Un siglo vivido por cuatro generaciones

Un siglo vivido por cuatro generaciones

En su nueva obra, Allende aborda la muerte, el amor, el sexo y la vejez

URDIMBRE. El cruce de las vidas de inmigrantes depara constantes encuentros y desencuentros, en los que Allende encuentra el contexto para reflexionar. URDIMBRE. El cruce de las vidas de inmigrantes depara constantes encuentros y desencuentros, en los que Allende encuentra el contexto para reflexionar.
30 Agosto 2015

  NOVELA                                                                                                                                   EL AMANTE JAPONÉS

ISABEL ALLENDE

(Sudamericana  - Buenos Aires)

La mayoría de los libros de Isabel Allende (superan ya los 20 títulos) tienen como rasgo común el desarrollo de tramas de muy amplio espectro, sólo en apariencia disociadas, pues se van ensamblando paulatina pero firmemente hasta ser visualizadas como partes de una historia compacta impregnada de aquellos tramos vinculantes.

Esa característica está claramente presente en El amante japonés, una saga que se despliega a lo largo de casi un siglo vivido por cuatro generaciones de la adinerada familia judía Belasco Mendel, transcurridas primero en Europa y luego, enteramente, en los Estados Unidos.

Dos mujeres (la presencia femenina, también común en el “estilo Allende”) encabezan el nutrido elenco protagónico: Irina Bazili y principalmente Alma Mendel. La primera, llegada de Moldavia, y cuya infancia ha estado azotada por tenebrosas situaciones sexuales a las que es sometida por un padrastro perverso, y la segunda, embarcada en Polonia rumbo a Inglaterra, para ponerla a salvo del creciente antisemitismo nazi. El destino de ambas será San Francisco.

Diez años después, traban una gran amistad en el geriátrico más distinguido de la ciudad en el que Alma, ya madura, decidió ir a residir y donde Irina consigue empleo a los 23 años y descubre que esa amiga mayor une a su sobresaliente dedicación a la pintura, que le ha dado fama, con la encendida pasión clandestina que mantiene durante muchos años con Ichimei Fukuda, eximio experto en floricultura, aprendida de Takao, su padre, jardinero en la mansión de los Belasco.

El cruce de esas vidas de inmigrantes depara constantes encuentros y desencuentros que le dan adecuado contexto al trasfondo reflexivo de la autora de La casa de los espíritus sobre la existencia, la muerte, el amor, el sexo y la ancianidad. Las últimas 50 páginas se centran en hechos y revelaciones imprevistos, que culminan en un final entre mágico y sutil. No sería justo anticiparlo, pero sí pueden señalarse los climas sumamente románticos del relato. Tal vez el único exceso de una obra muy bien escrita.

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WILLY G. BOUILLON
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