicio, perseguía “el descubrimiento de la ley que preside al fenómeno de la música verbal, con la cual ley pudieran explicarse no sólo los ritmos conocidos, sino también los que creara más tarde la intuición de los poetas”. Es decir, “la ley del ritmo y no las leyes de tales o cuales ritmos”.
Obra muy poco conocida fuera de los círculos de especialistas, a juicio de Juan Carlos Ghiano “revela un conocimiento excelente de la poesía castellana y un bien educado sentido del ritmo”.
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