Feroces tigres tucumanos

Feroces tigres tucumanos

La crónica de un jesuita en el siglo XVII.

“HISTORIA PROVINCIAE PARAQUARIAE”. Portada del libro del jesuita Nicolás del Techo la gaceta / archivo “HISTORIA PROVINCIAE PARAQUARIAE”. Portada del libro del jesuita Nicolás del Techo la gaceta / archivo
Un célebre cronista jesuita, el padre Nicolás del Techo, en su libro “Historia de la Provincia del Paraguay de la Compañía de Jesús” (1673), hace una curiosa descripción de San Miguel de Tucumán en esos remotos tiempos.

Dice que la ciudad “se halla al pie de la cordillera que divide la América Meridional en dos partes. Cerca de ella se levantan montañas altísimas; hay hondos valles y llanuras sembradas de alquerías, en cuyos huertos se crían todas las frutas de Europa; la tierra en tan fértil que los primeros colonos la llamaban de promisión”.

El padre Techo opinaba que los habitantes eran “de carácter dócil y condición pacífica, inclinados a la piedad”. Pero advertía que “estas amenísimas regiones, estos jardines de las Hespérides, tienen también su dragón, que son los tigres feroces, terror del hombre y de sus animales domésticos”, como si la Providencia hubiera querido “juntar las cosas alegres con las tristes, a fin de que nunca sea completa la dicha humana”.

Narraba que “los indios, en otro tiempo, se ensayaban para la guerra cazando tigres”, y “el que más había muerto de éstos, una vez probada sus hazañas, gozaba de autoridad y fama entre sus compatriotas”.

Explicaba la manera de cazar estas fieras. “Cogen una vara larga con ambas manos y la enseñan al tigre como provocándolo; este no suelta jamás lo que agarra con las uñas; se abalanza al palo y lo estrecha con ellas y la boca”. Entonces “el cazador, con un grande esfuerzo, lo arroja al suelo, y antes que se levante, le clava un cuchillo en el vientre”.

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