¿Cómo enfrentar el boicot en el trabajo?

¿Cómo enfrentar el boicot en el trabajo?

En la oficina suele haber compañeros que se conducen de modo agresivo, para amedrentar al resto y para escalar. Hay que perder el miedo a enfrentarlos

¿Cómo enfrentar el boicot en el trabajo?
29 Agosto 2015
El supervisor contrata a Ana, una nueva secretaria, con iniciativa e ideas para aportar, quien trabajará codo a codo con él. Pedro, el otro secretario, se siente apartado y tratará de no colaborar con la nueva. “Ya que es tan viva, que se las arregle ella”, piensa Pedro, celoso porque teme perder su posición privilegiada. Entonces, se enrarece el ambiente. ¿Y qué sigue? Boicotearla con rumores y comentarios ofensivos.

Hablar de “enemigos” suena alarmante, pero su definición, según la Real Academia Española, es la siguiente: persona que tiene mala voluntad hacia otra y que le desea o hace mal. “Llevado al ámbito laboral, podríamos hablar de un colaborador que le hace la vida imposible a otro, y que técnicamente se identifica en la jerga como rastrero”, expresa Constanza Larry, de la consultora Setting Recursos Humanos (www.settingrrhh.com).

Por otro lado, la especialista agrega que “los malos compañeros suelen ser personas trepadoras, que quieren llegar a la cima a toda costa y que no pueden tolerar el éxito de los otros, pero sí disfrutan de los fracasos ajenos”.

Aquí y allá

Los celos institucionales se dan mucho en la administración pública, pero las empresas privadas no están exentas. Según Mariana Catella, socia de Setting, el factor común suele ser el miedo al cambio, la amenaza de lo nuevo que puede alterar las zonas de confort de quienes desarrollan sus tareas en piloto automático. “Los compañeros que se ven amenazados pueden realizar acciones deplorables como apropiarse de los logros de otros, apartarlos o frenar su ascenso, llevándolos a situaciones de mobbing, que es el acoso laboral”, remarca Catella.

¿Cómo impedir el boicot según el “enemigo”? Las especialistas de Setting ofrecen las siguientes recomendaciones:

• El “sapo”: es el colega callado que cuando alguien comete un error va a decírselo al jefe. Es competitivo y egoísta, y percibido como una amenaza. Para frenar esta situación, hay que intentar construir confianza con el “detractor” y convertirlo en aliado. En caso de que no prospere, no queda más que lograr un vínculo fluido con tu jefe para que pueda contrastar lo que otros dicen con tu propia palabra.

• El agresivo: es el que demuestra su rabia con ofensas, agravios y escenas para que todos se enteren del problema. En este caso, mantén la calma y responde con respeto, de modo que sus superiores y compañeros noten que el comportamiento agresivo de tu colega es desmedido y no tiene un fin constructivo para la empresa.

• El hipócrita: es el que siempre sonríe, pero que critica a espaldas, para hacer el mayor daño posible. Para evitar esto, hay que enfrentarse a él, directamente, sin ser violento, sin caer en agravios personales y sin perder jamás la sonrisa. Poner en evidencia sus actitudes explicitará su incoherencia. El hipócrita, lo que menos desea, es ser descubierto.

• El dominante: se caracteriza porque siente que tiene poder, generalmente por mayor antigüedad o por un rango jerárquico más alto. Pretende conservar el statu quo, ataca basándose en la idea de que conoce las dinámicas de la organización e intenta bajar la autoestima de sus colegas. Frente a ello, es recomendable conservar la calma y discutir sus “enseñanzas”. Hay que centrarse en el contenido de lo que dice, marcándole límites a sus formas, sólo cuando excedan los límites del respeto. A diferencia del “agresivo”, que disfruta el hecho de pelear por sí mismo, al “dominante” le interesa el resultado de la pelea: humillar y conservar su condición de superioridad. En lo posible, hay que animarse a entrar en discusiones para rebatir sus argumentos.

Muchos argumentos de “agresivos” y, especialmente, de “dominantes”, giran en torno frases como “las cosas aquí se hacen de esta manera” o “eso ya se intentó y fracasó”. Detrás de estas expresiones suelen esconderse falacias que pretenden equiparar situaciones sin considerar diferencias, tales como errores personales, contextos diferentes, falta de herramientas adecuadas y falta de apoyo por parte de superiores o de compañeros, que explican por qué una iniciativa puede haber fracasado tiempo atrás y, sin embargo, resultar exitosa en el presente.

“De la única manera que se puede enfrentar un boicot es fortalecer la autoestima y la confianza en las propias capacidades, y centrar las discusiones en hechos concretos, sin dejarse nublar por ataques personales o por argumentos engañosos. Porque en cualquier trabajo, los celos y la envidia estarán a la orden del día”, concluye Larry.

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