Particulares versiones de “Créase o no”

Particulares versiones de “Créase o no”

Chejfec, Pauls y Cohen, entre otros, “reescriben” a Robert Ripley

23 Agosto 2015

Compilación

RIPLAY. HISTORIAS PARA NO CREER

JORGE CARRIÓN Y REINALDO LADDAGA (EDITORES)

(Adriana Hidalgo - Buenos Aires) 

Los mayores que lean esta nota quizás recuerden que en las últimas páginas de La Nación había una sección titulada “Créase o no” que anunciaba un relato de fenómenos insólitos -hombres con cuernos de ciervos adheridos en la frente, niños con un solo ojo que evocaba al cíclope y otras extravagancias de la naturaleza que seducían al lector, atrapaban la curiosidad y el interés popular. Su origen estaba en la columna radial y posteriormente televisiva de Robert Ripley (¿recuerdan el programa conducido por Jack Palance?), quien contaba historias que escribía o escuchaba de mundos lejanos, casos o sucesos delirantes por contravenir leyes de la antropología moderna o de la lógica. Ripley era un viajero incansable que, además, comienza su labor periodística como dibujante. De modo que su libro, una antología publicada en 1929 con el nombre “Aunque usted no lo crea”, iba acompañado con ilustraciones.

Ahora bien: los editores Jorge Carrión y Reinaldo Laddaga convocaron a 45 escritores y artistas de habla hispana (entre ellos Marcelo Cohen, Rodrigo Fresán, Alan Pauls, Sergio Chejfec, Edgardo Cozarinski, Graciela Speranza, por nombrar solo algunos de los argentinos) para re-componer la primera edición. Les propusieron escribir, en español, variaciones sobre los textos y los dibujos del libro. Se reúnen, así, 50 relatos y otras tantas ilustraciones en un libro que resulta literalmente “para no creer”, extraño e interesante por los interrogantes que abre como producto cultural. Y ello porque la mayoría de los relatos exhiben un tono menor e intrascendente que no inquietaría si solo pudiéramos abstraernos del hecho que autores “consagrados” reproducen historias disparatadas más apropiadas a “las delicias de la feria o del circo, de las viejas y encantadoras emisiones radiofónicas” (pág. 9).

Es claro que se trata de un homenaje en el que prevalece el juego literario. La intención lúdica está explicitada en el título del libro, con el cambio del nombre verdadero, Ripley, por Riplay; o cuando se afirma, en el último relato, “que Ripley no pudo realizar su mayor ambición, la de publicar en LA GACETA de Tucumán” (189).

Actualmente es bastante corriente ver espacios públicos, objetos callejeros o museos intervenidos, pero debo admitir que nunca me había encontrado con la particularidad de narraciones “alteradas” por una intervención, como percibo en este caso. Lo que viene a corroborar que el modo de circulación de los textos es impredecible y la literatura, inagotable.

(c) LA GACETA

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Ester Nora Azubel

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